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La Navidad nunca había significado mucho para Jane. Siempre hacían las mismas cosas de la misma manera. No había ni árbol ni calcetines en el 60 Gay y no había celebración matutina porque la abuela así lo había decretado. Decía que le gustaba una mañana tranquila y que siempre iba a la misa en San Bernabé, aunque, por
alguna extraña razón propia, siempre quería ir sola ese día. Entonces
todos iban a comer a casa del tío William o del tío David y por la noche había una gran cena familiar en el 60 Gay, con los regalos a la vista. Jane siempre recibía muchas cosas que no quería especialmente y una o dos que sí.
Mamá siempre parecía más alegre en Navidad que en cualquier otro día... demasiado alegre, como si en su nueva sabiduría, Jane tuviera miedo de recordar algo si dejaba de ser alegre por un momento.
Pero este año la Navidad tenía un sutil significado para Jane que nunca antes había tenido. Por un lado, estaba el concierto en St Agatha's, en el que
Jane fue una de las estrellas. Recitó otro poema habitual y lo hizo porque estaba recitando para un público a mil millas de distancia y le importaba un comino la cara de desprecio y los labios comprimidos de la abuela. El último número fue un retablo en el que cuatro chicas representaban los espíritus de las cuatro estaciones arrodillados alrededor del espíritu navideño. Jane era el espíritu del otoño con hojas de arce en su pelo rojizo.
-Su nieta va a ser una chica muy guapa -le dijo una señora a la abuela-. No se parece a su encantadora madre, por supuesto, pero hay algo muy llamativo en su rostro.
-Lo guapo es lo que hace el guapo -dijo la abuela en un tono que implicaba
que, juzgada según ese criterio, Jane no tenía ni la más remota posibilidad de ser guapa.
Pero Jane no lo oyó y no le habría importado si lo hubiera hecho. Sabía lo que papá pensaba de sus huesos.
Jane no podía enviar regalos a la isla... no tenía dinero para comprarlos.
Una asignación era algo que Jane nunca había tenido. Así que escribió una carta especial a todos sus amigos. Le enviaron pequeños regalos que le hicieron mucho más ilusión que los
que los que recibía en Toronto.
La madre de Min le envió un paquete de salchichas de verano.
-A nadie aquí le interesa el salado de verano -dijo la abuela, queriendo decir que ella no lo hacía-. Preferimos la salvia.
-La señora Jimmy John siempre usa salvia en su relleno y también lo hacen la mamá de Min y la Sra. Big Donald -dijo Jane.
-Oh, no hay duda de que estamos tristemente atrasados -dijo la abuela, y cuando Jane abrió el paquete de goma de abeto que le había enviado el joven John, su abuela dijo: Bueno, bueno, así que las damas mastican chicle hoy en día. Otros tiempos, otros modales.
Cogió la tarjeta que Ding-dong había enviado a Jane. Tenía el dibujo de un ángel azul y dorado bajo el cual Ding-dong había escrito: "Esto se parece a ti".
-Siempre he oído -dijo la abuela-, que el amor es ciego.
La abuela tenía ciertamente el don de hacerte sentir ridículo.
Pero ni siquiera la abuela desprecio el manojo de madera flotante que el viejo Timothy Salt envío. Dejó que Jane lo quemara en la chimenea en Nochebuena, y a mamá le encantaron las llamas azules, verdes y moradas. Jane se sentaba ante ella y soñaba. Era una noche muy fría... una noche de escarcha y estrellas. ¿Haría el mismo frío en la isla y se congelarían sus geranios? ¿Habría una gruesa piel blanca en las ventanas de Lantern Hill? ¿Qué clase de Navidad tendría papá? Sabía que iría a cenar a casa de la tía Irene. La tía Irene había escrito a Jane una nota para acompañar su regalo de un bonito jersey de punto y se lo había dicho. "Con algunos de tus viejos amigos", dijo la tía Irene.
¿Estaría Lilian Morrow entre los viejos amigos? De alguna manera Jane esperaba que no. Siempre había un extraño temor sin forma ni nombre en su corazón cuando pensaba en Lilian Morrow y su acariciante "Drew".
Lantern Hill estaría vacía en Navidad. A Jane le molestaba eso. Papá se llevaría a Happy y los pobres Peters estarían solos.
Jane tuvo una emoción el día de Navidad de la que nadie sabía nada. Fueron a comer a casa del tío David y había un ejemplar de Saturday Evening en la biblioteca. Jane se abalanzó sobre él. ¿Habría algo de papá en él? Sí, lo había. Otro artículo de primera página sobre "Las consecuencias de la Confederación en relación con las provincias marítimas". Jane estaba totalmente fuera de lugar en él, pero leyó cada palabra con orgullo y deleite.
Luego vino el gato.

JANE DE LANTERN HILLWhere stories live. Discover now