[2] Releerte

885 50 1
                                    

*Este capítulo puede saltarse (Se recomienda saltarlo, aún no vale la pena)* 

Al terminar de debatir duramente consigo mismo de si levantarse o no, producto de sin duda la inmensa pereza que hubiera llegado a sentir, decidió por mera obligación levantarse de esa cama, como si un huracán hubiera estado de visita. 

Prefirió culpar al mal sueño que tuvo por el desorden. 

De un segundo a otro, o de un descuido a otro, pasó de sentir su cama a lo acogedor, tibio y suave. 

Del suelo.  

—Estoy bien. —Igual nadie lo había escuchado. 

Era mejor así. 

Se dio la vuelta para quedar sentado, con un pierna en un doblez extraño. Su cara aún ardía, su caída había sido amortiguada por el dolor. 

—Empecemos de una vez —habló solo, con disgusto, al recordar la misma pesadilla que era una de muchas que llevaban, ya durante años, quitándole el sueño. 

Terminó de quejarse con él mismo y comenzó a cambiarse con cualquier cosa. La típica de uso hogareño —no mencionaré o tomaré la molestia de describir ahora cómo se vistió porque podría ver que no importa. Y si me equivoco, entonces lo dejaría a cualquiera de sus criterios—. Ya había perdido la costumbre de ponerse aquel poncho marrón sepia con bordados de colores. 

Cuando terminaba de acomodar el cuarto y la cama que lo había botado al piso —porque él no era tan tonto como para caerse así de la nada—, se colocó el primer calzado que alcanzó su mano y se paró, exhausto. 

—Bien, es demasiado temprano, me golpeé al levantarme... y tengo hambre —agregó, en el instante en el que escuchó el sonido que provocó su estómago al demandar aunque sea un poco de alimento. 

«¿Hacía cuanto que no comía?» Exageró. 

Se encaminó hacia la cocina a cumplir con su más importante objetivo. Se había visto en hora de sacar a flote sus habilidades culinarias. 

—Todo lo que esta aquí ya lo leí

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

—Todo lo que esta aquí ya lo leí... —masculló, disimulando su decepción. 

Últimamente, por la cantidad de trabajo, más sus elecciones, que iban mal —muy mal—, no tuvo tiempo de pasar por alguna librería, alguna agencia, o cualquier otro, si quiera para respirar. 

Giró en su eje, en busca de algún libro que llamara su atención. 

—Entonc-  

Chocó con una de las estanterías, se estremeció por dentro del dolor en la sien, observando el cúmulo de libros restregados por el suelo. Ignoró el ardor para recoger los libros esparcidos por el piso cuando se encontró, para su alivio, un libro que reconocería en cualquier circunstancia. 

—Mira, otro compañero... —susurró, sonriendo ligeramente.  

Sonriendo, producto de los vagos recuerdos con aquel libro que contenía, según él, el conocimiento de la humanidad; así no era, pero necesitaba bajar sus niveles de estrés y se quería hacer reír. 

Tenía datos poco conocidos de, por ejemplo, de la 1ra Guerra Mundial, por los años de aquel 1914; o de las culturas centrales y norteamericanas, que siempre tenían algo interesante que contar; también se hallaban pequeños relatos de naturaleza increíble, como aquel de la 2da Guerra Mundial: Una mujer judía, ya en manos de nazis, dio a luz a un bebé que aunque débil, fue por entero sereno y silencioso; no lloró, se rumoreaba, porque otro muchachillo entregó una pequeña muestra de pena y misericordia a la madre; finalmente, verdadero o falso, en cuanto el ejército ruso llegó y disparó a las cadenas el niño se vio en su primera posibilidad de llorar. 

Creerlo era complicado, pero más por el hecho de una pequeña simpatía que por su raciocinio, lo creería. 

Al final, ¿no era acaso que vivir en la guerra y seguir existiendo era suficiente explicación para creer en lo imposible? 

Nos desviamos del tema, ese libro cargaba recuerdos pesados. ¿En qué se estaba?

Observó el libro tan solo unos segundos y se alzó. 

—Supongo que releerte estaría bien... 

A quién engañaba, tenía todas las ganas del mundo para leerlo nuevamente.  

Si le fuera posible, le pediría un autógrafo al autor; sin embargo, el autor era anónimo y debió fallecer hace unos 50 años, de cualquier modo. 

—Siete treinta de la mañana

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

—Siete treinta de la mañana... —susurró, en el momento en el que sonó su alarma—. Bien, es hora de levantarlos...  

¡Pero qué crueldad! 

Salió de la habitación casi inmensa, pero de entrada pequeña. 

—A ver... —se dijo, antes de tomar una bocanada de aire para poder gritar correctamente. 

Fue un grito correcto y aceptable, como en la guerra de Troya. 

  11/05/21 

Edición: 20/𝟢𝟩/𝟤𝟥



Notas. 

No me gusta, falta editar. 

C A M B I O S [TodosxPerú]Where stories live. Discover now