Limando asperezas

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Tanto Cris como Jaime perdieron completamente la noción del tiempo en medio de aquel beso que tanto se había hecho de rogar entre los dos. Y es que ambos habían negado hasta el hartazgo la atracción que sentían por el otro, pero ahora que por fin había estallado, no iban a dejar pasar el momento fácilmente.

Cris enredó los dedos en el pelo rubio del chico, al tiempo que él la tumbaba sobre la cama y comenzaba a bajar por su cuello. Ella sonrió y acarició su espalda desnuda, haciendo así que él también esbozara una sonrisa de medio lado. Jaime siguió besándola, aventurándose cada vez más abajo mientras Cris se mordía con fuerza el labio inferior. El chico empezó a repartir pequeños besos a lo largo de la clavícula de ella mientras lentamente subía una mano por su muslo. La slytherin jadeó y volvió a besarle con ganas.

La puerta de la habitación se abrió entonces con un chirrido y James Potter apareció, con el pelo aún más revuelto que de costumbre, unos pantalones vaqueros oscuros y una camisa puesta de cualquier manera. Cuando vio la escena que se desarrollaba ante sus ojos, el chico se quedó helado y no supo qué hacer o decir, y lo mismo pasó a Jaime y Cris, quienes se quedaron clavados en el sitio.

Al final, James se echó a reír.

-Macho, hoy estoy que me  salgo... Primero Fred y Natalie en la cocina, ahora vengo aquí y me encuentro esto... Me da miedo tener que ir al baño –declaró, al tiempo que entraba en la habitación y abría el armario.

-Es que llamar a las puertas es una excelente costumbre –gruñó Cristina, cuya cara estaba ahora más roja que un tomate.

James levantó las manos pidiendo paz.

-Oye, que es mi habitación... Aunque quién lo habría dicho... Hermano, tú y yo tenemos que hablar largo y tendido de esto.

Jaime le fulminó con la mirada, aunque el otro chico lo conocía lo suficientemente bien como para saber que en realidad no estaba molesto, aunque sí que quería  recuperar la intimidad.

Aún así, James se tomó su tiempo hasta encontrar su camiseta preferida, quitarse la camisa con toda la parsimonia y ponérsela. En realidad, no fueron más de cinco minutos, pero especialmente a Cris se le hicieron eternos.

Antes de salir de la habitación, el mayor de los Potter se giró hacia ellos con una gran sonrisa y les dijo:

-Bueno, os vuelvo a dejar solos, pasadlo bien... Pero  si vais a pasarlo demasiado bien acordaos de la gomita que soy muy joven para tener ahijados.

Antes de que pudieran decirle nada, el chico se marchó, pero aún desde el pasillo escuchó la carcajada de Jaime.

Cuando James se hubo ido, Jaime hizo ademán de volver a besar a Cristina y retomar las cosas por el punto en que las habían dejado, pero la chica lo apartó con suavidad.

-¿Dónde te crees que vas? –Preguntó divertida, enarcando una ceja.

-Pues en concreto al punto en el que estábamos antes de que mi mejor amigo nos interrumpiera –respondió él, para después aprisionar el labio inferior de la chica y mordisquearlo suavemente.

Cristina sonrió, pero volvió a apartarse.

-Tentador, pero va a ser que no. Tengo demasiada hambre.

-Maldito James, siempre cortando rollos –masculló Jaime.

La chica, por supuesto, lo oyó, pues estaban al lado, pero ignoró el comentario mientras cogía una de las tazas de café que él había traído y una generosa porción del bizcocho que las dos Molly Weasley habían preparado juntas.

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