· T r e c e ·

129K 11.6K 12.4K
                                    

—¿Me vas a dejar sola?

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

—¿Me vas a dejar sola?

Mi tía me lanzó una mirada que, sin necesidad de ponerlo en palabras, básicamente decía: tienes diecisiete años. No puede darte miedo quedarte sola en casa por la noche un día de entre semana.

Bueno, lo siento tía, pero lo hacía.

Era miércoles por la tarde y ella había quedado con unas amigas para cenar. Una de ellas estaba embarazada y le habían preparado una sorpresa. Pensaba que normalmente estas cosas sucedían los fines de semana.

—Tienes una pizza en el congelador.

Fruncí el ceño y la seguí a través de la sala hasta el baño. Tomó el bote de perfume que solamente ella tenía permitido usar y se empezó a prácticamente bañar en él.

—Estoy en pleno crecimiento y no dejo de comer pizzas. ¿Sabes lo malo que puede ser para mi salud?

Se volvió unos segundos hacia mí, solamente para lanzarme una mirada fría.

—También hay sobras en la nevera de la coliflor con bechamel que hice anoche. Solamente necesitas calentarla.

Apreté los dientes. Tendría que haber sabido lo de la coliflor...

—De acuerdo, comeré la pizza —gemí.

Con una sonrisa de suficiencia dejó el perfume y agarró un pintalabios.

—Ya me imaginaba...

Observé cómo esparcía el color rojo oscuro y luego cerraba el maquillaje de nuevo. Me hice a un lado para dejarla salir del baño, pero la seguí de nuevo hasta la puerta de casa. Una vez llegó a ella suspiró y me agarró por ambas mejillas, apretándolas hasta conseguir arrugarme la boca y la nariz.

—Mi niña ya es toda una mujercita, no necesita una niñera que la vigile constantemente.

—Di eso para consolarte mientras comes una cena rica y caliente —me quejé, soltándome de su agarre—. Como me entere de que comes tarta de chocolate y no me traes un trozo, me enfadaré mucho.

Una chica tenía sus principios. Ya que ella disfrutaría de una buena cena, por lo menos podría acordarse de su pobre y desdichada sobrina cuando llegase la hora de los postres.

—Haré lo que pueda —me aseguró.

Y luego salió de la casa, dejándome sola en el apartamento.

No era la primera vez que estaba sola en casa. De hecho la tía me había dejado sola desde que cumplí los trece, pero normalmente ocurría en fines de semana y yo me iba con Isabella. O durante el día, no cuando faltaba media hora para que se pusiera el sol.

Sabiendo que no me quedaba de otra, saqué los libros y me puse a estudiar matemáticas. Cuando pasó una hora y me dio el hambre agarré la pizza del congelador y la metí al horno. Por norma general me gustaba decorarla con un poco más de tomate, champiñones y queso, pero los miércoles me volvía más perezosa. Especialmente si la cena era solo para mí.

Una Perfecta Equivocación © YA EN LIBRERÍASWhere stories live. Discover now