Llego Un Ángel

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Arrancamos con la continuación de esta historia, espero y la disfruten, se van a agregar 2 o 3 personajes más, probablemente uno de ellos no sea de su total agrado pero pues es necesario para darle ese toque interesante e incertidumbre a la historia.
Sin más que agregar disfruten su lectura. :)
Otra cosa, esta historia va a iniciar 18 años después por si hay algunas cosas que no entienden es por eso, pero no se preocupen que después retrocedemos en el tiempo para que entiendan mejor la historia y sepan a que se refería el comienzo.





CAPITULO 1

Las luces anaranjadas del ocaso que refulgían sobre los cerros santafereños, envolvían el ambiente y daban un aspecto cálido y acogedor a la calle. El ruido de uno de los pocos autos que pasaban por la plazuela, la hicieron salir de su ensueño. Con un sonoro suspiro, dejó sobre la mesilla auxiliar la revista de economía que estaba leyendo y se puso en pie. Cojeó levemente durante unos instantes, mientras se dirigía a la puerta de la sala, definitivamente en cuanto pasasen las fiestas, debería ir al médico, aquella rodilla le estaba molestando, más de lo debido en los últimos días.

Al pasar por el espejo que había sobre la hermosa consola de caoba, que adornaba aquella zona del pasillo, se paró a encender la lámpara y no pudo menos, que mirarse en él, y atusarse la corta melena blanca, que lucía desde hacía un par de semanas. Por fin su esposo había accedido a que se cortase la larga cabellera, que durante años había lucido, y que desde que empezó a encanecer, hacía unos cinco años, justo cuando él sufrió la angina de pecho, había llevado recogida en un severo rodete en la nuca. Y es que a sus años, no tenía edad de coletas, melenas sueltas, o trenzas, y con el cabello de ese largo, solo el moño era solución.

Ahora llevaba un estiloso corte de pelo asimétrico, que le alegraba la cara, y la hacía parecer más joven.

Siguió su camino hasta la cocina, y abrió la nevera sacando de ella, varios recipientes con comida. Colocó uno de ellos dentro del microondas, y mientras este giraba calentando el alimento dispuso la mesa con dos servicios completos. En poco menos de diez minutos, el agradable olor del caldo de gallina, que junto con unas ensaladas y unas tortillas de queso, serían la cena de aquella noche, llenó la estancia.

Se dirigió hasta el estudio y entró sin llamar, allí cómodamente sentado tras su escritorio estaba su esposo, dedicado a pintar con esmero la miniatura de soldado de plomo de la guerra de liberación colombiana, que tenía entre las manos. Ya solo le quedaban dos figurillas, una era la del libertador, Simón Bolívar y la otra era del comandante Santander, su mano derecha. Eran el regalo de Navidad para su nieta mayor, la que se parecía tanto a la abuela y de la que él era padrino. Una muchachita de once años que desde pequeña había sido una enamorada de todo tipo de reproducciones históricas, especialmente de estas colecciones de soldaditos de plomo, con los que se recreaban batallas célebres.

- Mi amor, ya está la cena – le dijo ella con suavidad- anda no te entretengas, que debes tomarte las pastillas a su hora, ni antes ni después.

- El hombre alzó la vista, y le dedicó una radiante sonrisa, mientras dejaba sobre la mesa, lo que estaba haciendo.

- ¿Sabes cariño, que estás verdaderamente preciosa?- le dijo zalamero, mientras le pasaba el brazo por la cintura- esa media melena, y su color plateado, te hacen brillar de un modo especial.

- ¡Bobo! – le respondió ella – estamos hechos dos carcamales...

- Dos guayabos, eso es lo que estamos hechos –le respondió él risueño- ¿acaso no sigo siendo el mejor partido de todo Bogotá?...

El matrimonio se sentó a cenar, mientras conversaban de las próximas fiestas que iban a celebrar, la Navidad y de la visita de los hijos y los nietos.

Ecomoda parte 2:)Where stories live. Discover now