Capítulo 2

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-Recuerda la canción del conejito.
Primero una orejita
Luego la otra
Las dos se quieren mucho
Ahora las cruzas
y no se te desanuda.

Siempre me reía de pequeña cuando me la recordaba mi padre. Fue él el que me enseñó a atarme los zapatos. Intentaba hacerlo con todas mis fuerzas, hacer un nudo perfecto, casi nunca salía. Pero a él sí. Siempre.

Tenía los ojos marrones. Pero no un marrón como el sucio barro. No, era un marrón más claro y...y el recuerdo ya se había desvanecido. A veces los recuerdos llegaban, los recuerdos de mi vida abterior. Pero llegaban por fragmentos y cuando querían. Nadie me había asegurado qur llegarían todos, pero yo confiaba en ello. En este fragmento mi padre estaba sentado en mi cama y yo a su vez estaba sentada en él, aprendiendo a atarme los cordones. Algo tan simple como eso, pero es algo que marca la vida de un niño pequeño. Algo que se convierte en un pequeño escalón entre la niñez y convertirse en un adulto.

Mi padre tenía, perdón, tiene (no está muerto) los ojos marrones, como yo. Pero los míos son más verdosos. Los suyos, en cambio, son más...avellana. Eso es. Avellana. Ese recuerdo puede parecer una tontería a sinple vista, pero para alguien que no se acuerda de nada, ni siquiera de como eran sus padres, es algo muy importante.

Aferrarse al color de sus ojos, ya que no te puedes aferrar a él.

No sé porque me acordé de esto justo cuando iba a entrar el chico nuevo, pero así fue. Yo seguía con los ojos cerrados. Y no pensaba abrirlos. Alguien había picado a la puerta y había entrado.

-Hola -dijo el nuevo a la clase

Surgieron muchos saludos, suspiros de admiración y de envidia. Lo que surgió a mi lado fue un:

-Vaya, no está mal.

¿De verdad? ¿De verdad hasta Mike pensaba eso? ¿Justo el día que no quería mirar? Con esto saco dos conclusiones: el tío este está buenísimo o Mike es gay.

-Deberías mirar -sugirió Mike

Negué con la cabeza

-No pienso hacerlo

-Buenos días, querido -hasta parecía gustarle a Sophie. Me empezaron a entrar las dudas- preséntate por favor.

-Bueno...me llamo Jonathan, pero me llaman Jace. Tengo dieciséis años como vosotros y umm... -al pobre chico no se le daba bien hablar en público- vivía en Bélgica. Cuando estaba vivo...

Y ya no lo resistí más. Tenía que ver a ese belga de una maldita vez. Tenía que abrir los ojos. Y así lo hice.

Había que reconocer que era muy mono. Alto, con los ojos azules, pero no era un azul normal, como ese que puedes encontrar en tanta gente. Era un azul como un mar en calma. Tan oscuro como si fuese medianoche. De esos que a la sombre te pueden parecer negros. De esos que una vez que los miras no puedes parar. De esos que te sumerges en ellos. De esos que cuentan mil historias.

¡Para! No te puede pasar esto tan rápido, concéntrate Lara.

Era alto, bastante más que yo. Aunque eso tampoco era muy difícil. Yo era pequeña, muy bajita, con los hombros estrechos pero firmes. Genial para que los profesores no se fijasen en ti mientras duermes en clase. En cambio, Jace era ancho de espaldas, y probablemente llamaba la atención allí donde iba. Tenía el pelo largo, le cubría las orejas, y en la zona de la nuca comenzaba a hacer pequeñas ondas. Se le rizaba también en los lóbulos de las orejas. Era negro, como el carbón. Era tan...irresistible.

Somos el yin y el yan.

La oscuridad y la claridad

Pero no debía pensar en eso.

-Bueno, sé que estás nervioso, así que, ¿alguien quiere hacerle alguna pregunta?

Veo como la mitad de la clase levanta la mano y después bajo la cabeza y me concentro en la música.

-¿Cuál es tu color favorito? -lo pregunta una chica, como no. Esa clase de preguntas siempre las hacen las chicas.

-El verde. Pero no ese verde moco, sino el verde de los bosques más bien.

¡Vaya, que preciso!

¿Cómo te apellidas? -esta vez es un chico

-Jonathan Cnockaert Stiefvater.

¿Que qué? ¿Cómo se escribe eso? Las preguntas siguen:

-¿Cuál es tu número favorito? ¿Tu símbolo del zodiaco? ¿Tu tercer apellido?

Vuelta a las preguntas tontas, cuyas respuestas son: "9, siempre lo llevaba a mi espalda" "Piscis" "Hill". Si solo quieren llamar la atención, podrían hacer de cosas de más provecho cómo participar en clase, sacar buenas notas. Aunque no estoy buena para hablar. Como me paso todo el día con los cascos puestos no atiendo en clase y cuando me preguntan algo no me entero. Tampoco soy muy aficionada a estudiar, como Helen o Shay, las empollonas de la clase. A partir de sus respuestas surgen otras preguntas como:

-¿A qué deporte jugabas? ¿Cuándo naciste?

Las respuestas por si os interesan son: "Jugaba al balonmano, pero también se me daba bien el ciclismo" " El 9 de marzo". Las preguntas tontas continúan hasta que Mike suelta una bomba contra el pobre chico:

-¿Por qué moriste?

Cuando el pasado sí importaWhere stories live. Discover now