'Problemas silenciosos.'

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(Mia)

De nuevo en el techo, aspirando lentamente el benigno humo como si fuera lo único que existiese en ese minuto. Ahora nada podía distraerme, nada.

-¿Mia? -papá tocó la ventanilla.

Casi me caigo del techo del susto. Mis ojos se abrieron asustados y tiré el cigarro lo más lejos posible, este voló e hizo una curva casi perfecta hacia la casa del vecino.

Miré la ventanilla, estaba tan sucia que ni se distinguía la cara de Clyde. Supiré aliviada. Abrí la ventanilla y este me miró un poco incómodo.

-¿Qué fue eso? -preguntó y no supe que decir.

-Un pájaro creo. -intenté decir con naturalidad, pero no pareció creérsela. Asintió como si se la hubiese tragado.

-¿Estas bien? -Preguntó jugando con sus manos nervioso, con la mirada vagando por el lugar- Entraste completamente alterada y sólo subiste, -bajó la cabeza como un niño pequeño- ¿No te enojaste conmigo, cierto?

Reí despacio, causándome ternura la expresión en su rostro.

-No, ya no más.

Nos quedamos en silencio y él levantó la mirada gradualmente topándose con mi mirada.

-¿Ya me dejas pasar? -preguntó no muy confiado, escondiendo ambas menos detrás de su espalda inocentemente.

Se me había olvidado lo tierno que era cuando se trataba de consolar a su irracional hija adolescente.

Me quité del camino y él entendió, subiendo con dificultad arriba, quejándose con cada musculo que movía. Me mantuve alejada de él cuando logró subir, como supiera que venía a fumar acá, me mataba.

Nos recostamos ambos a cada lado, alejados por sólo un poco, lo suficiente como para ocultar el mal olor del cigarro.

-¿Y ese rubio creído de hoy? -soltó con una risita traviesa.

-Creí que te gustaría. -dije con un tono ligeramente triste.

-No es que no me guste, sólo dije que se veía creído, como si cuidara tanto su cabello. -Se rió de su propio comentario.- Incluso deberías pedirle lo que ocupa, tu pelo está perdiendo brillo. -me miró y volvió a reírse.

Vamos, Mia, es tu papá... no puedes tirarlo abajo...

-Además, -se acomodó para quedar mirándome.- me prometí que nunca diría nada más sobre tus amistades. -terminó orgulloso con una sonrisa de lado a lado. Pero de un minuto a otro pareció recordar algo más.- Pero sí debes ocupar protección, querida, quien sabe lo que...

-Papá, -le interrumpí con cara de repugnancia- no quiero otra charla, lo sé, además, no dejaré que nadie me haga nada de lo que me vaya arrepentir después.

-Mia, las cosas se complican cuando tú...

-Papá... -le reclamé de nuevo.

Tapé mi cara con ambas manos mientras él no paraba de hablar de cosas que se habla cuando tienes catorce. Cuando se detuvo, noté unos brazos rodearme.

-Sólo no quiero que nada malo te ocurra, nunca. -Quité las manos de mi rostro con dificultad.- Y él tiene algo en su mirada, como un veneno en lo recóndito de su cerebro, -bajó su mirada y me miró directo a los ojos- no quiero que nada te pase nunca. -besó mi frente y después colocó su barbilla sobre mi cabeza. Me acomodé un poco, sintiendo el calor que desprendía sus brazos, tal como cuando yo era pequeña y no paraba de llorar por todo.

-Gracias.

Nos quedamos así un largo rato, hasta que él interrumpió el hermoso momento.

-No me importa que fumes, pero intenta no hacerlo muy seguido. -me separé de él con los ojos tan grandes que parecían que se fueran a caer.

MatemáticasWhere stories live. Discover now