Capítulo 30

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Y ese ya era el cuarto día. Cuatro días me estaban pasando factura.

-Vamos Lara. Tienes que levantarme.

-¿Por qué? -gemí.

-Porque hueles que apestas y tienes una ducha calentita esperándote. -argumentó.

-Suena tentador. Pero, ¿para que oler bien si no le importas a nadie?

-Vamos Lara, no seas tonta. Te sentirás mejor.

-Son las siete de la mañana y estoy depre. No me convence, la verdad.

-Faltan tres horas para entrar al instituto. Y, sinceramente, las vas a tener que aprovechar a tope.

Abrí los ojos y Mike me tiró una toalla a la cara.

-¡A la ducha!

Le hice caso, tarde o temprano esto tendría que pasar. Cuando iba a cerrar la puerta me di cuenta.

-Mierda la ropa.

-Te la doy yo ahora. Ale, ¡a cantar bajo el agua!

Me metí en la ducha y me froté bien la piel para quitar toda la suciedad acumulada de estos días. Me enjaboné el pelo unas cuantas veces y cuando salí de la ducha me lo peiné bien y me lo sequé. Me quedé mirando el reflejo del espejo. En él aparecía una Lara delgada, de ayunar todos estos días. Tenía ojeras y los ojos apagados, a pesar de haberme pasado el día durmiendo. Los ojos seguían algo hinchados de tanto llorar. El pelo, seco y despeinado, me caía sobre los hombros, haciendo pequeñas ondas.

Me vestí con la ropa que encontré a la puerta del baño. Mike había apostado por algo elegante y femenino, lo contrario a lo que me apetecía llevar. Me enfundé la falda de flores oscura y la camiseta blanca que citaba: "Cool... Always". La falda era la favorita de Jace y cuando la vi tuve que hacer esfuerzos por no llorar. Me calcé unas botas beiges y me puse una banda en el pelo a juego con la falda. Me maquillé, prestando total atención a las ojeras de los ojos y pintándome los labios de rojo. Me ricé el pelo con la plancha y me di los últimos toques.

Cuando hube acabado parecía que todo lo pasado aquella semana había sido agua pasada. Bajé los escalones de dos en dos hasta la cocina. Mike había hecho el desayuna y en ese momento me sorprendía con unos huevos revueltos y bacon.

-Vayaaaa. -silbó cuando levantó la vista hacia mí.

Di una vuelta completa, confiada en mi misma sobre unos zapatos con algo de tacón.

-¿Café? -le pregunté sabiendo la respuesta por anticipado.

Él asintió y yo llené dos tazas. Me senté a la encimera y comí en silencio. Había tardado casi dos horas en arreglarme y mientras Mike fregaba yo leía el libro dorado. Leí durante media hora, hasta que nos fuimos los dos juntos al instituto. Como en los viejos tiempos.

.......

-Hola, nena. -me susurró alguien al oído. Ese apelativo solo podía ser de una persona.

Acabé de coger mis libros y cerré la taquilla, escondiendo el libro dorado de su vista.

-¿Qué quieres? -le pregunté cortante. ¿Desde cuándo venía él al instituto?

-¿Dónde has dejado a mi hermano? -le lancé una mirada asesina- Ah. Ya veo. ¿Al fin te has cansado de él o ha sido al revés?

Mostraba una cara preocupada, pero a mi no me engañaba. Era tan falsa como Jace.

-Déjame, ¿vale? Sólo quiero estar tranquila. -quería estar segura de que me iba a dejar en paz así que susurré- Por favor.

-Vale, nena. No quería ofenderte. -Ja. Eso no se lo cree nadie- he estado pensando, ¿sabes? Y como tu y mi hermano ya no salís, he pensado que quizá...

-No. Olvídate. No quiero tener nada que ver ni contigo ni con Jace.

Empecé a caminar por el pasillo, dejándole atrás.

-Piénsatelo. -gritó para asegurarse de que le oía.

.......

Paula me pasó una nota por debajo del pupitre. Aparté de Mike, ella era a la única que conocía en ese instituto. Era morena, tenía el pelo liso y los ojos marrones. Tenía un lunar al lado del labio que siempre me había gustado. Abrí la nota y la leí intentando que el profesor no me viese.

"Se me olvidó decírtelo. Hoy estás muy guapa"

Decidí no dejarme engatusar por Harry. Jace siempre me había dicho que no me fiase de él. Pero bien pensado, Jace siempre había estado engañándome. Tal vez fuese él el verdadero malo de la película, no Harry. Además, ya era mayorcita. Sabía cuidar de mi misma y mis poderes habían vuelto. Contesté a la nota. Con un simple: "Gracias".

Al poco una nota nueva me llegó.

"Por favor, piensa en quedar conmigo. Solo un día. Si no te gusto te dejaré en paz."

"Está bien. Solo un día."

"¿Ésta tarde? ¿Hacia las seis?"

"Claro"

"Te voy a buscar"

"¿Cómo sabrás donde vivo?"

"Ya me las arreglaré"

Era consciente de que podía parecer una pésima idea. Pero, ¿qué me podía pasar? Ya estaba muerta.

Cuando el pasado sí importaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora