Hogwarts... Y Beauxbatons

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Los Williams vivían en una elegante casa a las afueras de París. Se habían mudado cuatro años atrás desde Londres, lugar del que era originario el señor Williams. 

La señora Williams había estudiado filología inglesa, motivo por el cual había viajado a Londres un tiempo para perfeccionar su inglés. Fue allí donde conoció a su marido, que era un importante empresario. Lo suyo fue amor a primera vista, y dos meses después se casaron, a pesar de que la familia de ella no las tenía todas consigo. Habían vivido diez años en Londres, pero la señora Williams echaba de menos su patria, así que, cuatro años atrás, los Williams se habían trasladado a París, donde ella trabajaba como interiorista y él dirigía su empresa a distancia.

Los Williams tenían dos hijos: Alaric Williams, un chico de trece años alto, de pelo negro como la tinta y ojos negros y exóticos, como una noche veraniega en el desierto. Era delgado y algo musculoso, de piel morena, labios carnosos y sonrisa franca. Alaric era honesto, divertido, deportista y algo sobre protector con los suyos, sobre todo con su hermana menor: Elena Williams.

Elena tenía once años, era más bien bajita y esbelta. Sin embargo, eso y los labios carnosos eran todos los parecidos que compartía con su hermano. Era pelirroja, pero su pelo no era de ese color zanahoria que tenían muchos pelirrojos. No, Elena tenía una preciosa melena  que le caía en suaves ondas hasta la mitad de la espalda, su piel era blanca como la leche y sus ojos eran grandes y verdes como esmeraldas, increíblemente hermosos. Elena era inteligente, ocurrente, divertida, amigable y no muy deportista, aunque acostumbraba a salir a correr todas las tardes. 

Alaric amaba la música más que nada en el mundo, y cada vez que necesitaba calmarse,  cogía su guitarra o se sentaba frente al piano y tocaba alguna canción, sobre todo Imagine, de John Lennon, o si no se dedicaba a su segundo pasatiempo favorito: el boxeo. 

Elena tenía un gran talento artístico, y podía dibujar cualquier cosa. Siempre que quería no pensar en nada, cogía su cuaderno de dibujo y empezaba a dibujar lo primero que venía a su mente: desde su casa hasta una tableta de chocolate. Si no tenía a mano material de dibujo, cosa en extremo rara, nadaba o veía alguna película antigua. El principal defecto de esta pelirroja era su temperamento: cuando se enfadaba solía romper lo más cercano a ella, cosa que desesperaba a su padre y a su hermano, pero que su madre comprendía muy bien, ya que ella era igual.

Era una fresca mañana de Julio, y todo era tranquilo en la casa de los Williams. Jacob Williams, un hombre de pelo negro, ojos color chocolate, tez blanca y muy atractivo a pesar de tener ya cuarenta y tantos años, trabajaba en su estudio, concentrado en los balances de su empresa.

En la cocina, su esposa Judie estaba preparando la comida. Tenía treinta y ocho años, era de estatura media, pelo rubio y ojos azules como el cielo a mediodía. Esbelta y voluptuosa, de sonrisa fácil e inteligencia aguda, era muy francesa, y quería a su familia por encima de todo lo demás.

Los hijos del matrimonio estaban en sus respectivas habitaciones. Alaric dormía en el segundo piso, en una habitación de color azul intenso. La habitación tenía tres grandes ventanales y era muy luminosa, aunque bastante sencilla. Solo tenía un par de lámparas, un armario, una cama enorme, dos mesillas, un escritorio, dos estanterías y dos guitarras: una acústica y otra eléctrica. Todo estaba muy pulcro y ordenado, y en un rincón había una pequeña puerta que daba al baño particular del chico. 

El chico estaba sentado en la cama tocando "We are the Champions" con su guitarra. Tenía los ojos cerrados y una expresión entre soñadora y concentrada. Alaric movía su cuerpo al ritmo de la música, y las notas de la guitarra llenaban todo el segundo piso. A los pies de su cama, Napoleón, su bulldog inglés, estaba tumbado en su camita, escuchando tocar a su dueño.

Ojos verdesWhere stories live. Discover now