🔥 Capítulo 29

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Los graznidos de las águilas cesaron y el silencio reinó entre nosotros. Mis latidos y los del mestizo me taladraban la cabeza, tenía la garganta seca por el frío, los pulmones adoloridos y el flato activo en uno de mis costados. Estaba asfixiada; el coma me había dejado en muy mala forma.

El águila no se movía y yo seguía sin reaccionar. Acababa de lograr que una criatura peligrosa me presentase sus respetos por interponerme entre ella y su presa. Según Calaham, la pelea consistía en demostrar toda tu fuerza para ganar, pero yo no tenía apenas músculos de los que presumir. No era alguien fuerte, más bien debilucha. Un gigante podría usarme de mondadientes perfectamente.

Rem se puso a mi lado, mirándonos al ave y a mí de forma simultánea. Su expresión facial denotaba confusión y sorpresa a partes iguales. Al parecer, yo no era la única que no entendía por qué razón había salido vencedora. Fruncí el ceño.

«Qué extraño».

El arrastre de unos pasos cansados llamó nuestra atención. Al mirar hacia la dirección de la que provenían, nos topamos con Calaham acercándose a nosotros. Iba muy lento, con una mueca torcida en los labios que gritaba «dolor» y su mano derecha sosteniéndose el brazo izquierdo como si se le fuese a caer.

Rem avanzó hasta a él.

—¿Estás bien? —preguntó él con precaución.

—Te dije que te quedaras donde estabas —le riñó su padre—. ¿Es que no puedes hacerme caso nunca?

—Te había atacado, iba a matarte. ¿Qué querías que hiciera?

—Dejar que me las arreglara yo mí mismo, aún no me había matado —expuso—. Lanzarle una piedra ha sido imprudente y peligroso. Has podido provocar el ataque de las demás y ninguno hubiésemos salido de aquí con vida. —Hizo una pausa y puso sus ojos en mí—. Tú tampoco te libras, Gaia. Lo que has hecho ha sido una insensatez, aunque haya acabado bien.

No dije nada al respecto, solo asentí y acepté su regañina sin rechistar. Él suspiró y nos miró a ambos como si fuésemos un caso perdido.

—Lo hecho, hecho está —le quitó importancia—. Pero que no se vuelva a repetir, ¿queda claro? A ver si voy a tener que ataros con correa a vosotros también para que aprendáis a comportaros. Será posible...

—Chicos...

La lastimera voz de Lana interrumpió la reprimenda del Vator. La loba se encontraba sentada en el suelo y agarrándose el muslo con muchísima fuerza, lo que dejaba entrever que algo no anda bien. Corrimos hacia allí de inmediato y Cal se agachó a su lado para examinarla. Le palpó la zona, provocando un siseo aflictivo por parte de la afectada.

—No vuelvas a aventurarte a algo así estando herida —advirtió el hombre—. Si me hubieses dejado a mí desde un principio, ahora no estarías así. Pensad un poco con la cabeza antes de actuar, que ya sois adultos.

—A mí déjame en paz —escupió ella.

—Sin cabeza te voy a dejar.

Un golpecito en mi espalda me hizo saltar del susto y darme la vuelta. Tenía la cabeza del águila gigante muy cerca de mí, pidiéndome caricias que no me atrevía a darle.

—Hola —le saludé un tanto miedosa.

—Gaia, apártate.

Rem hizo el ademán de alejarme de aquella criatura, pero ella se lo impidió desplegando sus alas para ocultarme y graznándole para que no diese ni un solo paso más. Ahora sí que se había ganado una de mis carantoñas. En el momento en que bajó la guardia, colé mi mano izquierda bajo las plumas de su cabeza y le regalé una caricia que la relajó.

Corazón vagabundo: enjauladoWhere stories live. Discover now