· D i e c i s i e t e ·

131K 10.8K 9K
                                    


—¿Qué te parece el viernes por la noche?

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

—¿Qué te parece el viernes por la noche?

Apreté los labios y puse gran parte de mi concentración en evitar volverme hacia mis amigas. Casi podía ver sus risas contenidas mientras Ezra esperaba de pies, en el comedor, a que yo aceptara una nueva cita con él.

Lo que Ezra no sabía era lo bien que se lo habían pasado mis amigas el fin de semana cuando les contaba lo mal besador que era, y cómo me había llenado entera de babas.

—El viernes trabajo —respondí, contenta de poder poner una excusa real.

En realidad no sabía si quería darle o no una segunda oportunidad. De acuerdo, besaba fatal (algo que no comprendía si, supuestamente, él tenía fama de haber salido con muchas chicas). Pero a besar bien se puede enseñar, ¿no? Solo necesitaba ser sincera con él y decirle...

Mierda, Olivia. ¡Si no habías sido capaz ni de contarle que no te gusta el pollo frito!

—No me acordaba —respondió él, pensativo—. ¿Y a la fiesta del sábado irás?

—Supongo.

Ezra levantó el dedo pulgar hacia mí y murmuró en breve "genial, ahí nos vemos" antes de alejarse de nuestra mesa.

Los del curso habían vuelto a organizar una fiesta. Esta vez no sería en casa de Jason, sino de Lydia Stevens. Lo cierto es que mis amigas ya habían hablado de querer, por lo menos, pasarse un rato. Después de lo sucedido en la última fiesta, Carla había dicho que no tomaría cerveza, pero la situación en su casa la tenía muy estresada y cualquier excusa era buena para escaparse unas horas.

Empezábamos a preocuparnos un poco por ella, porque le habían salido pequeñas ojeras bajo los ojos de no dormir y parecía odiar cada día más a su familia. Incluido a su padre, pero no podía culparla. El último fin de semana se había ido de vacaciones con su hermanastro, dejándola a ella tirada con su madrastra a quien no soportaba. Sentía que cada día la excluían más.

—Entonces, ¿sí que vamos todas? —Preguntó con entusiasmo Heeijin, aunque sus ojos continuaban mirando a Ezra mientras regresaba a la mesa con los demás.

—Sí, pero creo que deberíais ir primero —contesté antes de dar un sorbo a mi zumo de manzana, pensativa—. Llegaré tarde por culpa del trabajo, y no quiero que hagáis lo mismo por mí.

Isabella juntó las cejas y pasó una mano por encima de la mesa.

—Sabes que no nos importa. Somos un equipo.

—Además, ¿cómo irás hasta la casa de Lydia desde la tuya? —Añadió Carla—. Andando tardarás por lo menos... ¡media hora!

En realidad lo más probable es que fuesen cuarenta minutos. Vivíamos bastante lejos a pesar de ser una ciudad pequeña.

—Tomaré el bus —repliqué con energía.

Mis amigas me miraron sin estar demasiado convencidas. Los autobuses urbanos de mi ciudad estaban muy mal comunicados, y era probable que tardase todavía más que a pie. Quizás mi tía estuviese libre y me pudiese acercar... Aunque los sábados que no salía, abría una botella de vino a eso de las cinco y se ponía a leer un libro tranquilamente en el sofá. No iba a pedirle que condujese después de unas cuantas copas.

Una Perfecta Equivocación © YA EN LIBRERÍASWhere stories live. Discover now