🔥 Capítulo 28

222 38 136
                                    

El calor impregnaba cada parte de mi cuerpo y no podía estar más a gusto, incluso empezaba a sentir que el suelo no era tan duro como parecía y, lo más extraño, que respiraba. Ni siquiera le di importancia, solo continué durmiendo con una sonrisa en mis labios y abrazando con más fuerza aquello que mi cabeza visualizaba como una almohada.

Una almohada que carecía de sentido tener en un lugar al que no pertenecía. Un mundo ajeno que no había pisado hasta que un tío pensó que era buena idea intentar arrancarme el corazón y hacerme saltar dentro de un pozo, apareciendo en aquello que se conocía como Dracones.

Una almohada.

¿Una almohada?

«Mierda».

—Eh, Clades —dijo una voz masculina—. ¿Qué haces?

Gruñí al no querer despertarme, pero al abrir los ojos y comprender que aquello a lo que estaba abrazada era el cuerpo de Rem y no una mullida almohada, la sangre se me congeló. Miré al mestizo; se encontraba confundido, dándome golpecitos en el hombro y queriendo deshacerse de mí.

—¿Puedes soltarme?

—Eh... ¡Eh! —grité en el instante en el que procesé todo, apartándome de él como si quemase—. Perdón..., digo... ¡Es tu culpa!

—¿Mi culpa? —Abrió la boca y se llevó la mano al pecho, indignado—. ¿Qué he hecho yo ahora?

—Estar caliente.

—Caliente —repitió.

Enseguida me di cuenta de que aquella contestación había sonado mal. Muy mal. Fatal. Bien podía ver que Rem no fue capaz de malpensar mis palabras, pero yo sí. Había dejado atrás mi inocencia hacía bastante tiempo y pensar que a mi frase se le podía cambiar el sentido hacia uno sexual, hizo arder mis mejillas.

No tardé en ocultar mi rostro entre mis manos y ahogar un chillido que dejaba entrever toda mi vergüenza. Acababa de tener una imagen mental del mestizo y yo haciendo cosas de mayores y lo peor es que me había gustado imaginarlo.

«¡Recomponte!»

—¿Tenías frío? —indagó.

Asentí con la cabeza y le observé con uno ojo por el hueco entre mis dedos.

—No haberle dado tu capa a Mahína. —Se encogió de hombros—. No me culpes de tus malas decisiones.

Descubrí mi rostro al completo, mostrando el mismo sentimiento que él había manifestado segundos atrás: indignación. En cambio, él se mostró neutral.

—¡Era una buena acción! —objeté.

—Tu buena acción ha podido acabar contigo muerta de frío.

—Pero no lo ha hecho.

—Claro, porque te me has agarrado como una garrapata.

—¡Cállate! —ordené con la cara al rojo vivo.

Ya no era capaz de alejar esos pensamientos de mi cabeza, quería que la tierra me tragase. No era mentira que Rem fuese agradable a ojos de cualquier hombre o mujer, era muy atractivo, ya lo dijo Lana. La hipnosis podía hacer que cayeras ante sus pies en cuestión de segundos, pero aun cuando no la usaba, ya te trastocaba algo por dentro.

Al menos tenía el consuelo de que el mestizo no supiese leer la mente, no obstante, había alguien que sí podía hacerlo, lo que me puso nerviosa, sobre todo cuando su carraspeo de garganta se hizo presente a nuestro lado.

«Mierda y más mierda».

Mahína nos observaba asustada y avergonzada a partes iguales. Se aproximó a mí y me tendió la capa de Rem con una expresión facial tan seria que me confirmó que había podido enterarse de todo pensamiento comprometedor que deambulaba por mi cerebro.

Corazón vagabundo: enjauladoWhere stories live. Discover now