Inglaterra

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Inglaterra

Unos años más tarde

Elena Williams se bajó del carruaje de Beauxbatons acarreando la jaula Nefertari, su lechuza. Monsieur Philippe, el conductor del carruaje, abrió la puerta para ella y, muy amablemente, acarreó su baúl hasta la puerta de su casa.

-Merci beaucoup, monsieur Philippe -dijo Elena educadamente-. Au revoir et von voyage.

-Merci Mademoiselle -respondió el hombre inclinándose levemente y entrando de nuevo en el carruaje-. Au revoir.

Elena sonrió e hizo un último  gesto de despedida al carruaje, en el que aún quedaban varias amigas suyas. Después, posó la jaula de la lechuza en el suelo y empezó a revolver en su bolso hasta que encontró las llaves y abrió la puerta.

Cogió todas sus cosas como buenamente pudo y entró hasta el salón. Y allí estaban sus padres y su hermano. Judie fue la primera en levantarse y correr a abrazar a su hija.

-Ma petite! -Sonrió, estrechando a Elena entre sus brazos-. Te hemos echado mucho de menos. ¿Cómo te ha ido por Beauxbatons? ¿Has conocido a alguien?

-Eh Judie, dala un respiro cariño -intervino Jacob-. Elena solo acaba de llegar.

Elena sonrió a su padre y corrió a abrazarle.

-Hola pequeña -sonrió su padre-. Te hemos echado mucho de menos por aquí.

-Yo también os he echado mucho de menos, papá.

Jacob sonrió, dio un último apretón a su hija y la dejó libre. Entonces, Elena se dirigió a Alaric y le abrazó muy fuerte.

-Hola hermanito. -Dijo con una sonrisa. Alaric y ella no se veían mucho, pero estaban muy unidos.

-Hola enana. ¿Qué tal en ese colegio tuyo? ¿Hay alguna chica que merezca la pena?

-Nunca cambiarás, ¿eh Alaric? -Resopló Elena-. De todos modos no te he encontrado nada… Ya puedes buscarte la vida solito, tato.

-Bueno chicos -sonrió Judie Williams-, vamos al comedor, ¿vale? Allí nos pondremos al día.

Todos asintieron y se dirigieron al comedor. Judie se había esmerado  especialmente con la cena ese día, y había de todo. Incluso había encargado algo de comida china, que Elena y su padre adoraban.

Elena acababa de terminar su quinto curso en la Academia Beauxbatons, y había cumplido dieciséis años durante el curso, el día once de marzo.

Había cambiado mucho desde los once años, y ahora era toda una jovencita de  metro setenta, era esbelta y grácil. Su piel era blanca, parecida al marfil, tenía una nariz recta y fina, labios rojizos, carnosos y sensuales. Su rostro era un óvalo perfecto salpicado por algunas pecas, y su mandíbula cuadrada denotaba su orgullo. Sus ojos eran grandes, verdes como esmeraldas, cautivadores e increíblemente hermosos. Tenía unas largas y tupidas pestañas, sobre las que sus cejas pelirrojas se arqueaban con elegancia. Su pelo también era pelirrojo, una cascada roja que caía casi hasta su cintura.

Elena era elegante, y todos sus movimientos tenían la gracia de una bailarina. Puede que el hecho de que Elena hubiera hecho ballet desde pequeña y que diera clases de danza en el colegio tuviera algo que ver.

Por fuera era todo dulzura, una rosa inglesa, pero por dentro había que temer la mezcla del carácter inglés de su padre y del francés de su madre.

Siempre había sido una muchacha inteligente y rápida, pero también podía ser muy sarcástica e hiriente cuando quería, y adoraba brillar y sobresalir. Era una de las mejores alumnas de la Academia Beauxbatons, y también una de las más populares. Sin embargo, debajo de su dulzura, Elena tenía un carácter de mil demonios, aunque con el paso de los años había aprendido a controlarse.

Ojos verdesWhere stories live. Discover now