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Afuera, Hadrien estaba en el piso alfombrado de la pequeña sala que todas las habitaciones de los ejecutores tenían. El sol caía sobre una parte del piso y ahí fue que colocó a sus bebés.

Luego se desnudó, haciendo una pila con su ropa, no muy prolija. Se transformó y en su forma de lobo se acostó junto a ellos. Los cachorros, que ya estaban despiertos y activos, parecieron encontrar el pelaje de su padre como la mejor cosa en el mundo para interesarse en ella. Lo exploraron concienzudamente mientras el gran lobo los limpiaba repetidamente. 

La puerta se abrió, Hadrien gruñó y sus pequeños alzaron las orejas, mirando para todos lados, alarmados, quietos, como si hubieran entendido lo que su padre dijo al inútil que se atrevía a molestarlos.

Era Konrad.

—Oh, lo siento, quería conocer... pero será mejor que vuelva más tarde, ¿verdad?

Hadrien, en su forma de lobo, no cambió mucho su expresión, pero sus ojos se dulcificaron y su cola azotó el piso.

—Bien, bueno, no es que podamos hablar mucho de esto ahora, solo déjame... ¡Oh, por dios! ¡Es cierto! ¡Son cachorros! ¿Y tus Omegas?

El lobo miró hacia la habitación de donde brotaban sonidos que dejaban saber al recién llegado lo que estaba pasando.

—Eh, ya. Entiendo, supongo que se extrañaron. Creo que no debí venir, pero... ¡Es que tenía que sostener a estos pequeños, al menos un momento! ¿Me permites?

La cola que azotó en el suelo fue la respuesta.

—¿Ya te dijeron los nombres?

El lobo alzó las orejas.

—Solo soy el mensajero, ¿de acuerdo? No me muerdas ni nada de eso, porque te la regreso y los bebés están aquí y son muy jóvenes para la violencia. El mayor, que no sé cuál es, se llama Idris.

El lobo sabía cuál era el mayor solo por el olfato. El otro aún olía más a bebé que el primero. Empujó con la nariz al cachorro que estaba escondido debajo del pelaje de su pecho, entre sus poderosas patas, en donde se puso a salvo del intruso que había llegado y cuyo olor le era por completo desconocido.

—Al otro le puso Jaak.

El lobo gruñó, mirando al cachorro que Konrad sostenía en una mano, como una bolita peluda, a la altura de su rostro, para contemplar fascinado su rostro de canino bebé. El pequeño no gimoteaba. Al contrario, parecía que Konrad le era muy simpático y su máximo sueño era mordisquear su dedo.

—Esta —dijo, mostrándole al cachorro a Hadrien—. Es la prueba de que tú eres el Alfa más fuerte de esta manada. Además, te emparejaste con el Omega más fuerte que ha existido jamás en estas tierras y a lo mejor en otras. Evan mismo lo repite con un orgullo que quiero que escuches de él y que te metas en la cabeza; Idris o Jaak serán nuestros siguientes líderes. Tal vez ambos. Así que vas a formar a buenos hombres, ¿De acuerdo, Hadrien? ¿De cuál seré el padrino?

El lobo lo miró sin expresión y luego aulló.

—Bien, creo que eso me deja escoger a mí y yo ¡quiero a este canalla! ¿Eres Jaak, pequeño bribón? ¡Jamás permitiré que sepas el origen de tu nombre, pequeñín!

Si un lobo podía reír, la lengua de fuera y los dientes a la vista del animal hablaban de la gran sonrisa que el orgulloso padre estaba mostrando.

—Por cierto, Evan te busca. Necesita hablar con todos.

El lobo negro pareció poner una mirada de hartazgo, pero se levantó. Sostuvo a su cachorro de la piel del cuello y se acercó a la puerta.

—Eh...¿ No pensamos vestirnos? De acuerdo, me queda claro, ¿qué te parece si yo me llevo esto en una mano y al bribón en la otra? —Tomó los pantalones y miró el resto de la ropa—. Seguramente Evan hará preguntas y estar en bolas no sea propio de... —Acomodó bien a cachorro en su antebrazo y también se apoderó de la camiseta—. No creo que le moleste que vayas descalzo... Claro que puedo sostenerlos también... no voy a tomar tus interiores, mi hermano, lo siento.

Lobo Perdido Libro 2Where stories live. Discover now