· T r e s ·

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El capítulo de hoy va dedicado a EndLesscurl e

Encontraréis la razón en la PD xD Es cosa suya. Y también que haya decidido subir hoy 

 Y también que haya decidido subir hoy 

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Abrí la boca. Y la cerré. Y volví a abrirla y a cerrarla, sintiéndome como una auténtica idiota, pero sin importarme. ¿Qué hacía él allí? De la misma forma, sus ojos seguían puestos en los míos, aunque en lugar de sorpresa había cierto matiz burlón en ellos.

—Tú debes de ser Jax —saludó mi tía, como si no se percatase de nada—. ¿Está tu padre? Os he traído esto para daros la bienvenida.

La mirada de Jax me dejó para poder dirigirse a mi tía.

—¿Bienvenida a este lugar? —Murmuró—. Hubiese sido mejor una despedida.

La sonrisa de mi tía titubeo. Bueno, tía Jenna. Es que Jax DeLuca es así de idiota siempre.

Pero entonces otra persona más apareció por detrás. Un poco más bajo, pero con músculos más abultados, el señor que había saludado antes en el pasillo.

Su padre.

—Jax, sé amable —le riñó, y después se volvió hacia mi tía—. Vaya, eso es muy agradable. Primero me ayudas a subir cajas, y ahora me traes la cena.

Observé como mi tía volvía a sonreír, y comentaba:

—Oh, no es nada.

Mientras le pasaba la olla al hombre, yo me hice a un lado. Su lenguaje corporal me estaba dando a entender que nos invitaba a pasar. ¿Por qué? Ni loca entraba allí.

—Aquí hay mucho, ¿os gustaría a tu hija y a ti cenar con nosotros hoy? El apartamento está hecho un desastre, pero...

—¡Nos encantaría! —Exclamó mi tía.

¡Y un cuerno!

—Soy su sobrina —informé, tratando de mantener mi voz serena—. Lo siento, pero yo no puedo, tengo mucho que estudiar.

Entonces el idiota de Jax tuvo que intervenir... Imitando mi postura, él también se cruzo de brazos y alegó:

—¿Qué dices? Si hoy no nos han mandado apenas deberes.

Apreté los dientes y me negué a apartar los ojos de los suyos. Ojalá las miradas mataran. ¿Qué demonios pretendía? ¿Qué entrásemos a cenar con ellos?

No nos habíamos hablado desde que insinuó que yo era una piojosa aquel primer día de clases. Probablemente él ni se acordara. ¿A qué venía aquello? No éramos amigos, y dudaba que tuviese intenciones de empezar a serlo ahora. Lo más probable es que solo quisiera fastidiar.

—¿Os conocéis? —Preguntó su padre.

—Vamos juntos a algunas clases —casi gruñí.

Ojalá nunca tener que dar esas explicaciones.

Una Perfecta Equivocación © YA EN LIBRERÍASWhere stories live. Discover now