Capítulo 3

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Era sábado.Un 10 de julio normal y corriente, como cualquier otro. Eran vacaciones y habíamos ido a celebrar mi cumpleaños a la playa de la Vega, bautizada como mi segundo apellido. Mi hermana Noelia iba a mi lado, en la parte trasera del coche. Mis padres iban delante y conducía mi padre. Nuestro perro, un Labrador Retriever, iba adelante con ellos. Ladraba a todos los coches rojos que pasaban. Siempre lo hacía.

En la radio sonaba Depecge Mode. Mi padre cantaba moviendo la cabeza y soltando algún grito que otro de vez en cuando mientras que mi madre se llevaba las manos a la cabeza e intentaba bajar el volumen sin que mi padre se enterase.

Noe y yo mirábamos por la ventana, aún podíamos avistar el horizonte del mar. Aquella mañana habíamos estado conduciendo mucho tiempo para llegar hasta allí y hacia mucho calor. Le atacaba las neuronas de mi hermana pequeña. Tenía cinco años y era bastante insoportable cuando se enfadaba.

-Noe, calla un poco por favor -le suplicaba

Estaba enfadada porque se le había olvidado el cubo de arena en la playa. Estábamos demasiado lejos de la playa como para dar la vuelta.

-Pero era mi cubo. El que tenía un dibujo de la playa -sollozaba- y tenía mi nombre. Tú no lo entiendes Lara.

Mi padre soltó un suspiro.

-¿Tan importante es para ti? -le preguntó

Noe asintió con la cabeza y miró esperanzada a papá. Mi padre giró el volante y el coche viró hacia la izquierda. Dirección incorrecta. Este se estrelló contra un árbol muy fuerte y el coche de atrás, nervioso, no frenó y chocó contra nosotros. No me habría pasado nada, seguiría viva, si hubiera tenido el cinturón abrochado. Recuerdo que hacia mucho calor y me lo había desabrochado porque me molestaba.

-Está bien, pero que no te pillen -me había dicho mi madre.

El golpe contra el árbol no me había matado. Había sido el golpe del conductor de atrás. Rompí la ventanilla con la cabeza y se me clavaron los cristales muy hondo. Demasiado hondo. El conductor de atrás no hizo nada por ayudarme y para cuando llegaron las ambulancias ya era demasiado tarde. Había muerto. Había perdido demasiado sangre y las heridas no se cerraban.

Ese día, la mía no fue la única muerte. Scooby, nuestro perro, estaba encajado en el hueco de los pies del copiloto. Al estrellarnos contra el árbol, su espacio disminuyó y no pudo respirar. Nuestras muertes aparecían identificadas como: "derrame cerebral y desangramiento" y "ahogamiento". Creo que el copiloto del coche de atrás también había muerto. Pero no sé nada de él.

Mis padres y mi hermana no murieron, pero resultaron heridos. Mi hermana y mi madre resultaron muy graves. Lo de mi padre fueron solo heridas leves y gracias a él las dos salieron adelante.

Cuando Scooby y yo llegamos aquí tuve que convencerle para que se quedara conmigo un tiempo, hasta que fue demasiado tarde para cruzar.

Y por eso me encuentro aquí.

Cuando el pasado sí importaWhere stories live. Discover now