Capítulo 2: Le falta un tornillo.

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¿Te ha pasado alguna vez que todos te quedan viendo raro sin disimular ni una mueca? Ya sea por tu forma de vestir o por algún chisme que corrió por ahí sobre ti, que a lo mejor era cierto, a lo mejor era mentira, quién sabe, cada persona con su propia historia detrás de esa sonrisa; y te ven examinándote, analizando tus movimientos, a cualquiera le pasa en una u otra fase de la vida.

Sí, «sonrisa», porque en algunos momentos todos pasamos por eso, sonreímos cuando por dentro estamos hechos trizas, con miles de problemas o pensamientos tristes. Personas que se esmeran en hacer reír a todo el mundo con una sonrisa reluciente, ¿Los has visto alguna vez caer? ¿Llorar? Pues si le observas bien, podrás notar en su mirada que algo le inquieta, y le hace recurrir a la distracción más «relajante», conocida como «reír». ¿Verdad que las risas son de lo mejor para olvidar a los problemas por un instante?

Hasta te quedan viendo cuando ríes a carcajadas, preguntándose porqué alguien se ríe con facilidad en un momento serio, porque cuando todos hacen lo mismo, no te notan, ah, pero si haces las cosas diferentes, marcas la desigualdad y ya se fijan en ti, como si fueras un espécimen de otro planeta y toman a la palabra «raro» para definirte, porque lo único que conocen de ti es por tus acciones y actitudes ante situaciones selectivas.

Por lo cual puedes ser alguien callado y reservado, ellos ya te colocarán una etiqueta de «asocial» y creerán que no te agrada relacionarte con personas (estás en todo el derecho si son unos estúpidos, es comprensible) o sí eres muy conversador, agradable con todos (hasta con los que te desagradan, pues que los toleres con educación no te hace hipócrita, solo demuestras tu nivel de educación y madurez ante niñerías) ya te dicen «sociable» o «buena onda» en algunos lugares. Eres reservado o abierto, todos te critican y etiquetan.

Estamos en un mundo lleno de etiquetas sociales.

Día tras día, la sociedad es más cruel, otros son más necesitados de atención y están los que la evitan, es como si estuviéramos en la vida diferente sin haberla vivido, es decir, hay personas que son invisibles ante todos y desean en algún momento de su existencia que los noten, en cambio una persona que recibe tanta atención por parte de todos, se harta de tantos entrometidos que le juzgan absolutamente todo lo que hace, estando bien o mal, desean ser invisibles. Irónico, ¿no?

Aunque bueno, también están los que aman la soledad, y los que aman a la atención; casos en desacuerdo. Todos somos diferentes de una u otra forma, si de personalidad y pensamiento se refiere.

Había muchas cosas que me hacían diferente, aunque muchos en la escuela intentaran imitarme, por ejemplo, si alguien imponía reglas de vestir para las almas planas y sin personalidad propia que necesitaban igualarse a los demás para tener su aprobación, esa era yo. Por más que suene muy superficial, quiera o no, todos me criticaban, y tenía que mantener una imagen.

Era agotador.

Y ahí estaba yo, viendo como siete chicas llevaban la misma imitación de una blusa de diseñador europeo que usé la semana anterior. ¿Por qué creen que compro ropa cada semana?

El picoteo de una punta fina y afilada insistió tanto para llamar mi atención, sin embargo, no me apetecía establecer conversación con nadie en esos instantes.

—¿Pasa algo, Maddie? —La voz de Kyle me hizo apartar la vista de la blusa rosa con estampados de flores al estilo vintage.

¿Qué si sucedía algo? Solo estaba confundida y sin identificar el sentimiento que me inundó cuando vi el dichoso dibujo, que, por cierto, no había intercambiado con mi tarea.

Así que no sucedía absolutamente nada.

—¿Por qué ha de pasar algo? —pregunté viéndole directo a los ojos.

El chico de los audífonos. [Borrador].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora