🔥 Capítulo 19

247 38 73
                                    

Mientras escapábamos de la Guardia de los Eternos, miraba hacia atrás para ver a qué distancia nos seguían. Las criaturas que no tenían súper velocidad no estaban cerca, pero los dos magos Vatores sí. Muy muy cerca, además. Intentaban ponerse a los lados de Rem para intentar frenarle desde ambas direcciones.

El miedo me hacía abrazarme al cuerpo del mestizo con todas mis fuerzas, como si fuese un salvavidas. Sus dedos aferrados a mis piernas me proporcionaban caricias casi imperceptibles con la intención de tranquilizarme, mas no lo conseguía.

—Rem...

Su corazón latía desbocado y su cabeza giraba de derecha a izquierda, teniendo vigilados a los Vatores que querían apresarnos costase lo que costase. Uno de ellos sonrió de forma maliciosa y alzó el brazo hacia adelante con rapidez, haciéndome mirar por instinto al otro, quien también tenía el brazo extendido hacia la misma dirección que su compañero.

Seguí la trayectoria de ambos hasta ver cómo arrancaban un árbol gigantesco, de tronco muy ancho y grueso, del suelo para después tumbarlo y cortarnos el camino. Esto obligó al mestizo a clavar sus talones en la tierra para poder frenar a tiempo, pues aun siendo un árbol derribado, resultaba imposible saltarlo. El muchacho derrapó hasta que nuestras caras quedaron a tan solo unos centímetros de la corteza; por poco nos estrellamos.

—Puñeta... —maldijo y me hizo bajar de su espalda.

Cuando nos dimos la vuelta, su brazo me hizo ponerme detrás de él. Los dos magos nos habían acorralado y no teníamos escapatoria. A diferencia de ellos, a Rem ya se le notaba bastante cansado y no sabía cuanta energía les quedarían a nuestros atacantes para que fuésemos capaces de vencerles antes de que los otros dos guardias nos alcanzasen.

—Yo que vos no me opondría —advirtió uno, el rubio—. Estáis agotado y nosotros tenemos cierta ayudita para aguantar. Si lucháis, moriréis.

El hombre sacó una botellita de cristal y se la tiró a Rem a los pies para que pudiera verla, lo que hizo que se quedase sin aliento. Deslizó una de sus manos hacia el mango de la espada enfundada en su cinturón y lo agarró con fuerza, listo para ponerse a batallar. Se tomó unos segundos para respirar con tranquilidad y recuperar un poco las fuerzas.

—Voy a morir igual —respondió, jadeante.

Desenfundó el arma, pegó un salto en el aire y cayó sobre uno de sus contrincantes, dando el primer golpe. No obstante, el mago bloqueó el ataque atrapando el filo de la espada entre las palmas de sus manos. Acto seguido y con gran rapidez, torció las muñecas hacia la izquierda hasta hacer caer al mestizo al suelo y poder arrebatarle la espada. El segundo mago, un hombre calvo con tatuajes rúnicos por toda la cabeza, reparó en mí.

Aquel hombre se me acercaba mientras jugueteaba con una daga que tenía entre las manos. Caminé hacia atrás por inercia, chocando mi espalda contra el árbol. Dirigí la mirada hacia Rem, quien, con sus poderes, lo detuvo para que no pudiera aproximarse más a mí. En el momento en el que sus ojos se pusieron sobre los míos, escuché su voz retumbar en mi cerebro.

«¡Escóndete!», ordenó.

Mi cuerpo acató la orden sin rechistar, a pesar de no querer hacerlo. Conforme corría, miré hacia atrás, pudiendo ver como el rubio le atizaba un golpe severo a Rem en la cabeza para que dejase a su compañero en paz. Este, en cuanto se vio libre de la magia del chico, quiso correr detrás de mí, pero solo le dio tiempo a hacer el ademán.

—Déjala, Jholon —dijo el otro Vator—. Es su Clades. No la queremos a ella.

—Como quieras, Truns —contestó el calvo cancelando su acción.

Corazón vagabundo: enjauladoWhere stories live. Discover now