Capítulo 9 (Parte 1): Soltar

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Año 2020

Narra Lali.

Hace tan solo tres meses que me había ido a vivir con Santi, las cosas conviviendo eran mucho peor, casi nunca estaba en casa y cuando venía era para acabar discutiendo. No hacía nada, ni cocinar, ni limpiar, ni ordenar... Me lo dejaba todo a mi y resultaba muy frustrante.
A veces me preguntaba por qué estaba viviendo esta relación. Todo era un drama constante y me sentía cada vez más apagada pero aún así una fuerza extraña me hacía sentir atraída por él. Puede que esto suene horrible para una persona que esté cuerda pero el sexo era una de las cosas que más engancha me tenía. Las reconciliaciones eran puro fuego y pasión.
Me había ido el fin de semana a casa de Cande y Andrés, ya que también iba a estar mamá. Tenía pensado volver el lunes por la mañana pero al final adelanté la vuelta para darle una sorpresa a Santi, que no le había hecho mucha gracia que me fuera sin él, pero la, verdadera, sorpresa me la llevé yo al ver como estaba penetrando a una pelirroja sobre la mesa de la cocina. Empecé a gritarle, así que la chica corrió hacía la habitación, mientras él se quedaba en pelotas mirándome y pidiendo perdón.
Empecé a tirarle a la cabeza todo lo que tenía a mano.

—¡SOS UN HIJO DE PUTA! —le tiré un libro que pasó rozando su pelo.
—Te lo puedo explicar —le tembló la voz.
—¡NO HAY NADA QUE EXPLICAR, SOS UNA MIERDA!

Estaba sacada pero cuando la pelirroja salió de la habitación, ya vestida, intentó calmarme. Me explicó que ella no sabía que él tenía pareja y me pidió que baje con ella, que no me quede discutiendo con él porque, claramente, no valía la pena. Le agradecí y le pedí que me espere, no quería quedarme a solas con él pero quería sacar mis cosas.
Me metí en la habitación y él vino detrás de mi. Seguía en pelotas así que le pedí que se vista pero me ignoró.

—Por favor, mi amor. Podemos arreglar esto… Ya sabés, cuando estamos tres días sin tener sexo se me va un poco la cabeza.
—Sos un sinvergüenza —le dije entre dientes mientras guardaba la ropa —Pero es culpa mía, la verdad porque…
—Me alegra que lo admitas —lo fulmine con la mirada.
—La culpa es mía por estar con semejante mierda. Yo sabía que si me metías los cuernos una vez, lo ibas a hacer mil… Me cansé. No me mereces… Perdí años de mi vida con vos, aguanté todas tus manipulaciones, tus llantos para que no te deje cada vez que te mandabas alguna cagada, aguanté que siempre sea todo como vos querías… Todo —me estaba costando aguantar las lágrimas pero acabé de recoger, me saqué el anillo que me había regalo y se lo tiré a la cara.
—No te hagas la difícil amor, esto es lo de siempre… Por favor, hagamos las cosas más fáciles esta vez.
—Tendría que haberte dejado hace un año —lo fulmine con la mirada —Cuando amenazaste con tirarte por el balcón —se me quebró la voz y dejé escapar unas pocas lágrimas de rabia.
—¡Estás loca! —sonrió —¡Mejor andate porque la verdad estoy harto de vos!

Sonreí, dejé el bolso en el suelo y me acerqué a él.

—¡Sos basura! —le solté con bronca y le clavé las uñas en los huevos, con tanta fuerza, que creí que se le iban a salir los ojos de las orbitas.

"Sabía que me servirían de algo estas garras" pensé y sonreí de satisfacción mientras lo veía retorcerse en la cama y puteando en todos los idiomas.
Agarré una bolsa, metí mi juego de ollas, que me había salido un ojo de la cara, y la chica pelirroja agarró la bolsa para ayudarme y me acompañó hasta mi coche.

—¿Necesitas que te alcance a algún lado? —le pregunté cuando metí las cosas en el maletero.
—No, gracias, tengo mi coche ahí fuera.
—Gracias —sonreí —No sé que habría pasado si me quedaba a solas con él... Sabiendo que estabas ahí me sentí más fuerte y capaz.
—De nada —sonrió y se acercó para darme un abrazo.

Empecé a conducir sin tener muy claro a donde iba a ir porque ir a casa de Cande era aceptar que ella tenía razón, nunca le gustó Santi, y no era momento de sentirme juzgada. Mamá tampoco era una buena opción, desde hacía años, que no ejercía de madre porque la verdad es que nunca se recuperó de la separación.

—¡Hola papi! —sonreí cuando me abrió la puerta pero enseguida me largue a llorar entre sus brazos.

Mi papá había visto pocas veces a Santiago y tampoco le había gustado. Era como que todo el mundo sabía que él no valía nada, menos yo...

—Se acabó para siempre —le dije cuando me senté en el sofá y me seque las  lágrimas.
—Me alegra que me lo cuentes porque eso quiere decir que esta vez es de verdad.
—Y si... Si ya te lo cuento no hay vuelta atrás —reí —¡No puedo volver con él después de decirte que es una basura!
—No te lo permitiría —se sentó a mi lado y me dio un té de vainilla.
—Me traje todo lo que pude...
—Las ollas —dijo mirando mis bolsas —Eso era importante.
—¡Me costaron un riñón! Solo me falta algo de ropa porque después todo lo tengo acá.
—Las iré a buscar yo, no te preocupes —tragó saliva —¿Qué pasó?

No quería entrar en detalle del tormento así que me límite a lo básico.

—Me fue infiel unas mil veces, aunque me lo negaba siempre, pero esta vez lo agarré con las manos en la masa...
—Bueno cariño, no pasa nada... No era para vos, el amor te está esperando en otro lado y uno bueno... Esto te tiene que enseñar a entender lo que querés y lo que no.
—Ahora lo único que quiero es quedarme en casa con vos ¿Crees que le va a importar a Florencia?
—¡Va a estar encantada de tenerte acá! —me abrazó.

Florencia era la novia de papá desde hacía cuatro años. Le había devuelto la felicidad y a mi me encantaba, porque ella era mágica, y mi papá irradiaba luz a su lado.

——

Dicen que aferrarse duele mucho más que soltar y es muy real. Las semanas posteriores a la ruptura me sentí liviana. Había llorado tanto en esa relación que ahora no era capaz de soltar ni una sola lágrima.
Con el paso de los días empecé a comprender la gravedad de todo lo que llegué a permitir, sentí pena de mi, también mucha rabia... ¿Como permití que me trate tan mal? ¿Y como era posible que una infidelidad, en mi cara, haya sido el motivo para terminar cuándo había tenido otros motivos más graves?
La verdad que no tenía esas respuestas y sentía bronca, mucha, por haberme querido tan poco... Aunque también SOLTAR me hizo sentirme feliz y en paz.

Me estaba quedando en casa de papá pero quería alejarme de la ciudad y ya había hablado con mi abuelo para volver a Cariló, él no quería que fuera a controlarle, pero no quería decirle que mi motivo era más por mi porque no quería ponerlo triste.
Desde que mi abuela falleció, él está solo en esa casa y aunque vamos a verle seguido, me pone triste que esté sin nadie pero es imposible sacarlo de ahí.

—Espero que me vengan a visitar —le dije a mis compañeras de trabajo cuando fui a recoger mis cosas.
—Obvio que voy a ir —me dijo Euge y me abrazó —Cuando me dejen un fin de semana libre —miró a Mery de reojo.
—Te vamos a extrañar —me dijo Mery —Cuando quieras volver, acá tenés tu lugar.
—Te agradezco pero creo que no voy a volver a la ciudad... Demasiado bulliciosa.
—¿Cuando te vas? —preguntó Luisana.
—Después de las fiestas, así que todavía puedo ir a la cena de empresa y ya me despido bien de todos.

No me había costado mucho tomar la decisión de dejar todo y volver a mi refugio... A mi lugar favorito en el mundo para volver a conectar conmigo misma.

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