1

1.2K 138 9
                                    


1996


El Alfa Mayor Ralf Lennox se encontraba en su despacho con Biel, el primogénito de su segundo al mando y que, a partir del siguiente solsticio, se haría cargo de la manada. Justo al cumplir veintitrés años.

A pesar de ser tan joven era un hombre gigantesco, agresivo y dominante. Para los usos y costumbres de Lennander, él ya era todo un adulto. Los Alfas Mayores iniciaban sus mandatos entre los dieciséis y los dieciocho años, tras lo cual se enlazaban y comenzaban a formar familias. Ya había niños en Lennander que eran hijos de los nuevos ejecutores.

Mientras esperaban, Biel miraba por la terraza hacia el mar. Los acontecimientos de esa noche no eran de su estricta incumbencia, pero sí que tenían importancia para el futuro de la manada. Por semanas fue aprendiz en los asuntos administrativos y financieros. Con su pose tranquila, mostraba toda la seguridad que sentía.

Unos suaves golpes anunciaron a los convocados de esa noche.

—Entre —dijo Ralf.

En fila, cruzaron la puerta los Alfas de Élite Dirk y Ranshaw Lennox, hermanos menores de Biel, Gabe, mellizo de Ozzur Stengel, Patrick Larsson y, por último, Michael, segundo hijo de Fénix Denner, uno de los mejores ejecutores.

—Adelante, muchachos—dijo, haciendo un gesto con la mano para imprimir velocidad a los pasos reticentes de los jóvenes—. Vamos a decidir su futuro en esta velada.

Ralf no era un hombre viejo; apenas cumplía cuarenta y un años. Pero en la última ceremonia de reto, Biel Lennox que, en ese entonces tenía casi dieciocho, lo venció en un combate épico.

Cierto fue que Ralf no se empleó a fondo. De haber querido, hubiera derrotado al muchacho, muy fuerte desde entonces, aunque sin verdadera experiencia en una lucha real.

Pero el Alfa Mayor deseaba hacerse a un lado y dedicar el resto de su vida a sembrar sus tierras y a disfrutar de Petter, con quien procreó un solo hijo Omega; el más hermoso nacido en Lennander.

Quería intentarlo de nuevo. Petter ya tenía treinta y ocho, pero estaba sano y bien alimentado. Podría con una camada más.

Un cuarto de siglo llevaba como líder de la manada. Por duro que fuera confesarlo, Ralf veía su fuerza declinar. Era momento relevar en favor de un Alfa joven y que sería muy poderoso en los tiempos venideros.

—Nuestro futuro líder, Biel Lennox, no aceptará retos en al menos una década, muchachos. Ustedes poseen los atributos y las fortalezas que definen a un excelente Alfa. Cualquiera podría conducirnos. Sin embargo, ninguno de ustedes pertenece al cuerpo de ejecutores, lo cual reduce su participación a colaborar en el cuidado y vigilancia de nuestras tierras. Hoy les será asignada una encomienda crucial y, una vez que la cumplan, estarán muy satisfechos con su contribución.

—¿Cuál es esa misión, Ralf? —preguntó Ranshaw. Era tres años menor que Biel, pero diez veces más impulsivo. Garik Lennox, padre de ambos y otro de los ejecutores de Ralf, pensaba con cierto temor que Ranshaw pudo quedar entre los seis mejores en las pruebas. Era muy fuerte, casi más que cualquiera de su generación.

Pero por su rebeldía, poco confiable.

Por fortuna, el chico fue tan inconsciente en sus entrenamientos, que solo logró un séptimo sitio y quedando fuera de la selección de ejecutores.

Una posición que no engañó a nadie.

—Ahora les diré. Fénix —llamó en voz alta. El hombre hablaba con otra persona en la sala de reuniones se presentó de inmediato.

Lobo Perdido Libro 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora