Capítulo 17

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La Biblioteca Huntington era una institución dedicada a la investigación científica y a la educación, que entre sus encantos poseía varios jardines botánicos, con temáticas diversas. Danielle paseó con Thomas por el jardín japonés y el chino, y admiraron un bonito puente de manera sobre el largo; a Dani le encantaron los nenúfares, el jardín del desierto con sus plantas exóticas y sus variedades de cactus; pero finalmente decidieron permanecer en el Jardín de rosas.

—¡Qué lugar tan hermoso! —exclamó Dani, admirando el paisaje.

Una glorieta de columnas corintias y una estatua en el medio estaba rodeada de rosas blancas. En otros sitios crecían vigorosas de otras tonalidades: amarillo, carmín, rosadas... Dani suspiró y se llenó los pulmones con el aroma, quería recordar cada detalle cuando estuviese de regreso a casa.

—Me alegra que te guste —le dijo Tom a su lado, sonriente.

Ella se sentó en sus piernas, y Thomas avanzó con ella por el camino de grava rodeado de flores a ambos lados. Danielle se abrazó a su cuello y disfrutó del paseo, hasta que Thomas se detuvo debajo de una pérgola de madera, con flores de color rosáceo cerca de ellos.

Danielle le dio un beso a Thomas. La pérgola les daba algo de sombra y estaban a solas, en un lugar que parecía salido de un cuento de hadas. Él correspondió a su beso, tomándola por su cintura y sintiendo cómo su cuerpo se estremecía con aquel contacto.

—¿Estás más relajada?

Ella asintió. Luego de la consulta con el doctor Hamilton había sentido temor, pero ahora tenía el corazón más tranquilo.

—No puedo creer que nunca hubiera venido aquí —comentó—, este lugar es increíble, Tom. Me encantan las flores...

Thomas le dio un pequeño beso en la nariz y luego acarició su cabello castaño claro. Danielle era muy hermosa y estaba loco por ella. Deseaba que ese momento perdurara por siempre pues, aunque estaba feliz, tenía miedo de que en algún momento la relación fracasara.

—Danielle, cuando piensas en nosotros, ¿piensas en el futuro?

—No —le contestó ella sin dudarlo—, pero no es por ti. Hace mucho tiempo que trato de no soñar con el futuro. Este puede ser impredecible, Tom, por lo que a veces es mejor no adelantarse demasiado.

Tom le acarició la mejilla.

—Te entiendo, hasta hace muy poco yo era igual. Cuando tuve el accidente pensé que mi vida había terminado, pero luego te conocí.

Danielle le dio un beso, pero se levantó de sus piernas para sentarse en un banco frente a él y estar ambos más cómodos.

—Tu vida no puede depender de nadie, Tom; ni siquiera de mí...

Él negó con la cabeza.

—No fue eso lo que quise decir; no quisiera que te apartaras de mi lado nunca, Danielle, pero si en un futuro no estamos juntos, siempre agradeceré el haberte conocido. Has cambiado mi mundo, y no me refiero solo a la casa...

—Tom, el hecho de que yo no piense en el futuro no significa que lo nuestro no vaya a durar —le explicó con voz entrecortada—. Lo que sucede es que tengo miedo: de involucrarme, de hacer planes y de que luego estos se frustren. ¿Sabes cuántos planes tenía con Ben? —le confesó con voz ahogada—. De un día para otro todos esos planes se deshicieron...

—Te comprendo, Dani, ¿pero crees que el no soñar y no hacer planes sobre el futuro te hará más feliz? Es importante que las parejas sueñen, Danielle, que las personas se imaginen el futuro que quieren.

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