Capítulo 5

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La semana siguiente fue de mucho ajetreo para Armando, tenía el trabajo de la empresa, aumentado por la ausencia de Betty que estaba en casa con una fuerte gripe que la mantenía en cama. Al exceso de trabajo se le añadía el tener que incluir en sus horarios, los de los hijos. Llevarlos al colegio y recogerlos, así como ocuparse de sus actividades extraescolares.
Menos mal que Mario Calderón y Sandra le colaboraban algo, y de llevarlos de regreso a casa, bañarlos y sentarlos a hacer los deberes, se encargaban ellos. Doña Julia estaba en la casa cuidando de la hija, pero andaba con muy poca movilidad, pues recientemente se había operado de una rodilla, y aún estaba haciendo la rehabilitación y usaba un bastón. El abuelo Hermes la iba a buscar cuando ya los niños habían cenado y Armando acababa de llegar a la casa agotado después de su largo día.
Y es que a toda la complicación que le añadía a su vida la enfermedad de su esposa, él añadía las dos visitas que hacía a la clínica para visitar a la joven Marcela que se estaba recuperando de su principio de aborto.
La muchachita había estado dos días prácticamente sedada, pero ahora ya estaba consciente y otra vez dando problemas de comportamiento, y demostrando que andaba bastante trastornada por el consumo de estupefacientes que tenía de modo cotidiano cuando estaba en la calle. El único modo de tenerla contenta y algo tranquila, era consintiendo todos sus caprichos, cosa que estaba haciendo Armando. Cada día la jovencita recibía los regalitos y necedades que solicitaba, siempre y cuando fuesen cosas que no la perjudicasen a ella y ni al bebé que estaba esperando. Para que estuviese vigilada de modo permanente, Armando había hablado con Inesita que hacía algún tiempo que estaba jubilada y le había pedido el favor de que lo ayudase.
Confiando en la discreción de la buena mujer, él le explicó el deseo que adoptar a la criatura que estaba esperando la muchacha, si esta consentía y si conseguían que el embarazo llegase a buen término. Inesita, aceptó las explicaciones que le dio Armando y pasaba los días acompañando a Marcela en el hospital. A la caída de la tarde era sustituida por una de las religiosas que iba a pasar la noche con la muchacha, Inesita era recogida por Armando que la llevaba a su casa.
Betty estuvo enferma por dos largas semanas y ese mismo tiempo estuvo Marcela ingresada en la clínica. El mismo día que Betty se reincorporó a Ecomoda, Inés y Marcela se trasladaron junto con una enorme maleta, a la casa de esta primera dónde la muchacha había consentido en quedarse, todo el tiempo que durase su embarazo.
Armando que junto a Dora, una joven psicóloga del I.C.B.F., estaban muy pendientes de la joven embarazada, las acompañaron en el carro de este. La jovencita, que evidentemente tenía serios problemas de estabilidad mental, estaba encantada de tener una habitación para ella sola con su propio aparato de TV y su reproductor de DVD, un computador portátil con conexión a Internet que Armando le había traído de la empresa, y que apenas si sabía manejar, un MP4 de última generación cargado con todos los éxitos discográficos de Shakira, de quien Marcela era una fervorosa fan, y todo tipo de revistas sobre los actores y cantantes famosos y las telenovelas de actualidad.
Pero de todos los caprichos que Armando le había concedido, lo que más le gustaba a la chica, y al mismo tiempo sorprendía a todos, era su afición por las Barbies. Su protector le había comprado ya cuatro, así como cantidad de vestiditos y complementos, que ella se dedicaba a poner y quitar sin aburrirse durante horas. De hecho no fue capaz de aceptar a Inesita y dejarse cuidar por ella hasta que esta tuvo la ocurrencia de coserle a una de las muñecas un vestidito con un retal que llevaba en la bolsa de labor que la acompañaba como distracción para las largas horas de hospital.
La casa de Inesita le recordaba a Armando la de sus suegros en el barrio de Palermo, solo que esta tenía el jardincillo detrás. Allí pasaban bastante tiempo Inesita y Marcela, aprovechando las pocas horas de sol que el frío clima bogotano les regalaba. Allí había instalado un sillón de balancín que deseaba su protegida.
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Los meses iban pasando y al tiempo que la barriga de Marcela crecía, Armando se iba a agotando y perdiendo peso, de hecho Betty estaba extrañada, pues estaba volviendo a usar la talla que tenía cuando se casaron y que perdiese años atrás. Incluso lo forzó a realizarse un chequeo y solo se quedó tranquila cuando vio que él, a Dios gracias, estaba sano como una pera. Lo que le pasaba a Armando era que la hora del almuerzo se la pasaba trabajando, para poder salir a tiempo y visitar a la muchacha que tenía bajo su tutela. Claro que cuando llegaba a su casa, cenaba con tanto apetito, que más de una noche se la pasó con cólico por haberse ido a dormir sin respetar la digestión de una opípara comida.
Eso y los nervios que le provocaba la situación que estaba viviendo, era lo que le hacía perder peso.
El embarazo iba bastante bien, pero Marcela se había fugado tres veces más, desde que vivía con Inesita, claro que siempre acababa en el mismo lugar, por la zona sur de la ciudad dónde siempre había vivido y delatada por algunos de sus compinches, a los que Armando les había dejado su número de celular con la promesa de una generosa gratificación en cuanto lo avisaran de que Marcela estaba con ellos.
Lalo, por su parte le seguía arreglando la documentación para que se pudiese quedar con el bebé de Marcela, pues entre otras cosas necesarias, estaba que ella cediese y decidiese que su hijito debía ser para ellos, cosa que ya había firmado, ahora que entraba en el octavo mes de embarazo, aunque este apenas se le notara.
La estancia de la menor con Inesita se había solucionado de modo excepcional, como caso de “acogida familiar”, lo que le permitía estar fuera de un centro oficial o concertado con el I.C.B.F., como era el caso del Hogar “María Niña”. Además desde su última huida, Armando había contratado un servicio de seguridad y permanentemente había un vigilante en el salón de Inesita controlando que esa loquita no volviese a ponerse en peligro huyendo.
Para consentir a “Chela”, como quería la jovencita que la llamasen, todos los viernes por la tarde, Armando salía un poco antes de Ecomoda, la recogía, la llevaba al cine y a cenar a una hamburguesería, en el centro comercial más cercano a casa de Inesita y en el que nadie conocido les podía ver. Lo último que Armando deseaba era que toda aquella historia llegase a oídos de su mujer. Al final, siempre quedaba la posibilidad de que Chela se arrepintiese, desease quedarse con su bebé y el I.C.B.F. la instalase en una residencia para madres solteras jóvenes, dónde la ayudarían hasta que pudiese ser autónoma y estuviese preparada para criar a su hijito. Betty, aun se andaba recuperando del desengaño producido por su incapacidad para tener más hijos y no deseaba crearle falsas ilusiones.
Aquél viernes, lo mismo que cada semana, salió una hora antes de la oficina en dirección a la casa de Inesita, para recoger a Chela y llevarla a ver la última entrega de “Spiderman”. Cuando llegaron al centro comercial, se encontraron con la sorpresa de que ya no había entradas para la función de tarde.
- ¡Vaya por Dios!, lo siento Chela, deberás elegir otra película, no quedan entradas para Spiderman... anda decídete, que vamos ajustados de hora.
- Yo quiero ver Spiderman...
- Te digo que no hay asientos, lo siento Chela...
- Vamos más tarde, para la sesión de las diez si hay entradas, lo pone ahí...
- A las diez, estarás terminándote tu hamburguesa y tu pepsi ligth, y yo feliz de regresar a casa con mi familia.
- ¿Tu familia?... yo creía que tu familia éramos yo y el enano... ¿es que ya no te preocupa lo que le pase?... claro como cada día engorda más, te estás traquilizando...
- No digas más barbaridades Chela, claro que me preocupáis tú y el bebé, solo que estoy cansado y prometí a mi esposa, que estaría en casa para comer con ella y con los niños...
- ¿Tienes más hijos?... ¿por qué quieres el mío?...
- Tengo dos hijos, una chica y un muchacho, y deseo el tuyo, porque adoro a los niños y tú no lo quieres Chela, anda decide que película quieres...
- Spiderman, quiero Spiderman...
- Chela por favor...
- He dicho Spiderman, y si no te parece bien, siempre puedo salir corriendo y saltar todos los escalones de la entrada de una vez... estoy deseando hacerlo, ¡mira!...
Y antes que Armando pueda reaccionar, la muy loca echa a correr en dirección a la entrada más cercana, dónde hay una escalera con al menos diez escalones...
Armando reacciona al momento y corre tras ella, consiguiendo alcanzarla casi al filo de la escalera por la que pretendía lanzarse. La toma del brazo y tira de ella hacia él, hasta que abrazándola la aleja del peligro.
- Definitivamente estás mal de la cabeza Chela... no es solo que dañes al bebé, es el daño que te puedes hacer a ti misma... un parto prematuro con lo avanzada que estás, es muy peligroso muchacha... eres bien bruta...
La joven se encogió de hombros con indiferencia.
- Me da lo mismo... ¿peligroso?... ¡ja!, peligroso es vivir en la calle desde que se es chiquita y acá estoy... ¿vamos a ver Spiderman?...
Armando, asiente cansado y se dirige a la taquilla sin soltar la mano de Chela, dispuesto a comprar las entradas para la sesión de la diez.
Pero lo que no sabe Armando es que alguien le está viendo desde el mismo instante en que él entró al centro comercial, y con los ojos llenos de lágrimas y pálida como una muerta, sigue todos sus movimientos, observando con espanto como él lleva a Chela de la mano, y como, tras comprar las entradas, la guía hasta la hamburguesería y entra con ella al local, para pedir un menú completo para ella y un café negro para él.
Camila se ha quedado paralizada, desde el instante que vio a su papá acompañando a aquella mujer embarazada hasta la taquilla del cine, primero y luego corriendo tras ella cuando está salió a toda velocidad con dirección a la puerta, para tomarla de la mano y llevarla de nuevo hasta dentro. Ella estaba allí, tan lejos de su casa, en un lugar que no acostumbraban a frecuentar, pues en un local de ese centro comercial, celebraba su cumpleaños una de sus compañeras de clase. La cafetería y centro de juegos infantiles, llamado “Camelot”, estaba justo enfrente de la zona de salas de cine, y ella desde dentro vio pasar a su papá y pensando que iba a por ella, de sorpresa, corrió a darle el encuentro, cuando se encontró con que iba acompañado. Hubo un momento en que él pareció verla y miró hacia dónde ella estaba, y entonces Camila se escondió tras una columna. Armando meneó la cabeza, confundido, pensando que aquella chiquilla que él creyó su hija Camila, seguro era una nena, parecida a la suya, pero no la suya, porque ”¿qué va a hacer Camila, tan lejos de casa y sola?... ¡no es posible, solo es una chiquilla parecida a ella!”.
La mamá de Daniela, la amiguita de Camila, la sorprende en la puerta del local y la llama, para que entre.
- Camila, cariño ¿Qué haces ahí en la puerta?, anda entra que ya están las niñas merendando.
- Voy... ya voy... –respondió la niña con un hilo de voz.
- Nena está muy pálida, ¿te sientes bien?...
Camila pensó primero que no, que no se encontraba nada bien y que le pediría que la llevase a su casa con su mamá, pero enseguida pensó lo contrario, que mejor se quedaba y seguía pendiente de su papá todo el tiempo que pudiese, y que además no asustaba a su mamá.
- Si, gracias señora Veguilla, me siento bien, ya paso para dentro.
La pequeña entró a la zona de juegos, donde habían dispuesto una mesa con refrescos, canapés, pastelillos, medias-noches y todo tipo de pasabocas, y alrededor de la cual, estaban todas sus amiguitas riendo y comiendo, junto con la homenajeada. Camila aceptó sin fijarse un vaso de refresco de cola y se lo bebió de una vez, estaba muy nerviosa y olvidaba que ella no debía tomar bebidas gaseosas que luego le dolía la tripa. Pero en esos momentos, lo que más le dolía era el alma. No entendía que hacía su papá con aquella mujer embarazada y llevándola de la mano. No entendía nada.
- Lucía – le pregunto a una de sus amiguitas- ¿le puedo hacer una pregunta?...
- Sí, claro – le respondió, la chiquilla- Vd dirá Camila.
- Sus papá ¿están divorciados, verdad?...
- Ajá...
- ¿Por qué?... ¿por qué se divorciaron?...
- Ellos peleaban mucho, siempre andaban peleando – le respondió la niña con sencillez, mientras se encogía de hombros- un día mi papá salió de casa con una maleta, y luego mi mamá preparó muchas cajas con los discos, los libros y las ropas de mi papá y unos hombres se las llevaron de la casa...
- ¿Vd ve a su papá, Lucía?...
- ¡Claro que lo veo!, me recoge los viernes en el colegio y me lleva a casa con mi mamá el domingo por la tarde. Hoy me viene a buscar acá por lo del cumpleaños de Daniela. Y en las vacaciones, paso unos días con mi papá y otros días con mi mamá...
- Su papá tiene otra casa ¿verdad?...
- Sí, tiene un departamento nuevo, yo tengo dos cuartos en casa de mi mamá y en casa de mi papá... Gladys ha pintado un arco iris en la pared, está muy bonito...
- ¿Quién es Gladys?...
- La novia de mi papá, pinta muy bien, en la habitación del hermanito está pintando nubecitas como de algodón, están muy lindas...
- ¿El hermanito?... ¿qué hermanito?...
- Gladys está esperando un bebé, tiene la pancita muy gorda, ya nace para la Navidad como el Niño Jesús.
- ¿Y a ti no te importa? – inquirió agobiada Camila, que se veía reflejada en su amiguita...
- Me he acostumbrado – respondió la niña encogiéndose de hombros- por lo menos ya no se pelean.
- Claro, ya no se pelean... eso es bueno...
- ¿No es ese tu papá, Camila? – le preguntó la mamá de Daniela, señalando a través de una de las ventanas del recinto.
- ¿Cuál? – preguntó Camila nerviosa...
- Ese señor que va allí con el vestido marrón, acompañando a la señorita de cabellos cortos y los jeans de peto... ¿lo ves?...
- ¡No!, para nada... mi papá está en la oficina, hoy salía muy tarde, tenía cosas que hacer...
- ¡Ya mi amor!, me dijo tu mamá, por eso te llevamos nosotros a tu casa, solo que me pareció...
- Disculpe, voy a jugar a los toboganes... – cortó Camila, con una sonrisa, y se dirigió al lugar dónde sus amiguitas ya habían comenzado a jugar.
Ella no tenía ningunas ganas, solo hacía mirar de reojo hacia las ventanas, pero ya su papá y esa tipa horrible de los jeans de peto, se habían marchado.
Por su parte Armando ajeno al mal rato que estaba pasando su hija, acababa de salir del restaurante de comida rápida, dónde Chela había dado buena cuenta de una hamburguesa completa, una ración gigante de patatas fritas aderezada con ketchup y mayonesa, y dos pepsi ligth, para entrar a continuación en una librería que había justo al lado del cine, dónde su acompañante deseaba comprar sus revistas de novelas y música, y él aprovechó para adquirir dos preciosos libros para sus hijos. Para Armando compró la “Guía del cazador de dragones”, sabiendo que el niño iba a disfrutar muchísimo con él, y para Camila, el “Libro de las Hadas”, con ilustraciones de Cicely Mary Baker, que era una verdadera preciosidad. También compró para Betty uno de economía, que a ella le gustaban mucho. Pagadas todas las compras, se dirigieron a la sala de cine, para esperar el tiempo que aún les quedaba antes de que comenzase la proyección.
Mientras esperaba sentado a la puerta del cine, telefoneó a su esposa con su celular, y con dolor de su corazón le tuvo que mentir, para poder justificar lo tarde que iba a llegar a la casa. Betty, aceptó la escueta explicación que él le dio, y le aseguró que le esperaría levantada.
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Cuando Armando llegó por fin a su casa, pasaba de la medianoche. Ya nadie quedaba levantado, en la cocina le habían dejado algo de cena en el microondas, pero él lo único que deseaba era darse una ducha y meterse en su cama. Cuando entró a su cuarto, vio que Betty estaba profundamente dormida, en el centro de la cama, y sobre ella y también durmiendo a pierna suelta, sus dos hijos. Sonrió y pasó al baño, después de descalzarse, procurando hacer el menor ruido posible.
Cuando salió del aseo, con su pijama puesto y oliendo a la fragancia del jabón líquido que Betty le compraba, se sintió mejor persona. Aquella loquita de Chela lo tenía exprimido, pero todo fuese por el bebé que venía de camino y por la propia muchacha que nunca en la vida había tenido nada. Los documentos de adopción estaban completos, solo faltaban un par de cosas, para las que la presencia de Betty era indispensable y estaban buscando el momento para hacerlo, sin que ella se diese demasiada cuenta. El bebé de Marcela debía nacer para primeros de año, apenas en cinco semanas, después de eso, todo terminaría.
Se dirigió a la cama y comenzó a meterse dentro empujando suavemente a los ocupantes que la llenaban por completo. Al final consiguió que Betty le diese un beso somnolienta y le dejase su hueco, y a Camila se la colocó encima, como Betty había hecho con Armandito. Cerró los ojos, suspiró feliz y pensó... ”Desde luego Mendoza, esto es el paraíso”...
Los llantos desconsolados de Camila lo despertaron sobresaltado.
- Ya mi amor, ¿qué pasó?... tranquila cariño, despierta Camila, solo ha sido un mal sueño... una pesadilla horrible...
La niña se sentó con los ojos muy abiertos y llenos de lágrimas, mientras temblaba de modo casi convulsivo. Betty también se despertó asustada por los gritos que había dado la niña.
- ¿Qué paso hijita?... ¿por qué estás así?... solo fue un mal sueño, vida mía, ven acá con mami.
La niña enseguida se refugió en los brazos de su madre y de nuevo volvió a llorar. Armandito, ni se inmutó y buscando su nuevo espacio, siguió durmiendo a pierna suelta.
- Camila ¿Qué soñaste?, ya sé que fue horrible, pero si hablamos de ello, seguro que se te pasa – la invitó Armando cariñoso.
- No... no... –gimió la niña, y se acurrucó más en los brazos de la mamá.
- Mi amor, sigue tú durmiendo con Armandito, que Camila y yo nos vamos a la cocina y nos tomamos un vaso de leche caliente que nos calme. Anda cariño, ponte tu bata, la dejamos a los pies de la cama.
Armando, asiente, ha percibido que Camila le mira extraño, pero no sabe por qué. Los niños tienen reacciones tan extrañas como las que ha tenido su hija, y uno nunca llega a saber por qué.
Ya en la cocina, unos minutos después, Betty y Camila dan sorbos a su vaso de leche tibia y bien endulzada con miel.
- Mami, papá tardó mucho hoy... ¿Dónde estaba?...
- Tenía que atender unos asuntos del trabajo cariño, llamó para decirlo...
- ¿Seguro?... a lo mejor se fue por ahí con unos amigos...
- ¡Camila!... ¿Cómo dices eso?, tú pobre papá no va a ningún sitio sin nosotros...
- El papá de Lucía tiene una novia que se llama Gladys y que va a tener un hermanito para Lucía...
- ¡Vaya!... la novia del papá de Lucía, no es su mamá ¿verdad?...
- No, están divorciados, cada uno vive en una casa... ¿Cómo puede tener la novia un hermanito?, no lo entiendo, los hermanitos los tienen las mamás...
- No siempre mi amor, pero aún eres muy chica para que entiendas, cuando seas más grande, yo te explico... ¿Qué soñaste Camila?... tuvo que ver con esto de las novias de los papás...
- Mamá, y si papá tiene una novia que va a tener un niño, tú te divorcias y el se va a vivir a otra casa con el niño nuevo.
- Pero mi vida, ¿de dónde has sacado eso?... estás hecha un lío Camila, tú papá no tiene ninguna novia, y no va a ir a ninguna parte... ven acá y dame un abrazo fuerte...
Instantes después Camila, se ha quedado dormida en brazos de su mamá que la carga y la lleva hasta la cama. Allí duermen plácidamente y abrazados, sus dos Armandos. Coloca a la niña, le saca la bata y se acuesta ella misma, al minuto los cuatro duermen sin mayores sobresaltos.

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La mañana del sábado amanece soleada y fresca, Betty lleva días planeando una salida al campo con los niños. A una media hora de Bogotá, hay una zona de arboleda, con merendero y recinto de juegos infantiles. A los niños les gusta mucho ir allí, porque pueden pasarse horas balanceándose en los columpios, o deslizándose por los toboganes.
Camila ha estado toda la mañana muy callada, Armando le pregunta más de una vez si se siente mal, y ella elude las respuestas como puede, a fin de cuentas solo tiene diez años.
La mañana pasa de modo relajado y parece que el poder columpiarse a placer la ha tranquilizado bastante. Por su parte Armando y Armandito se han dedicado a “explorar” por los alrededores y ahora vienen felices, con varios manojos de lentisco, ramas de pino y algunas planchas de musgo, cuidadosamente extendidas sobre unas bandejas de cartón de esas de los dulces, que Betty les había dado. Y es que al día siguiente, iban a montar el Belén, y aquellos elementos naturales les iban a hacer falta.
Todos los años iban al campo y recogían un poco de cada cosa, y con ellos creaban los paisajes necesarios para colocar pastores, reyes magos, sagrada familia, animalillos y demás. Claro que ese trabajo siempre se hacía la víspera del día de la Purísima, y de ese modo y con las velitas prendidas por todas partes, se daba comienzo oficial a las fiestas de Navidad. Pero este año lo adelantaban una semana, porque Armando les tenía prometidos ir a pasar el día de las velitas a Quimbaya en el Quindío, donde la fiesta era especialmente bonita, y además llevarlos a Panaca, el parque de atracciones del eje cafetalero. Habían hecho una reserva en un hotelito de ecoturismo y los niños estaban muy ilusionados.
Betty los había reunido en torno a la mesa del merendero cubierta con un mantel de cuadros rojos y blancos que a Armando le gustaba mucho, y comenzó a sacar platos y vasos desechables, así como las fiambreras con el almuerzo de picnic.
- Papá – preguntó Armandito- ¿me vas a llevar al cine a ver Spiderman?...
- No, papá no te puede llevar – replicó Camila tiesa como un palo.
- ¿Por qué dices eso hija?, claro campeón, papá te lleva a ver esa película... ¿Dónde la ponen?... ¿en Unicentro?...
- Creo que sí, que en las salas de Unicentro la proyectan – respondió Betty- Camila, termínate esa empanada, son tus favoritas...
- No tengo ganas mami, no me siento bien...
- ¿Te duele algo mi amor?, se te ha puesto muy mala cara – le pregunta Armando preocupado, mientras le toca la frente.
- Papá – dice la chiquilla con un hilo de voz- tú no te vas a divorciar de mamá ¿verdad?...

CONTINUARÁ...

Ecomoda parte 2:)Where stories live. Discover now