Demasiado bullicio

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El centro de la ciudad no era como me lo había imaginado

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El centro de la ciudad no era como me lo había imaginado. Sin mis lentes miraba un poco difuso, como si todo perteneciera a una pintura. Las personas caminaban apresuradas, se veían tan grises con sus abrigos y bufandas negras. A la lejanía resonaba el motor de los vehículos que transcurrían en las avenidas. Demasiado bullicio. Al parecer, el domingo era el día perfecto para salir. A pesar de lo malo, vi muchas cosas buenas. Como los negocios de arquitectura antigua que desfilaban por las calles y daban sombra en los andadores. Cada uno parecía un universo diferente. Fuera de estos, había bastantes árboles en jardineras, sin follaje, por el invierno, en su lugar los tulipanes daban vida. Me encontré con la mirada fuentes de diversas esculturas. Mi favorita fue la de una sirena tocando el arpa. Y la que más llamó mi atención fue la de una serpiente de varios metros de altura. Bastantes personas se reunían alrededor de esta para conversar, al igual que palomas grises y blancas. También vi museos, un gran cine, lugares donde se impartían cursos artísticos y muchos restaurantes. Los anchos andadores mantenían el empedrado de la antigüedad. Colgaban adornos navideños de los faroles. En el aire se paseaban diversos aromas mezclados entre sí.

Me dolía el cuello de mirar de un lado a otro. Descansamos un rato en las bancas de un jardín central. Planificamos con la monja a los lugares a dónde ir.

—Quiero ir a la heladería —dijo agitado Milano.

—Yo a la librería —comentó en un hilo de voz Ángelo.

Él era muy bajito y tímido, no tenía mucha presencia. Me agradó su idea de ir a la librería.

—Yo quiero ir a la juguetería —añadió Claudio con una amargada entonación.

También era de tercer año como Ángelo. Era alto y flaco como un espagueti, su voz era algo ronca. Tenía una mirada profunda y aterradora, como si odiara todo lo que viera.

—No nos dará tiempo para ir a todos los lugares —notificó la monja.

—Hermana, creo que sería mejor si nos dividimos en grupos de dos personas —sugirió encantadoramente Daniel.

—No pueden, chicos, las reglas. —Torció ligeramente los labios.

Cada vez que la miraba, me convencía más de que ella no tenía lo que se necesitaba para ser una monja.

—No nos separaríamos como tal, hermana. Nos podemos reunir a la una en la fuente de sirena. Así todos alcanzamos a ver las tiendas que nos interesan —volvió a hablar Daniel.

—Podría ser... —Llevó su pequeña mano en su mentón.

—Me hago responsable de cualquier cosa. —Daniel llevó su mano en su pecho, donde latía su corazón.

—Intentemos por esta vez. —Sonrió—. Pero si llegan un minuto tarde, no volveré a permitir esto. ¿De acuerdo? —cuestionó con una alegre voz.

—Sí —respondimos todos.

—Gracias, hermana, no la defraudaremos... —Sonrió Daniel complacido—. Veamos, Isaac ve con Claudio, Milano con Ángelo. La heladería y librería están cerca. Me quedo con la hermana, si demoran en regresar en la hora acordada, los buscaré muy enojado.

—Yo quería ir contigo —le murmuré a Daniel.

—Date prisa, quiero ir a la juguetería —me llamó Claudio con una entonación agresiva.

—Ya hablamos después. —Me guiñó el ojo. 

Cuando cierro los ojos se van los santosजहाँ कहानियाँ रहती हैं। अभी खोजें