· C u a r e n t a & U n o ·

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—No estás sola

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—No estás sola. Nunca estarás sola.

Asentí contra el estómago de Isabella, mientras ella me hacía caricias en la cabeza, me apartaba el pelo del rostro y me repetía lo mucho que me quería y cómo siempre estaría a mi lado.

Porque mentiría como una idiota si os dijese que no lo pasé mal después de aquella noche con Jax.

Ni siquiera sabía cómo me las había apañado para que la tía Jenna no me viese llorar, pero tan pronto como entre en mi habitación esa noche, tan pronto como Isabella apareció en su coche para recogerme a la mañana siguiente y llevarme a por un café, mis ojos se convirtieron en un mar de lágrimas infinito.

Tenía que sacarlo.

Mi dolor.

Mis sentimientos por Jax.

Nuestros recuerdos.

Antes de lo que esperaba, antes del verano, debía sacar todo aquel mar de lágrimas. Debía gastar cada una que necesitase para regresar renovada. Para que nadie lo notase.

Ni mi tía.

Mucho menos Jax.

—Lo sé —gemí sobre las piernas de mi amiga, sabiendo que estaba mojando su ropa con mis lágrimas—. Gracias.

Isabella me dio otro beso más sobre la coronilla, y continuó acariciándome mientras lloraba.

Antes de conocer a Jax me gustaron otros chicos, pero no era amor. No estuve enamorada.

Le había preguntado a tía Jenna cómo sabías que lo estabas pero, cuando lo descubrí... fue tarde.

Ahora lo sabía.

Estabas enamorada cuando te importaba la otra persona. Cuando era tu amigo. Cuando querías su felicidad.

Cuando la mezcla de deseo y de cariño, como el de la amistad, se unían.

Yo estuve enamorada de Jax DeLuca, por mucho que me empeñase en negarlo, y aún lo estaba.

Pero el tiempo tendría que actuar y conseguir que lo olvidase.

Apenas un mes más de clases, y él se iría a Italia. Porque al final habíamos roto tan solo un mes antes de lo esperado. Nada que ya no hubiese predicho...

Exceptuando lo mucho que me iba a doler.

Ni siquiera siendo consciente de ello, pude evitarlo.

—Te quiero —susurró Isabella sobre mí.

Moví la cabeza para mostrar que la había escuchado.

—Y yo a ti.

Pasé todo el fin de semana en su casa. La tía Jenna me acercó algo de ropa, que recogieron sus padres y subieron a la habitación de Isabella. Ella sabía que pasaba algo, pero también que necesitaba mi espacio, y no presionó.

Una Perfecta Equivocación © YA EN LIBRERÍASWhere stories live. Discover now