Ecomoda parte 2:)

Míster Tacher.

CAPÍTULO 3º :

La tenue luz de la mañana, que entraba por la ventana, le despertó. Miró el reloj, aún era muy temprano, además era sábado y podían remolonear. La miró dormida sobre él, estaba desnuda, realmente habían tenido una noche memorable. Subió el edredón, para cubrirla y acariciándole el pelo, se dedicó a contemplarla y a recordar lo pasado el día anterior, una sonrisa de satisfacción y felicidad, se estableció en su rostro.

Después de sorprenderlo con aquella insólita invitación, a Calderón, para que almorzase con ellos, Betty se despidió de él con otra sesión de arrumacos y caricias, y le dijo que iría a hacer un poco de compra, para luego marchar a casa con Camila. Y que lo esperaba para cenar. Pasó por el despacho de un correctísimo doctor Gutiérrez, firmó su licencia y se marchó, dejando a Armando de “presidente en funciones” de Ecomoda.

Las serias palabras y las disposiciones de la presidenta, se cumplieron a rajatabla, y Armando no pudo menos que sonreír, al ver el clima de silencio y trabajo que se había instalado en la planta ejecutiva de la empresa. También se vió sorprendido por una eficiente Aura María, que le mantuvo al tanto de todo el trabajo que debía hacer en ausencia de Betty, llamadas, alguna entrevista, contactos con proveedores etc...

Nada más dar la seis de la tarde, salió de su oficina y después de recordar a Mario su cita para el día siguiente, corrió a su apartamento. Estaba cansado, había sido un día duro, pero adivinaba que su mujer, le tenía preparada una velada especial, así que no deseaba detenerse ni un momento.

Cuando llegó a su casa, se sorprendió porque todo el apartamento estaba, como a media luz, con las cortinas corridas y solo algunas lámparas muy estratégicas encendidas. Caminó sonriente hasta la sala, y descubrió que la mesa estaba puesta para tres, con el mejor servicio que había en la casa y adornada con flores. Una suave música ambientaba la habitación, pero no veía a Betty por ningún sitio. Dejó su americana encima del sofá y la llamó :

Armando.- Betty, mi vida ¡ya estoy en casa!... ¿dónde están mis dos mujeres?...

Entonces la vió salir por la puerta, con la niña en brazos. Ambas estaban espectaculares y de estreno. Betty llevaba un vestido de cóctel, de terciopelo color vino tinto, de línea muy sencilla, ceñido al cuerpo, con el escote recto, dejando los hombros al aire. Medias de seda y zapatos altos, de color negro. El pelo suelto y lacio, y solo unos pequeños pendientes de rubíes, que él le regaló cuando nació Camila. Se había maquillado muy suave, como a él le gustaba, resaltando solo los ojos y llevaba sus lentillas (y eso que las odiaba, pues no terminaba de adaptarse a ellas).

A la niña le había puesto un vestido de ceremonia, también en terciopelo color vino, con un enorme cuello de organdí ribeteado de fino encaje, de color crema. Calcetines y zapatitos de color beige, y en la cabecita un pasada haciendo juego con el vestido.

Armando.- ¡¡Guao!!... ¡¡ Pero que bellas, que guapísimas están las dos!!... ¿A que se debe este despliegue de lujo?... ¿ah?... ¿qué invitado tan importante viene a cenar?... He visto tres cubiertos en la mesa.

Betty.- El invitado especial, es mi esposo, señor, y el papá de esta princesa. Mi rey, el dueño de esta casa... En la mesa hay tres cubiertos, porque vamos a cenar juntos, toda la familia : mi esposo, nuestra hija y yo... Ahora si me disculpa, voy a recibirle como merece.

Sonriente deja a la niña en el sofá, y se acerca a un deslumbrado Armando que la recibe en sus brazos, con un apasionado beso.

La cena fue exquisita, Betty se había esmerado en cocinar para Armando. Casi nunca tenía tiempo de hacerlo, y cuando llegaban tan cansados por la noche, tomaban un sandwich o cualquier cosa que doña Julia, les dejase en el horno. Y los fines de semana, Armando se emperraba en tenerla todo el rato para él y casi no la dejaba, meterse en la cocina.