Desafortunado En El Juego

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Me alegro que hayan disfrutado los capítulos de ayer, yo también los quiero mucho, cuídense.
Otra cosa, solo para decirles que este es el penúltimo capítulo de esta historia, disfruten su lectura:) ❤️










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Aquellas primeras Navidades de las que Camila había tenido conciencia, en las que Mario Calderón ejerció de �papá consentidor� al extremo y en las cuales, Armando y Betty, con la colaboración de don Roberto, gastaron la mejor inocentada de su vida, habían pasado.

La noche de fin de año, se reunieron a cenar en la casita de Palermo, ya que todos los Mendoza, asistirían después de las doce a una fiesta organizada en el hotel La Fontana, por el Círculo de Empresarios y los niños, se quedaban con los Pinzón a pasar la noche, incluido el hijo de Camila.

Se cumplieron casi todas las tradiciones propias de estos días, y con risas recordaban como la pequeña Camila, se levantaba las faldas y les enseñaba a todos, las braguitas amarillas con abejitas estampadas, que la abuela Julia le había comprado, porque daban �mena sedte�.

Tomaron las doce uvas, seis rojas y seis verdes, al toque de las campanadas y comieron de plato fuerte lentejas, en una preciosa mesa adornadas con espigas, naranjas y uvas verdes, y se despidieron de los abuelos Pinzón y de los niños, mientras éstos miraban alucinados, el monigote de paja, trapos viejos y papel, que ardía en medio de la calle, quemado por algunos vecinos, para de este modo hacer desaparecer lo malo del año pasado y recibir limpios el año nuevo.

El regalo de Navidad de Armando, no se hizo realidad, hasta que bien entrada la madrugada y ya en la habitación que tenían reservada, Betty salió del baño luciendo un �picardías� (baby doll), muy sugerente y a juego con la braguita y el sujetador, en tonos dorados o champán, para acercarse lo más posible a esa costumbre de la ropa interior amarilla y al mismo tiempo, no caer en la ordinariez.

Aquella noche, si no hubiese sido por la certeza de que Betty, después de la cesárea, no se podía permitir otro embarazo en al menos, dos años, probablemente hubiesen engendrado a su tercer hijo. Y aunque parezca extraño, la cordura aquí la puso Armando, que solo pensar que a su mujer le pudiese pasar algo, lo aterrorizaba. Porque Betty estaba tan entregada y tan feliz, que era incapaz de recordar ningún tipo de precaución al respecto.

Mario Calderón recuperó el tiempo perdido, desde el nacimiento de María. Había insistido en que Sandra lo acompañase a la fiesta, pero esta se negó en redondo, es más cuando fue por la mañana a la casa para insistirle, se encontró con la sorpresa de que ella y la niña, habían viajado bien temprano en dirección a Bucamaranga, dónde vivía la única familia de Sandra, su hermano y la familia de éste, y le dejaba una carta diciéndole que regresaba unos días después, así como una lista de amigas y sus teléfonos, para que pudiese escoger. Hasta en esas cosas, Sandra se comportaba como la perfecta secretaria y él quedó aquella noche con Sonia de la Fuente, una espectacular caleña, eterna aspirante a heroína de telenovelas, de larga melena castaña clara y ojos... ¿azules?.... �vaya siempre pensé que los tenía marrones�, se dijo Calderón cuando la fue a recoger, �quizás sean lentes de contacto�.

Pasar aquella noche con una mujer, y volver a estar con Sandra y la niña, a los pocos días, sin que se le hiciese ningún reclamo, fue lo que Mario necesitaba, para entender por fin, lo que Sandra y Betty, llevaban meses intentando que entendiese. Nadie le pedía que cambiara su estilo de vida, y mucho menos la madre de su hija, lo único que se le pedía es que ejerciese de �papá� con la pequeña, de este modo el Mario de siempre, después de aquella profunda �crisis existencial� como él decidió llamar a ese último período de su vida, regresó de nuevo a la vida de todos.

Ecomoda parte 2:)Where stories live. Discover now