🔸️Capítulo 4 - Más que dos

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A medida que Lali sube los escalones de la residencia, aumenta el volúmen de todos aquellos que cantan, gritan y aplauden. La mochila le pesa en la espalda y deja que se caiga por un hombro, tiene las piernas cansadas y por eso también arrastra los pies. Cuando llega a la cocina, todos los residentes bordean la mesa larga mientras terminan de cantarle el feliz cumpleaños a Alan que, según la torta que le regaló Mercedes, llegó a los veintisiete años.

−¿De qué me perdí? -pregunta y deja la mochila en el piso.

−De mí -responde Alan que es abrazado por su compañero de habitación- siempre te perdés de mí, Lali.

−Por algo será. Me sorprende que todavía no te hayas dado cuenta -y roba un alfajorcito de maicena que hay apilados en un plato plástico. Carla está sentada, ríe y le apoya la cabeza en su brazo cuando la cruza por delante.

−Pensé que ibas a llegar más tarde -le dice Mercedes- por eso arrancamos a cantarle y le dimos la torta.

−Está bien, Mecha -habla mientras mastica- yo también pensé que iba a retrasarme, pero por suerte me dejaron comida... −y después va hasta Eugenia que también está sentada y apoya los codos en sus hombros.

−¿Podemos saber cuáles fueron los deseos? -pregunta Belén, la bailarina de la residencia. Está con calzas blancas porque en diez minutos va a ensayar.

−Nunca digo lo que pido y siempre se me cumple así que ésta vez no será la excepción.

−Ojalá hayas pedido más neuronas -comenta Lali, pero Alan se ríe.

−Yo sé que muy en el fondo me querés -se acerca y la abraza con todo el cuerpo. Lali revolea los ojos y arruga la nariz, pero no le corresponde.

−Bueno, ya está -y le da palmaditas chiquitas en un brazo para que él entienda que tiene que separarse.

−¿Organizaste algo para hoy? -le pregunta Carla.

−Por supuesto, compañeros. Veintisiete no se cumplen todos los días así que ésta noche lo festejaré como corresponde en un bar donde voy a tocar con mi banda y en el que todos están invitados.

−Yo no voy a estar porque vuelvo a Mar del Plata -le comenta una que está sacándole los confites de chocolate a la torta.

−Vos estás perdonada, Gina. Pero los demás no tienen excusas -y los apunta con un dedo.

−¿Yo también tengo que ir? -Lali baja los hombros y demuestra frustración.

−Sin vos no hay fiesta -confirma y le guiña un ojo.

−Viste que es bueno... −le dice Eugenia cuando los demás se alejaron con sus respectivas porciones de torta.

−Que a veces sea bueno no tapa que siempre sea un tarado -agrega- no puedo creer que hubo una época en la que te gustaba. No, perdón: no puedo creer que hubo una época en la que saliste con él.

−Bueno, todos tenemos algún muerto en el placard -y clava la cuchara en el centro del bizcochuelo- ¿Cómo te fue?

−Bien... -mientras busca la taza con su inicial en la alacena− estoy un poco harta de estudiar.

−¿Quién no? -sube las cejas- no veo la hora de recibirme e irme de viaje durante tres meses -sueña con la boca llena y un poco de crema manchándole la comisura- ¿Terminaron el trabajo? -Lali asiente- y hablando de muertos en el placard, ¿qué onda con el profesor?

−¿Qué profesor?

−El que te volteaste -responde con tanta naturalidad que Lali va girando el cuerpo lentamente- aia, qué miedo esa cara.

CUANDO EL AMOR ES DE ENGAÑOWhere stories live. Discover now