· T r e i n t a & D o s ·

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Jax me observaba mientras terminaba de vestirme

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Jax me observaba mientras terminaba de vestirme. Él había sido mucho más rápido, y a mí todavía me quedaba ponerme la camiseta.

Cuando mi cabeza asomó por el cuello del pijama, encontré de pleno sus ojos. Todavía tenían un toque brillante, como sospechaba que también los míos. Su cabello estaba sumamente revuelto, y de hecho se había colocado al revés la camisa... pero no dije nada al respecto.

Una pequeña sonrisa tiró de sus labios.

—Bueno, eso ha estado... —comenzó a decir, como si no supiera escoger las palabras.

No me sentí ofendida, porque su expresión estaba transmitiendo exactamente lo que yo pensaba, pero decidí jugar un poco con él.

—¿Mejor de lo esperado? —Le piqué, terminando su frase.

Sus cejas se alzaron, pero yo no podía ocultar la malicia en mi expresión, así que su sonrisa continuó.

Caminó a través de la pequeña habitación, acercándose a mí, aunque en realidad apenas nos separaban unos pasos. Con la barbilla alzada pero sus ojos puestos en mí, podía percibir una vez más la altura que me sacaba.

—Vaya, iba a decir que genial —comentó, fingiendo estar ofendido—. Pero veo que tus expectativas conmigo eran bajas.

—Bajísimas —asentí.

La risa de Jax explotó, llenando la habitación. Todavía sentía calor en mi interior a causa del ejercicio que acabábamos de hacer y, aunque hacia un tiempo estaba tirada en la cama a punto de dormirme, ahora me encontraba totalmente despierta.

Sin embargo, a medida que su risa iba desapareciendo, sabía que ambos nos acercábamos a al terrible momento: la despedida después del sexo.

No éramos novios, pero sí amigos, por lo que... ¿qué se suponía que debería hacer ahora? ¿Musitar un torpe "bueno, pues sí, fue genial... hasta luego" e irme con la cabeza gacha?

No tendría sentido, porque no me arrepentía de absolutamente nada.

Sin embargo, sí que había una cosa que quería hablar con él...

Entreabrí la boca para hablar, pero no encontré las palabras, y dudosa la cerré. Eso le hizo fruncir un poco el ceño, dándose cuenta de que pasaba algo.

Y de pronto su mano estaba sobre la mía, tomándola.

—¿Qué sucede, Olivia? —Preguntó.

Me dio un vuelco el corazón. Ahí estaba, Olivia otra vez. Empezaba a sospechar que usaba mi nombre en ocasiones especiales, o cuando quería hablar en serio.

Tragué saliva y lo miré a los ojos. Necesitaba ver su reacción.

—Necesito saberlo, Jax... —comencé—. ¿Esto ha sido cosa de un solo día, o...?

Una Perfecta Equivocación © YA EN LIBRERÍASWhere stories live. Discover now