Reviviendo el pasado

6.6K 1.3K 360
                                    

La conversación que mantuve con Albert fue mi salvación. Era verdad lo que pasaba en el colegio, medicaban a los alumnos más rebeldes para controlarlos. No me percaté de eso antes, pero las monjas siempre estaban muy al pendiente de los alumnos. Observaban como águilas esperando a cazar su presa y siempre se cuchicheaban entre ellas. Estaba seguro de que descubrieron la biblioteca secreta y la seguían manteniendo para saber cuáles eran los alumnos descarrilados. Solo dije que tenía pesadillas y eso les bastó para que me medicaran. No debía huir más.

En la noche, cuando la monja que cuidaba el dormitorio me dio la pastilla, la escondí debajo de mi lengua, como me aconsejó Daniel. Cuando se fue, la tiré por el retrete. No obstante, seguía teniendo mucho sueño, el efecto de las que tomé anteriormente no se iba del todo. Me preocupó pensar que me quedaría para siempre así. En mi preocupación, no demoré mucho en dormir. En sueños escuché que alguien entró a mi habitación caminando sigilosamente. Pensé que era un sueño, la idea se esfumó cuando sentí todo muy real. Era Terry, para él no era difícil llegar a mi cuarto, estamos en el mismo dormitorio y su habitación estaba al fondo del pasillo. Se acostó a mi lado y se cobijó con el otro extremo de la sábana con que me tapaba.

—¿Estás dormido? —murmuró.

—Lo estaba, ¿qué pasa? —susurré.

—Quería viajar al pasado. Cuando éramos niños conversábamos hasta quedarnos dormidos. Cambiamos mucho, Isa.

—¿Isa? —repetí.

Me ladeé, intenté verlo con la luz de la luna que se filtraba a través de los relieves de la ventana. Su rostro azulado me pareció que contenía tristeza.

—Ya no siento que seas el Gabriel que conocí. El niño llorón, pero soñador —confesó.

—Cuando te fuiste ya no tuve con quién hablar y ser el niño llorón y soñador. Me quedé solo, con miedo de hacer amigos y perderlos con el tiempo —dije la verdad.

—Lo siento, Isa. No fue porque quisiera. —Llevó su mirada en la puerta por un momento, como si se asegurara de que nadie anduviera cerca y luego enfocó su ver en mis ojos—. Cuando me enteré de que regresaría pensé mucho en ti y fui feliz creyendo que te vería de nuevo, aunque dejara atrás a mis otros amigos y novia. Tú tenías algo... Algo que te hacía diferente a los demás. Tal vez mucha resiliencia. Veo un poco esa chispa en tus ojos, pero se apaga. Estoy preocupado por ti. Quiero recuperarte, pero tú haces una muralla, me miras sin emoción, me sigues la plática, pero no te abres. Quiero recuperar a mi amigo. Te extraño —dijo sin dudar.

—Lo siento, Terry. Olvidé muchas cosas, decidí hacerlo porque era difícil recordar mi pasado alegre contigo y seguir en un presente tan solitario. Ese miedo, de que me abandonen, sigue ahí, por eso estoy tan distante —justifiqué murmurando.

—No eres así con Daniel —reclamó—. Lo miras mucho, le sonríes tiernamente y se abrazan... Estoy muy celoso. —Cruzó los brazos—. Tú eres como un hermano para mí, derriba la muralla que mantienes entre nosotros. He vuelto y no me iré.

—Lo siento, Terry. No quería hacerte sentir mal. Sabes, hoy no tomé el medicamento... —Estaba a punto de decirle a Terry lo que descubrí, pero me callé.

—No me parece buena idea. Te lo dieron para que estuvieras bien. Daniel te aconseja mal. No me da confianza, él es extraño. Me recuerda a Lucifer.

—¿Por qué? —pregunté sonriendo.

—Era un ángel hermoso que fue en contra de Dios. Daniel es encantador y apuesto, pero algo no está bien en él. ¿Has visto sus brazos? Tiene cortadas. Y dice cosas extrañas, y...

—No lo juzgues —interrumpí con el entrecejo fruncido—. Aún no lo conoces bien. Sé que no piensan igual, pero eso no significa que no puedan llevarse bien.

—Alguien que no tiene temor de Dios es muy peligroso —aseguró.

Solté un ligero suspiró.

—Eso no lo hace malo —dije.

—Es malo negar a Dios —aseguró.

—Es malo imponer dioses —refuté.

—¿No me digas que tú tampoco crees? —preguntó en voz baja, algo asombrado.

—¿Eso importa? ¿Me definen mis creencias y no mis actos? —Fruncí ligeramente el ceño—. No creo. Lo siento si eso te ofende. No siento a ningún Dios, me parece poco creíble lo que nos inculcan en el colegio.

—Tienes que aceptarlo en tu corazón para creer en él. Sabes, yo también dudaba, pero mi madre se enfermó del corazón, necesitaba con urgencia un trasplante. Recé con mi poca fe para que consiguiera pronto un donador. Juré desde mis adentros que si lo conseguía, no dudaría más en Dios. Y así fue, él se mostró ante mí en forma de milagro.

—Bien por ti y tu madre. Pero, por favor, sé más tolerante con quienes no recibieron un milagro a cambio de creer. Todos somos diferentes y no somos malos por no creer en lo mismo.

—Tienes razón. —recapacitó Terry—. Rezaré para que Daniel y tú sientan pronto a Dios. Y los trataré como los hermanos que somos.

Terry había cambiado mucho, como yo.

—No juzgues a las personas —musité—. No todos llevamos la misma vida y crianza. No somos iguales. Se supone que Dios es un ser tolerante que ama a sus hijos, no más —dije cansado.

—Ya no me regañes. —Se dio la vuelta, dándome la espalda.

Me acerqué a él y recargué mi cabeza en su espalda.

—Terry, tú eres bueno por naturaleza, no necesitas justificar tu bondad con nada. Estamos en la tierra donde importan los actos. Recuerdo lo gentil que eras. En el pasado, a tu lado no tenía miedo. De verdad, eras como un hermano para mí.

—Quiero saber todo de ti... —musitó.

—No hay mucho que contar, siempre he estado aquí, apagándome como una estrella que se muere en el vasto universo —dije, nervioso—. Me gusta escucharte. Háblame de lo que quieras.

—La verdad es que... —Se volvió a girar, juntó sus manos encima de su pecho y llevó su mirada al techo—. Le dije a mi novia que nos casaríamos cuando saliéramos del colegio y podríamos seguir estudiando sin separarnos. Creo que fue algo apresurado.

—No soy experto en esos temas, pero creo que es importante hacer lo que el corazón dicta —dije.

—¿Tú haces lo que tu corazón te manda? —preguntó Terry divertido.
Callé y pensé en Daniel. Por muchos motivos no le decía lo que sentía por él. Tal vez era muy pronto y temía que él no sintiera lo mismo que yo. Posiblemente seguía enamorado de su profesor. Era peligroso, podríamos tener el mismo destino que Bach. Y me encontraba en una monotonía cómoda y segura. No tenía el suficiente valor para alterar las cosas, era cobarde... Pensé que siendo su amigo podía estar cerca de él para siempre.

—No —respondí desanimado.

—Tengo una última pregunta —murmuró pensativo.

—Te escucho.

—Siento que aprecias a Daniel más que como un amigo. He visto cómo lo miras, le sonríes, te sonrojas, lo abrazas y buscas seguido estar a su lado... Eso me pasaba con mi novia. ¿Te gusta Daniel? —preguntó en un hilo de voz tembloroso.

—Es mi amigo —contesté dudoso.

Terry sonrió, aliviado. 


-NOTA DE AUTOR-

Hola, espero que les esté gustando la obra <3 No olviden dejarme sus impresiones en los comentarios. =D 

Cuando cierro los ojos se van los santosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora