Capítulo 20

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Thomas llevó a Danielle a comer a Perch, un gustado restaurante en la zona del downtown donde se servía una comida estupenda. Un camarero los condujo hasta su mesa, en la terraza del lugar que se ubicaba en el quinto piso de un edificio, con lo cual poseía envidiables vistas de los rascacielos de Los Ángeles, completamente iluminados cual si fuesen árboles de Navidad.

—Es un gusto verlo otra vez, señor Vermont —saludó el hombre de unos treinta años.

—Muchas gracias, Martin.

Dani lo miró con curiosidad, pero no preguntó de inmediato. El empleado le ayudó a sentarse en su silla y retiró la de enfrente para que Thomas pudiera tomar su puesto.

—¿Visitas mucho este lugar? —inquirió ella por fin cuando se quedaron a solas.

Thomas le sonrió.

—Eres la primera mujer con la cual vengo, sin contar a Mónica —le contestó, mientras colocaba su servilleta sobre las piernas.

Danielle se puso roja. La había pillado, estaba un poco celosa.

—No fue eso lo que pregunté; pero me alegra saber que este no es el guión que sigues con todas las chicas.

Thomas ahogó una carcajada, ya que estaban en un lugar público.

—Solía venir con Mónica y con amigos, pero hacía tiempo que no venía. —Se ensombreció un poco—. Es probable que Martin se haya sorprendido al verme en silla de ruedas, pero son tan profesionales que ni siquiera preguntan para no incomodar.

Danielle sintió pena, así que tomó su mano por encima de la mesa.

—El lugar es precioso, yo tampoco había venido antes. ¿Por qué has pensado en traerme aquí?

Él se encogió de hombros, tratando de recuperar el buen ánimo.

—Siempre me ha gustado mucho; la vista es magnífica, la comida excelente. Cuando soñé esta noche romántica contigo, nos imaginé aquí.

—¿Y qué más imaginaste? —preguntó un poco nerviosa.

Thomas volvió a sonreírle, imaginaba lo que quería decir y le agradaba ver que se estremecía al hablar.

—Sueño todos los días contigo, Dani; pero no te preocupes, esta noche solo quiero que la pasemos bien y que tú seas feliz.

Se concentraron en la carta, para escoger los platillos.

—¡Es comida francesa! —exclamó ella alegre.

—¿Te gusta?

—¡Me fascina! No sé si te comenté alguna vez que fui a Europa con mis padres justo antes de iniciar en la Universidad. ¡Me encantó comer en París! Mi restaurante favorito es Le Grand Colbert, muy cerca del Palais Royale. ¡Lo recuerdo como si fuese ayer!

—Pero han pasado más de diez años. ¿No has vuelto a Europa?

Ella negó con la cabeza.

—Los años de la Universidad fueron intensos, y justo cuando lo pensábamos a considerar vino mi embarazo y... —se interrumpió, para alejar aquel recuerdo amargo—. En fin, ya sabes.

—Yo he estado algunas veces. Mónica y yo acompañamos a papá al Festival de Cine en Cannes cuando éramos unos adolescentes. Luego yo volví a Europa un par de veces más: con mis amigos de la Universidad o luego por trabajo.

—¿Por trabajo? —Ella estaba interesada.

—Hace tres años me invitaron a dar una conferencia en la Sorbonne sobre los escritores jóvenes. ¡Fue muy bonito!

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