Madame la reine

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El sábado en que se celebraba el baile de disfraces, nada más terminar de comer, Cris se presentó en la puerta de la habitación de Margot, cargada con varias bolsas en las que llevaba su vestido, los complementos y todo tipo de maquillaje y cosas para el pelo que Astoria le había regalado y a las que nunca había sacado demasiada utilidad. Margot, sin embargo, sabría darles provecho: no era la primera vez que lo hacía.

Desde muy pequeñas habían tenido el acuerdo de ayudarse mutuamente cada vez que tuvieran que ir a algún baile o acontecimiento, y llevaban tantos años con la misma rutina que ya ni siquiera hablaban de ello: Cris se presentaba directamente en el cuarto de Margot, que era la más ordenada de las dos, cargada con todos sus bártulos y se ponían manos a la obra.

Margot abrió la puerta antes siquiera de que Cris dejara alguna de sus bolsas para llamar, y la indicó que pasara con un gesto imperioso. Ella sonrió, al ver a su amiga envuelta en la suave bata de seda verde y con el cabello recogido con unas pinzas en lo alto de la cabeza. ¿Por qué Margot siempre estaba guapa, en las circunstancias que fueran? Era su mejor amiga y la quería, pero lo consideraba muy poco justo.

-Venga, venga, llegas tarde Cris. Saca el vestido de la funda y puedes colgarlo aquella ventana, pero ten cuidado de dejar cortina cerrada: no quiero una corte de sirenas y demás bichos marinos chismorreando en mi ventana.

-En serio Margot, ¿no has pensado en alistarte en los marines? Llegarías a general en dos semanas -ironizó Cris, aunque haciendo lo que le habían dicho.

-Venga ya, ¿dos semanas? A mí me verían y ya me darían el puesto.

Las dos se echaron a reír.

-Bueno, ¿qué me traes? -Inquirió Margot, rebuscando entre las bolsas y empezando a seleccionar cosas y a dejarlas sobre el enorme tocador, donde ya estaban todas las suyas propias que había preparado un rato antes-. No está mal… Mi tía Astoria tiene un gusto increíble para estas cosas.

-Psst, si tú lo dices.

Margot sonrió, divertida. A Cris no le gustaba el maquillaje ni lo más mínimo, y no solía dedicar más de diez minutos para arreglarse. De hecho tendía a exasperarse y mucho cuando tenía que hacerlo, y su mejor amiga se lo pasaba pipa viéndola.

-¿Sabes? Me han dicho que el Campeón de Beauxbatons va a ir de Robespierre. Creo que deberíais juntaros.

Cristina, que había elegido el disfraz de Reina de Corazones entre otras cosas por su frase más famosa "¡qué le corten la cabeza!", se echó a reír.

-Si ha elegido ese disfraz es que es un buen tipo. Tendré que concederle al menos un baile, ¿no te parece?

-Por supuesto. Aunque igual te topas con Enrique VIII y te pasas el baile discutiendo por quién le corta la cabeza a quién -Margot esbozó una de sus sonrisas misteriosas, y Cris supo que la Reina de las Serpientes se guardaba un as bajo la manga. Y también supo que no serviría de nada preguntarla, hacía demasiado que se conocían. Así pues, tendría que esperar para ver de qué hablaba, pues sin duda se acabaría enterando.

-Odio cuando te pones críptica… En serio, resulta muy frustrante. Frustrante debería ser tu segundo nombre, de hecho.

-Si tú lo dices… Pero yo creo que Margot Rosalie Greengrass suena mejor que Margot Frustrante Greengrass.

-Sí, pero te describe mucho peor -replicó Cris con una risotada.

Margot resopló, aunque con una gran sonrisa.

-Pues a mí me encanta. Y ahora ven aquí y dime qué quieres que te haga.

-De todo menos daño...

Ojos verdesWhere stories live. Discover now