Capítulo 31

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La semana fue difícil para los dos. Ben fue a casa de Thomas a hacer los deberes los siguientes días, pero Danielle no entró a la casa. Lo recogía siempre en el jardín o en el porche, y Thomas se mantenía en el interior de la vivienda. Era una actitud muy inmadura de parte de los dos, pero de esa manera llegaron al fin de semana.

Danielle estuvo en contacto con sus padres a través de WhatsApp, la estaban pasando de maravillas en París y ella se alegraba por los dos. Se sentía muy sola, echaba de menos a Thomas todo el tiempo, y a veces en las noches lloraba un poco luego de que Ben se quedara dormido. Habló con Janice para que la ayudara profesionalmente y había ido a un par de consultas durante la semana. Se trataba de una ayuda especializada para enfrentar su temor al compromiso. La terapia le había resultado muy útil, y uno de los consejos lo iba a cumplir ese mismo sábado: iría a ver a Benjamín al cementerio.

Janice le había dicho que hablara con él, que exteriorizara sus sentimientos y frustraciones. Solo cerrando un ciclo podría ser capaz de empezar otro. Solo dejando ir a Benjamín realmente, podría amar a Thomas como él se merecía.

Danielle había escogido el fin de semana porque se cumplían seis años de la muerte de su esposo. Por esas fechas siempre estaba muy triste, pero este año lo estaba aún más luego de su separación de Thomas. Ben incluso lo había notado y le había preguntado si ella estaba molesta con Tom, pues no había vuelto a entrar a la casa. Ella le contestó que no, que solo tenía mucho trabajo.

Había dormido mal, pues padeció de dolor de estómago en la madrugada, y en la mañana apenas tuvo deseos de desayunar ya que tenía náuseas. Despertó a Ben, a pesar de ser sábado, pues lo dejaría al cuidado de los Vermont por un par de horas. A ella no le gustaba que Ben la acompañara al cementerio, creía que era muy niño todavía y prefería que la imagen que tuviera de su papá fuera por las fotografías y videos, no por una fría lápida en el cementerio.

—¿Te vas a quedar conmigo en casa de Thomas? —le preguntó el niño.

—No, cariño, ya te expliqué a donde voy. Después pasaré a ver a tus abuelitos y te recogeré sobre el mediodía.

—Estás triste por papá y por Tom, ¿verdad?

Ella asintió.

—¿Y por qué crees que estoy triste por Thomas también? —le preguntó Danielle, acariciando los rubios rizos de su hijo.

—Pues porque Thomas está molesto contigo desde que no le diste un beso en el juego de los Dodgers. Soy un niño, mamá, pero soy muy inteligente para mi edad.

Danielle no pudo evitar sonreír, aunque sintió de nuevo aquel dolor de estómago, por lo que la expresión de su rostro se desfiguró.

—¿Estás bien, mamá? —preguntó Ben preocupado.

—Estoy bien —dijo ella haciendo un esfuerzo—. Solo iré al baño un momento y luego nos vamos, ¿de acuerdo?

El niño asintió. Tenía muchos deseos de ver a Thomas. La pasaba muy bien en esa casa: jugaba con él, con Tim, andaba en bicicleta, cuidada a su gatito... Cada vez estaba más unido al hogar de los Vermont.

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