Capítulo 12

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La hora siguiente bastó para que cada uno se serenara por separado y valorara lo que había encontrado en el otro: un apoyo, una persona que les comprendía en sus miedos más profundos y a la vez, una emoción que no sabían aquilatar en su verdadera magnitud. Esa era la principal diferencia entre una amistad y... algo más. Ese "algo más" ninguno de los dos podía definirlo todavía, pero allí estaba: era tan real como que disfrutaban de aquella aproximación física.

Danielle recordaba su brazo en la espalda, aquellos besos que con delicadeza Thomas depositó en su cabeza y en su frente... En medio de su tristeza, esos gestos de cariño la hacían estremecer, la turbaban. No sabía por qué deseaba estar con él. Por qué de pronto había descubierto que le gustaba que le tomara de una mano o darle un beso en su mejilla.

Thomas, por su parte, intentó concentrarse en la cena que estaba preparando. Había adelantado algunas cosas en la mañana, pero quería que todo saliera a la perfección. Luego de haber conversado de tantas cosas, tenía miedo de quemar el platillo principal que acababa de poner al horno. Por las dudas, colocó una alarma en su teléfono para sacarlo a tiempo. Se giró cuando sintió unos pasos en la cocina: era Danielle.

—¿Qué tal la cena? —preguntó intentando sonreír.

—Estará lista en unos minutos. ¿Y Tim?

—Tomó un baño, se vistió él solito y ahora está jugando. ¡Ya sabes cómo son cuando están en medio de una partida!

—No hablan —rio él.

Danielle se sentó en una de las banquetas de la cocina, y Tom se colocó a su lado en la silla de ruedas.

—¿Estás bien, Dani?

Ella asintió. Se refería a la conversación previa que tuvieron.

—Ya sabes todo de mí —sonrió ella.

—¡Qué va! Todavía me falta mucho por saber de ti. No sé tu edad, por ejemplo.

Ella soltó una carcajada. De pronto aquel detalle se le hizo muy divertido, teniendo en cuenta las cosas tan serias que se habían confesado antes.

—Tengo treinta y dos años —le contestó.

Ella vio que Thomas quería preguntarle algo, pero no se atrevió.

—Sí, Ben era unos cinco años mayor que yo. Lo conocí en la Universidad, en un proyecto que dirigía nuestro profesor. Él era arquitecto también. Y tú, ¿qué edad tienes?

—Uno más que tú.

—¿Qué estás preparando para cenar?

—Tengo una ensalada de vegetales, en el horno está una lasaña boloñesa y de postre, helado.

—¡Qué delicia! —exclamó ella entusiasmada.

Un rato después, cenaron los tres en perfecta armonía. Danielle quedó fascinada con la lasaña de Thomas; estaba realmente exquisita.

—¿Vas a comer más? —le preguntó él riendo, cuando veía que Danielle se servía otra porción.

—¿Puedo?

—¡Por supuesto! —rio—. Me alegra que te haya gustado.

—¡Está divina! La próxima vez que hagas no dejes de invitarme. ¡Ben hubiese adorado probarla!

—Haré pronto para que él pueda comerla.

—¡Y los pancakes de desayuno! —dijo Tim sonriente–. Tendrías que probarlos, Dani. Son muy ricos.

—También podrías invitarnos a cenar, Danielle —sugirió Thomas—. Tim dice que tus meriendas son estupendas, pero creo que después de esta cena estás en deuda conmigo.

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