🔸️Capítulo 5 - Seremos cómplices

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Lali empieza a abrir los ojos y las puntadas en la cabeza la obligan a presionar los párpados. Se queja, hunde dos dedos de cada lado de la sien y vuelve a quejarse. Se humedece los labios con la lengua y también hace ruido con la boca porque siente la garganta seca. Recién cuando gira en el colchón se da cuenta que está ocupando una cama de dos plazas y ella no tiene cama de dos plazas. Tampoco tiene ese escritorio esquinero ni esa pila de libros que no alcanza a leer los nombres de los autores, pero seguro son sociólogos, filósofos o psicólogos. Se levanta de a poco y choca con su propia imagen porque en la pared de enfrente hay un espejo, así que se descubre con ojeras, el maquillaje corrido, el pelo hecho un desastre y en corpiño. Tiene que levantar la sábana para verificar que tiene la bombacha, pero de todas formas está un poco asustada porque no recuerda esa casa. Bueno, tampoco recuerda cómo llegó ni con quién durmió -si es que durmió con alguien−. Un ruido en el estómago le hace confundir si se trata de dolor o de hambre, pero cuando siente que algo está subiendo en dirección a su boca, tiene que tapársela con una mano y bajarse de la cama para correr hasta el baño que está pegado a la habitación. Da un golpe seco a la puerta para entrar y Peter está parado frente al espejo con la mitad de la cara embadurnada de crema de afeitar y la maquinita pasándosela por debajo del mentón. No tiene tiempo a preguntarle qué le sucede porque ella se inclina frente al inodoro y vomita hasta su alma.

−Eso pasa cuando tomás hasta el agua de los floreros -comenta.

−Callate la boca -le responde arrodillada y abrazada al inodoro.

−¿Estás mejor? -le pregunta después de esbozar una risa y secarse con una toalla la cara ya afeitada.

−¿Acaso me ves mejor? -la voz le cambia notablemente y una nueva arcada la hace poner en posición.

−Te voy a preparar un té.

−No, esperá -y estira un brazo hacia atrás para agarrarlo del pantalón. No le dice que se quede haciéndole compañía porque se siente mal y no quiere estar sola, pero él entiende que con solo esas dos palabras se lo está pidiendo- no me tendrías que haber dejado tomar tanto.

−Cuando volví al pub ya habías hecho todo el trabajo -abre el botiquín y saca una colita de pelo- eso tendrías que habérselo recriminado a tus amigos.

−Yo les pedí que se vayan, que después los alcanzaba. ¿Qué hacés? -le pregunta cuando siente sus manos agarrándole el pelo.

−Te lo ato así no te manchas -y le arma una colita media torcida. Después se sienta en el borde del bidet y espera. Lali gira un poco la cabeza y lo mira con un hilo de vómito cayéndole por un costado de la boca.

−¿Estás disfrutando el show?

−Soy fan de ver a la gente vomitar -ironiza. Ella se muerde el labio y esboza una risa, pero después vuelve a hundir la cabeza en el inodoro- en serio, para la próxima tratá de cuidarte un poco más.

−Y vos tratá de no aprovecharte de la ebriedad ajena para llevarte las minas a la cama -acusa y arranca un pedazo de papel higiénico para limpiarse las manos y la boca.

−No soy un abusador, así que por ende tampoco me aprovecho de las mujeres inconscientes -responde y ella lo analiza observándolo de reojo- estás en ropa interior porque tenías calor y te sacaste la ropa. Ah, y yo dormí en el sillón así que lo único que me debés son masajes en el ciático.

−¿Te puedo creer?

−¿Por qué no lo harías? -levanta los hombros y le corre la cola del pelo hacia la espalda porque le estaba cayendo por encima de la cara.

−Okey. Entonces andá a prepararme ese té porque esto va a tener para rato -y apenas termina de hablar, vuelve a inclinarse para vomitar otra vez.

CUANDO EL AMOR ES DE ENGAÑOWhere stories live. Discover now