🔥 Capítulo 17

220 41 50
                                    

La velocidad a la que corría aquella loba era impresionante, no se podía comparar con la de los magos, pero era lo suficientemente veloz como para que me costara mantenerme sentada en condiciones y sujetar a Rem, quien se me iba escurriendo a cada trote. Hice todo lo que estuvo en mis manos para que no cayera al suelo mientras le suplicaba que despertase para que me ayudase a ayudarle, no obstante, era consciente de que no pasaría. Su cuerpo retorciéndose de dolor, las venas marcándosele en el cuello y brazos, sus ojos a punto de salirse de las órbitas..., la aflicción había acabado con él. Ahora necesitaba recuperarse.

Cuando ya nos estábamos acercando a una cueva que tenía unas enredaderas tapando la entrada de la misma, la mujer licántropo fue disminuyendo la velocidad de sus zancadas hasta que fue caminando de forma pausada. Aproveché el suave trayecto para aferrarme al torso de Rem con ambos brazos y así poder asegurar mejor mi agarre.

Ella pasó a través de las frondosas enredaderas y siguió su camino por un estrecho túnel rocoso que iba adquiriendo luz conforme nos adentrábamos más. Enseguida llegamos a una zona circular que carecía de techo y la cual estaba impregnada de naturaleza; la verde hierba se abría paso en cada rincón del suelo en el que hubiese tierra y todo tipo de flores crecían entre las grietas de las paredes, alzándose hacia el cielo estrellado que había sobre nuestras cabezas. También podía verse la luna medio llena.

La criatura, al llegar al centro del lugar, se tumbó para que pudiésemos bajar sin esfuerzo. No quise hacerle esperar más, así que, sin soltar el cuerpo de Rem, me deslicé hacia abajo. En cuanto mis pies tocaron tierra firme, dejé que el peso del mestizo cayera sobre mí, permitiéndome dejarle sobre el mullido musgo que había bajo nosotros.

Me senté cerca de él y me atreví a apartarle los mechones del flequillo que caían sobre sus párpados cerrados; su rostro se mostraba tan tranquilo, que cualquiera con dos dedos de frente dudaría de su verdad. ¿Quién diría que ese chico se transformaba en una bestia alada y cornuda con unos colmillos capaces de amputarte un brazo en un pestañeo?

Acaricié su frente con las yemas de mis dedos, dejando aquel rastro luminoso de dibujos bajo su piel. Era un fenómeno que nunca dejaría de sorprenderme. Podría pasarme las horas muertas viendo cómo cada parte de su ser cambiaba con tan solo el toque de otra cálida alma.

—Es bello, ¿verdad? —La voz de la loba hizo acto de presencia—. Bello, pero letal.

Puse la mirada en ella y me percaté de que ya había cambiado de forma. Volvía a ser humana, pero se encontraba desnuda. No se cubrió en ningún momento con los brazos, parecía no importarle mostrarse tal cual la trajeron al mundo. Ya se me había olvidado que su ropa se había roto ante el cambio tan bestial que sufrió su cuerpo.

—¿Cómo dices? —Arrugué el entrecejo.

—El chico es atractivo, es lo que tienen los Dracars. Son todos muy bellos. —Me enseñó uno de sus colmillos en una sonrisa de medio lado—. Aunque se vuelven letales si usan esa cualidad en su beneficio. Es una herramienta de la que echan mano para atraer y atrapar a sus presas. Y no, no hablo de animales.

Tragué saliva.

—¿Te refieres a qué comen...?

—Sí. Son los depredadores más peligrosos de Dracones —respondió antes de que pudiese terminar—. Aunque no todos son asesinos, solo aquellos que han optado ir por el mal camino. No sé en qué bando estará él, pero yo de ti tendría cuidado.

Dicho aquello, se dio la vuelta y caminó hacia una escalera irregular pegada a una de las paredes que llevaba hasta una segunda planta escondida entre más enredaderas. La chica desapareció de mi vista y yo regresé la mirada al muchacho desmayado.

Corazón vagabundo: enjauladoWhere stories live. Discover now