La segunda prueba

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A dos días de la mascarada, la habitación de Dominique, Elena y Rose estaba totalmente irreconocible: sus camas estaban cubiertas de pulseras, collares, anillos y demás accesorios, incluidos algunos para el pelo que tal vez las fueran útiles, así como maquillajes y otras cosas;  sobre las sillas reposaban distintas telas por si había que hacer algún arreglo de última hora, el suelo cubierto de hilillos y distintos tipos de zapatos, y la música de Coldplay saliendo a todo volumen de la mini cadena que tenían en un rincón.

Sentada frente al espejo, Rose trataba de decidirse por unos pendientes de cuantos su madre la había enviado, haciendo graciosas muecas de vez en cuando.

Sus dos compañeras de cuarto, por otra parte, estaban unos pasos más allá, junto a la ventana: Nique ataviada con el vestido rojo que iba a llevar y Elena agachada a sus pies tratando de arreglar una parte que se había descosido al engancharse con una mochila mientras Dominique se lo probaba.

-Ale, ya está -dijo Elena, levantando ligeramente la tela para observar su trabajo, tan perfecto que era casi imposible notarlo.

-¿A ver? -Dominique se agachó un poco para contemplarlo-. Madre mía, ¡si ni siquiera se nota! Muchísimas gracias Elena, eres…

-Si vas a decir que soy la mejor ahórratelo porque ya lo sé -la cortó esta, y se levantó.

Nique se echó a reír y las dos se fundieron en un abrazo.

-La verdad es que no me esperaba que eligieras disfrazarte de Catalina la Grande de Rusia -comentó Elena cuando se separaron, observándola con atención.

-¿Y eso por qué? Fue una gran emperatriz rusa, me gusta.

-No, no, si no  digo que esté mal, todo lo contrario. Aunque dicen que murió tirándose a un caballo…

-Bah, leyendas urbanas. En realidad fue una apoplejía.

-Sí, sí, pero cuando el río suena… Es que agua lleva.

-Por esa regla de tres a ti se te ha olvidado contarnos algo de lo que hiciste con James cuando estabas en la enfermería, ¿no? -Intervino Rose, que por fin se había decidido por unos pendientes.

-Eso, eso -coreó Dominique.

-No he dicho que sea una regla fija…

Las dos primas cruzaron una mirada y se sonrieron. Dominique se echó a reír entonces, con la espontaneidad que todo el mundo asociaba con ella, y comenzó a bailotear por la habitación aún con el aparatoso vestido puesto.

-Bueno, lo cierto es que el vestido es precioso -dijo Rose, admirándolo.

Y de verdad lo era. Dominique lo había encontrado por casualidad en una tienda de disfraces de Hogsmeade, oculto bajo otros muchos trajes, y enseguida había tenido claro que quería ese: era un traje de época color rojo vivo, con largas mangas algo sueltas y un escote bajo bordeado por encaje blanco. El corpiño combinaba dos tonos más oscuros de rojo formando delicados motivos florales, a medida que se aproximaban a las mangas se difuminaban hasta quedar del tono liso de estas, lo mismo que por la parte de abajo, hasta que se fundía con la falda, algo abultada por efecto del cancán y con una ligera cola.

Dominique había sido cuidadosa en todos los aspectos, y aunque los zapatos no fueran a verse había escogido unos de color también rojo con una hebilla y un poco de tacón, que en ese momento también llevaba puestos para acostumbrarse a ellos y no hacer el ridículo durante el baile.

-Y tanto que precioso -suspiró Elena-. ¿Has decidido ya lo demás, Nique?

La aludida se giró y asintió. Caminó deprisa hacia su cama y señaló algunas cosas que había apartado algunas cosas.

Ojos verdesOnde histórias criam vida. Descubra agora