'El cuaderno de los secretos de Kurt.'

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Mia después de toda la jornada que le había tocado estaba tan cansada que apenas se podía mantener en pie. Quería descansar, se sentía completamente cansada de todo, pero se había comprometido a ir a visitar a Kurt. Ya estaba cansada de convencerse que Kurt estaba muriéndose en su casa y decidió ir. Jacob ya no la arrastraba a trabajar porque decidieron terminar con el trabajo con Cory en la cafetería y no me convenía estar allí si quería que no me descubriesen.

 Ahora estaba en la puerta de Kurt, mirando su casa con detenimiento. Era pequeña, estaba bien cuidada y recordaba que él le había dicho que vivía con su abuelita y hermano, los mismos que vio aquel día.

 Tocó el timbre y le abrió la puerta una ancianita, la misma de la anterior vez. Si no fuera por sus arrugas y pelo canoso se veía bastante joven.

-Hola. –saludó ella con una sonrisa forzada en su rostro.

-Hola, bonita, -se arregló los lentes y se alejó un poco, seria- pero no quiero esos productos de belleza, lo siento. –le iba a cerrar la puerta, hasta que ella puso su mano antes de que eso ocurriera.

-No, vengo a ver a Kurt. –dijo ahora riendo.

-Ah… sí, él está arriba con un serio caso de diarrea, así que no te recomiendo entrar, bonita. –le iba a cerrar la puerta de nuevo en la cara, pero ella de nuevo lo evitó con su brazo.

-Señora, sólo vengo a hablar un rato con él, nada más, me voy en seguida si eso es lo que quiere. –levantó una bolsa que traía en su otra mano, con una sonrisa que pretendía ser encantadora.- Traje pastel.

 La anciana miró la bolsa e instantáneamente se le hizo agua la boca.

-Pasa, ve arriba, Kurt te recibirá en un rato cuando salga del baño. –dijo recibiendo la bolsa de pastel en las manos.

 Mia ahí se percató de que tal vez lo del caso serio no era una broma, pero de igual forma subió insegura.

 Cuando llegó arriba tuvo que girar a la izquierda para llegar a una pieza igual de pequeña que la casa en la que se ajustaba perfectamente dos camas con colchas azules a los lados que dejaba un pasillito estrecho, que terminaba en un escritorio con sólo un cuaderno abierto encima. Ella caminó aún un poco insegura, pero lo hizo igual, pidiendo permiso al aire, ya que no había nadie allí. Después de caminar lentamente, cuidadosa de que nadie le estuviese observando, pudo ver de más cerca el cuaderno que estaba abierto en una hoja vacía.

 Temerariamente ella cerró el cuaderno, color negro, y vio la tapa decía: “Kurt” con letras doradas bonitas. Era muy raro para Mia ver algo así por lo que decidió abrirlo desde la primera página.

 La primera página estaba vacía como siempre se hacía en los cuadernos normales, así que lo pasó y fue directo a la segunda hoja.

 La segunda hoja estaba completamente escrita con una letra que hacía notar que era pequeño. La letra además de ser de pequeño, estaba inclinada y torcida, además de que estaba mal cuidada.

 “Día uno.” Leyó el título.

Me han dicho que escriba esta mierda de cuaderno y sé que no me va a ayudar ni un poco. Odio escribir, es una mierda. Mis papás no están y eso también es una mierda.

 Todo aquí me vale mierda, todo.”

 Ella quedó un poco atónita mirando la hoja y viéndola una y otra vez. Mia ya sospechaba que algo de lo que le ocurrió cuando pequeño tenía que ver con sus padres, incluso se le pasó por la cabeza que lo habían abandonado, pero no estaba segura. Hasta ahora, claro.

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