Las semanas fueron pasando y Armando y Betty no volvieron a hablar del tema de la adopción. Él siguió teniendo frecuente contacto con su amigo Lalo, pues le colaboraba con el tema del empleo a mujeres maltratadas, no solo en Ecomoda, sino con algunas empresas con las que la compañía trabajaba, y que Armando involucró en el tema.
Aquella mañana había tenido que ir a Complementos y Pieles S.L., una empresa con la que estaban trabajando hacía un par de años, y que les facilitaba su producto de original diseño y muy buena calidad, para los lanzamientos y a cambio, se vendían en las franquicias que tenían ya por todo el continente, incluidos EEUU y dos nuevas tiendas en Canadá. Era un empresa muy joven, y el presidente y diseñador mantenía muy buena relación con Hugo, cosa extraña, porque era heterosexual, felizmente casado y muy guapo.
La visita era para concretar una serie de zapatos, cinturones y carteras de señora, que necesitaban para la próxima colección de la línea del Caribe, que Hugo había realizado con colores muy atrevidos. Estando en la empresa, observó que estaban sacando unas cajas con el letrero de “saldos”.
- Francisco Manuel – dijo dirigiéndose al empresario con el que estaba tratando- esas cajas, ¿son excedentes de producción?...
- Pues sí, son zapatos, los vamos a mandar a un mercadillo, se nos quedaron números sueltos y los pares de los muestrarios.
- ¡Claro, le van a sacar algún beneficio!
- ¡No, para nada!, nosotros los cedemos gratuitamente y el beneficio se lo lleva el vendedor... es un pobre hombre con un montón de chiquillos, que hace años tuvo un accidente laboral y quedó impedido. Trabajaba para mi papá, su esposa consiguió la licencia para poner el puesto, y entre los dos y las hijas mayores van recogiendo, incluso de la basura, los objetos a vender.
- Ya... cuando le veas, dígale que me busque en Ecomoda, seguro que habrá alguna cosa que se pueda llevar.
- Por supuesto, ¿por qué me preguntaba lo de los zapatos?.
- Es que colaboro con una residencia para jovencitas con problemas, la regentan unas religiosas, y siempre agradecen que se les lleven cosas para las muchachas. Yo les envío cosas de Ecomoda, y bueno pensé en que quizás algunos de esos zapatos les sirviesen. Ya se sabe que pasa con muchachas adolescentes y jóvenes, quieren llevar cosas modernas y nuevas, y con los problemas que ya tienen las pobres, bastante es... lo cierto es que las hermanas agradecen mucho que le proporcione esa ropa.
- Tiene razón, espere que miremos en esas cajas... hay muchos modelos, la mayoría de tacón alto, poco apropiados para jovencitas, pero también tenemos el muestrario completo y algunos pares sueltos de un modelo de zapatillas, tipo bailarina que sacamos al mercado hace un año, pueden ser unos quince o veinte pares, venga, vamos a separarlos y me dice dónde los tenemos que enviar.
- Es al “Hogar María Niña”, vea le anoto acá la dirección y el número de teléfono... pero si quiere yo me los puedo llevar ahora y dejárselos allí, quiero poner gasolina y cerca hay un surtidor, me pilla de paso para mi casa.
- De acuerdo, vamos a verlos y les digo que se los lleven al carro.*******************************
Armando se dirigió al Hogar Juvenil con la trasera de su carro repleta de cajas de zapatos. Miró el indicador de la gasolina y comprobó que le daba tiempo de ir hasta allí y repostar al regreso. En cuanto que llegó a su destino, dos de las hermanas que estaban en la portería y ya le conocían de las anteriores visitas que había hecho, le salieron al encuentro.
- Bienvenido doctor Mendoza, no le hacíamos por acá hoy.
- Buenas tardes hermana, es que les traigo unas cosas para las muchachas.
- ¡Pero que buen cristiano que es Vd, don Armando!, las niñas estarán encantadas, si viera lo que disfrutan con las ropas que Vd les trae, como son tan modernas y tan buenas, y hasta con las etiquetas...
- Me alegro que a las chicas les guste, hoy les traigo unos zapatos, me los dio un empresario de la piel, que trabaja con nosotros... ¿me ayudan a descargar el carro?, ando con un poco de prisa...
- Ni más faltaba doctor, ya voy yo - le respondió una de las monjas- la hermana Sofía debe estar pendiente al teléfono, estamos esperando una llamada muy importante.
Armando descargo las cajas con la monja y las entró a la casa. Cuando ya se iba a marchar, recordó a la muchacha que él mismo había llevado allí semanas antes, ni siquiera había preguntado por ella.
- Hermana, ¿y Marcela?, la jovencita que yo mismo traje hace un mes...
- Pues ese es el disgusto que tenemos don Armando, pendientes a la policía que estamos, se ha vuelto a escapar...¡que muchacha!, como que no está muy bien de la cabeza, todo le molestaba, se peleaba con las otras chicas, no quería comer, no se aseaba, y estando como está, esperando un bebé, ¡un desastre!... hoy la iba a llevar la madre superiora al médico, para que le hiciesen una ecografía, pero no quería y en cuanto abrimos la puerta para que entrase el taxi, salió corriendo como loca y no hubo de modo de alcanzarla.
- ¿Y cuánto hace de eso? – preguntó Armando muy preocupado.
- Como seis horas doctor, la hemos buscado por los alrededores, hasta la plaza y el parque hemos llegado, es más la madre con el taxista ha recorrido todo el barrio, incluso la gasolinera que hay a tres manzanas... pero ni modo, como si se la hubiese tragado la tierra, debe haber tomado una buseta y estar al otro lado de la ciudad, porque si no, no se explica...
En ese mismo momento, le sonó el celular a Armando.
- ¿Alló?... Betty, ¿Qué pasa?... ¡ah, sí el dentista con Camila!, no, no lo he olvidado, ya estoy saliendo para allá, nos vemos en la consulta, toma un taxi... ¿en Ecomoda?, ¡no, no estoy allí!, tuve que ir a la compañía que nos facilita los complementos, y ahora voy a repostar, tengo el depósito en reserva... nos vemos mi amor, hasta ahora... ciao.
Armando, colgó el celular y se despidió de la monja.
- Me tengo que marchar hermana, pero yo las ando llamando... ¡Dios mío esa muchacha!... ¡que cabeza loca!...
- Diga Vd. que sí doctor Mendoza, lo peor de todo, es que va a acabar matando al muchachito que lleva en sus entrañas y de mala manera, me tiene sin parar de rezar, que engancho un rosario con otro... ,¡ay Doctor, que me están llamando, ya Vd. nos llama, y Dios le pague toda la caridad que derrocha con esta casa!.
- Hasta después hermana, hasta después, yo estoy llamando.
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A los pocos minutos, Armando ha parado el carro en la gasolinera cercana, y mientras un empleado le llena el depósito, él accede a la parte trasera del edificio dónde están los baños. Al salir, secándose las manos en un trozo de papel de celulosa, la ve... está sentada en el suelo semi-oculta entre bidones y llantas vacías, lleva unos de los tejanos blancos que él había llevado a la residencia hacía unas semanas, parecía adormilada.
Con sigilo se acercó hasta ella y al ponerse frente a la jovencita, con la intención de bloquearle el paso si le daba por salir corriendo, se dio cuenta de que entre las piernas, que mantenía abiertas, como inequívoco aviso de que las cosas iban mal, una marcha considerable de sangre, que destacaba de modo escandaloso, sobre el blanco del pantalón.
- ¡Dios mío, está abortando!... ¡Marcela, muchacha!... tranquila que ya te llevo al hospital, ya mismo te van a atender...
La alza en brazos con facilidad, es menuda y pesa poco, cuando la chica que oscila entre la consciencia y la inconsciencia, deja caer la cabeza sobre su hombro, el fuerte olor a alcohol barato que despide su aliento, lo hace girar la cabeza con expresión de asco.
- ¡Puafff, jovencita!... te has pasado bien de tragos, esperemos que no hayas dañado demasiado a tu bebé, ojalá lleguemos a tiempo.
Con dificultad llegó al carro, y ante la mirada sorprendida del empleado de la gasolinera, metió a la chica en el asiento delantero y la ató con el cinturón, después le entregó al hombre un billete musitando un ”quédese con el cambio”, y sin decir más nada, arrancó alejándose lo más rápido que podía en dirección norte hacía la clínica dónde habían nacido sus hijos y habían atendido a Sandra, después de dar a luz a su hija, aquella noche en que medio se inundó Bogotá.
En menos de quince minutos, merced a que había atado su pañuelo blanco al espejo retrovisor, y no paraba de tocar el claxon del carro, avisando que llevaba un herido, consiguió llegar a la puerta del servicio de urgencias de la clínica.
- Enfermero, traigo a esta niña... está muy bebida, tiene dieciséis años y está embarazada, creo que está abortando...
- ¿Es Vd. familiar?...
- No, ahora les explico, voy a aparcar...
- Conforme, tiene Vd. que dar los datos en la ventanilla...
Pusieron a Marcela sobre una camilla y la entraron para dentro. Mientras Armando aparcó el carro, y regresó a la clínica todo lo rápido que pudo. Mientras caminaba desde el aparcamiento telefoneó a las monjas y después a su mujer pero no pudo hablar con ella. Esta que estaba en la consulta del dentista con Camila, tenía el celular apagado.
- Oiga yo he venido con una jovencita, me dijeron que me acercase a esta ventanilla...
- Si señor, nombre de la paciente...
- Marcela...
- Apellidos...
- No lo sé...
- ¿Cómo?...
- Verá, ella es una chica de la calle, ha sido recogida por el personal del ICBF, y actualmente vive en una residencia regida por monjas, la directora viene para acá, la acabo de telefonear... yo colaboro con ellas como, como... como voluntario y Marcela se había marchado sin permiso, estábamos buscándola y cuando la encontré, le vi la mancha de sangre en los pantalones y pensé en traerla a la clínica...
- Esto es una clínica privada, ¿Vd. lo sabe?...-le dijo petulante la administrativa.
- Pues si señorita, claro que lo sé – respondió Armando molesto- pero al parecer Vd. no sabe quien soy, así que se lo voy a decir... soy Armando Mendoza, acá han nacido mis dos hijos, es más yo mismo y mi hermana, nacimos aquí. Cada poco vengo con mi esposa a consulta y soy primo hermano del director, el doctor Felipe Juan Sáenz Alcázar...
La joven empleada estaba pálida, había metido la pata y aquél tipo estaba muy indignado.
- Disculpe señor, espere ahí sentado y cuando pueda darnos más datos, hace el favor de regresar.
- Conforme, por cierto ¿mi primo está acá?... el doctor Sáenz Alcázar...
- Si señor, está en su despacho, si quiere le mando aviso de que está acá.
- No se preocupe, yo mismo me acerco a saludarlo, muchas gracias.
Armando recordó, cuando iba camino del despacho de su primo, que su hija y su mujer le estaban esperando en la consulta del dentista. Disgustado, marcó de nuevo el número del teléfono celular de su Betty.
- ¿Alló?... ¿Armando?... ¿Qué te pasó?... ¿en la clínica?...no me asustes, ¿estás bien?... ¡gracias a Dios!... si lo acabo de encender, lo apagué al entrar a consulta...¡uy!, muy enfadada contigo, le han puesto los brackets... ¡nada que ver con los míos!... estos son mucho más disimulados, transparentes... ya, bien sabes lo coqueta que es y anda sin consuelo, no me dirige la palabra y solo me ha dicho que no piensa cenar, a ver como la vamos gobernando... no te apures mi amor, ya hemos telefoneado a un taxi y estamos esperando, no te tardes... y saluda a Felipe de mi parte...
Armando apagó el celular, se había metido en un servicio para conversar con su esposa, sabía que en los hospitales no se deben tener encendidos pues pueden producir interferencias con los aparatos médicos y crear problemas. Cuando se dirigía al despacho de su primo, sonrió feliz, pensando en como su esposa en ningún momento había desconfiado de él, y aún cuando solo le había dado una somera explicación sobre una mujer que se enfermó en la gasolinera y que él llevó a la clínica, no hizo ni una pregunta que denotase una chispa de celos.
- Armando, ¡que alegría! – exclamó sorprendido el primo médico, cuando le vio asomarse por la puerta del despacho- ¿Cómo tú por aquí?...
- ¿Que hubo primo? – le respondió Armando, estrechándole la mano.
En pocos minutos Armando confía a su primo todo lo acontecido, incluido su deseo de adoptar el bebé de Marcela, si se llegase a salvar, y como está haciendo gestiones a espaldas de su esposa, para ahorrarle la ansiedad y el papeleo de los procesos de adopción.
El director del hospital se comunica por la línea interior con los médicos que atienden a la muchacha, los cuales le confirman que ha habido un principio de aborto, pero que han conseguido contenerlo y que de momento, Marcela está sedada y conservando a su bebé. Armando, respira relajado. Su primo le confirma que se puede marchar a casa tranquilo, la joven no se va a despertar hasta dentro de muchas horas y él mismo se encargará de ponerle vigilancia para que no pueda atentar contra si misma, o contra su hijo no nacido.
Armando se despidió, y salió de la clínica pensando en pasar por un veinticuatro horas cercano a su casa para comprar cualquier cosita para Camila, en desagravio por haberla dejado plantada en el dentista. Mientras que se dirige al aparcamiento para recoger su carro, se cruza con la directora del hogar que viene con su amigo Lalo.
- ¡Qué hubo, Armando!, ¿Cómo está la muchacha?...
- Bien Lalo, gracias a Dios, bien... el bebé se ha salvado, ahora está sedada y durmiendo en una habitación...
- Gracias doctor, ¿Cómo es que la encontró?... – preguntó la monja.
- La vi en la parte trasera de la gasolinera que hay cerca de la residencia, cuando paré a repostar, como llevaba unos tejanos blancos, rápidamente se me vino a la vista la mancha de sangre en la entrepierna, no lo pensé la metí en el carro y me la traje para acá...
- Pero como se te ha ocurrido traerla a esta clínica Armando, es privada, no podremos hacernos cargo de la cuenta.
- Yo me hago cargo, mi primo es el director y aquí nacieron mis hijos, yo mismo y Camila, mi hermana, nacimos acá. No lo pensé, solo supe que los mejores ginecólogos de la ciudad trabajan aquí.. Lalo ya sabes que yo quiero ese bebé que ella está esperando y para él deseo lo mismo que han tenido mis dos hijos mayores, exactamente lo mismo.
- De acuerdo Armando, ya estamos hablando, vamos para dentro.

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Ecomoda parte 2:)
FanfictionEn esta historia se muestra lo que pasó después de que Betty cambiará sus carpetas con las de Armando, a partir de ahí se narrar a que pasó después de que Armando descubriera lo que Betty hizo con las carpetas cambiadas. Hola como están espero que...