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—¿Cómo te fue con tu chico, gran Ranuja? —preguntó con entusiasmo Burkhart al entrar a la habitación. Era una de las varias disponibles para invitados, ubicada en el primer piso de aquel enorme edificio de tres niveles que componía la casa Lennox. Tenía baño y dos camas, lugar para acomodar sus escasas prendas, una mesa, una silla y una ventana. Eso era todo. Incluso tuvieron que proporcionarles artículos de aseo y algunas prendas básicas, puesto que su ropa de invierno les servía para nada y para lo mismo que nada.

Encontró a su compañero recién bañado, contemplando frente al espejo su rostro consumido. Por su torso desnudo escurrían aún gotas de agua y su largo cabello canoso se pegaba a la piel. Una toalla cubría sus esqueléticas caderas. En Jansen hacía tanto frío, que ninguno de los dos se desnudaba con frecuencia, ni siquiera al calor de una noche de luna llena.

No parecía tan contento como el día que Bull, un ejecutor de Lennander llegó por él. Mientras Burkhart y los dos de Lennander iban a jugar a hacer de héroes y la vida les había regalado una victoria sobre sus enemigos, casi con moño y a la puerta. Fue una sorpresa verlo, pero no se hizo líos con ello y se echó sobre la cama. Mantuvo su actitud serena.

—¿Me puedes cortar el cabello, Burk?

Parecía avergonzado. Y tenía los ojos enrojecidos, aunque eso tal vez era debido al jabón. ¿Su hijo lo había repudiado? Apretó los labios. Iba a darle una tarascada a ese cabrón si se atrevió a joder al pobre Ranuja. Y luego Hadrien iba a matarlo, pensó. Suspirando, se levantó para buscar algo con qué trasquilar a su compañero. Encontró una antigua navaja de rasurar, brocha y un recipiente para hacer espuma.

—Hay esto. ¿Quieres que sea tu barbero? Puedo ir a buscar a alguien que sepa lo que hace.

—Con eso está bien. Quiero sacarme todo. Aquí hace un calor tremendo. Lo sentirás como una sartén bajo las bolas a medio día.

Burk hizo un gesto. Estaba tan harto de congelarse, que le daba la bienvenida al bochorno. Se paró a un lado de la única silla de la habitación, ubicada cerca de la ventana que tenía una vista espectacular al mar. A lo lejos se veían los riscos. Podía imaginarse a un joven Ranshaw corriendo por a playa, trepando por las rocas para lanzarse de culo al mar o con un clavado perfecto. Ran siempre le provocó una gran ternura. De cierta manera, algo de aquella inocencia entusiasta suya permanecía latente, aflorando en su sonrisa a través de la soledad y la amargura, de la pobreza, el dolor y la enfermedad.

Su compañero se sentó.

—Tan malo fue, ¿eh?

—¿Qué? No, realmente no. Paul es... Sax, quiero decir, me recordó a mi hermano. Tiene esa misma severa moralidad. Su juicio es implacable. La misma fuerza. Solo es sencillo, como era Kris. No se cree descendiente de dioses. Es un buen chico. Muestra su miedo y vulnerabilidad, pero los esconde. Es... especial —Al final, sonrió. Apenas una breve mueca de orgullo que se apagó con el aire de su siguiente exhalación.

—¿Qué te dijo?

—Me dio la oportunidad de explicar mis razones de mierda. Al parecer no fueron tan malas, porque me permitirá ver a los cachorros cada que yo quiera. Me dijo: "Ya veremos", en cuanto a una relación entre nosotros. Y al final ya no me miraba como si fuera un escupitajo a sus pies.

—Entonces fue bien, Ranuja. Tienes una oportunidad de recuperar a tu familia.

—Sí, creo que sí.

—¿Por qué tienes ese ánimo? Deberías sentirte bien.

Ranshaw miró por la ventana otra vez. Burkhart nunca había estado en Lennander antes. Y que él supiera, ni siquiera su padre hizo el viaje. Aquella era una tierra privilegiada, protegida fuertemente por los bosques y el agua. Ni siquiera había poblaciones humanas en varios días de viaje a la redonda. La comunidad era tan pequeña, tan aislada, que nadie se había sentido interesado en explorar aquellos territorios.

Lobo Perdido Libro 2Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon