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—Todo más, o menos—

Inclinó la cabeza a un costado, retrocedió un paso, giró su dorso, cambió su posición. El contrario perdió estabilidad cuando ya no hubo qué golpear. Notó el desconcierto que generó al moverse y lo aprovechó para girar una vez más, lo pateó sin mucha fuerza, solo para acelerar su caída. Seguía en el mismo lugar, solo había variado su posición. Volvió a su posición inicial, con la intención de golpear al siguiente; al final retrocedió, no había un siguiente. 

—Loco de... —Entre improperios que mascullaba a lo bajo hacia el bicolor, se levantó del lugar en el que se había dedicado a mirar, de verdad había deseado ver cómo le rompían la cara. 

Soltó una carcajada ronca, le causaba gracia. En su antiguo trabajo se habían cruzado alguna vez; ahora, les habían ordenado fingir el odiarse y entrenar a más de cien inmortales. Lo primero no se había convertido en un inconveniente, nunca se habían llevado bien, pero tampoco se odiaban a muerte. 

—Llevamos así una semana —el entrenador gritó, aburrido de la situación. 

El tiempo que llevaban en el lugar era un par de semanas más; la última en específico, significaba un problema para los entrenadores y, ya sin necesidad de ocultarlo, para Perú. 

Era como en la vieja escuela; tan solo que esta vez, no se molestaban en esconder que, el blanquirrojo y cualquier otra persona dentro del lugar, a excepción de los countries, trabajaban en cooperación. Y al notarse, el odio se le dio regalado.

Lo odiaban, sí, la mayoría. Otros aún esperaban una respuesta. 

—Levántense. —Perú continuó con su parte. 

Iba a retomar su camino, se detuvo al notar al último sentado en el suelo recuperándose. Se quedó observándolo, esperando a que se levante. El contrario, mientras aún se recomponía de la caída, alzó la vista topándose con la del pelirrojo. 

Perú giró su vista hacia el entrenador, y tras un ademán, acató la orden. Le extendió su mano, sorprendiendo al contrario, al igual que a sus hermanos que se acercaban a ayudarlo. Venezuela aceptó la ayuda y en respuesta, lo levantaron con brusquedad.

—Ya saben a dónde dirigirse. —Luego de retirar el agarre de su mano, casi tirando, recalcó lo último al resto que aún estaba en el lugar. 

Se guiaban de los pasadizos a pasos atolondrados. Y al llegar, bastó que uno pusiera el primer pie en el lugar para que la instructora girara a mirarlos, con esas miradas que dicen que, mejor, ni se hubieran dignado a venir. 

—Empecemos.

Nicaragua le pasó su crucifijo a Costa Rica sin que, según en ellos, la entrenadora lo notara. 

—Empezaremos contigo entonces —habló, señalando a Costa Rica.

Amén, señores. 

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—No tengo todo el día, princesas. 

La instructora, una mujer de cincuenta años, de gesto rígido y austero, antigua marina, había demandado a cada country completar un ciclo antes propuesto. Hasta ahí, no sería tan difícil. Lo difícil empezaba en la cantidad de veces que deberían repetirlo si no lo completaban sin error alguno. 

—Cuándo estén afuera van a ser unos completos inútiles, señoritos. —No advirtió, afirmó.  

—Qué gran apoyo emocional.

México, que estaba cerca del que habló, extendió los ojos expresando desconcierto y ofensa. Paraguay y Ecuador se posicionaron detrás del tricolor, haciendo la misma expresión, con Venezuela de colado, quien quiso indignarse también.  

C A M B I O S [TodosxPerú]Where stories live. Discover now