Una pelirroja más

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Era uno de septiembre y la estación de King's Cross bullía de actividad. Una hermosa joven pelirroja de ojos verdes como esmeraldas que hipnotizaban a todo el mundo se movía con habilidad sorteando al resto de personas a pesar del gran carrito que llevaba. La gente no podía evitar mirarla, y no solo por su belleza indómita que hacía que todos cayeran rendidos a sus pies, si no por el extraño equipaje que la joven portaba.

En su carrito llevaba un gran baúl con un escudo delicadamente pintado a mano. El escudo mostraba cuatro animales: un tejón negro sobre un fondo amarillo, un águila de bronce sobre un fondo azul, un león dorado sobre un fondo escarlata y una serpiente plateada sobre un fondo verde. En medio había escrita una gran H, y debajo estaba escrito en letra cursiva el lema de la escuela a la que la chica pertenecía ahora: "Draco dormiens nuquam titillandus".

Un hombre que pasaba por allí casualmente y sabía latín leyó el lema de pasada. Pensó que lo había leído mal o que la chica era una bromista, dado que significaba "Nunca hagas cosquillas en la tripa de un dragón dormido", y ninguna escuela que él conociera tenía un lema como aquél.

Sobre el baúl, la chica llevaba una jaula con una lechuza negra como la noche y una cesta con un gatito también negro dormido.

Pero aparte de eso, el aspecto de la chica era el que podría haber sido el de cualquier chica de 16 años: vestía un sencillo mono vaquero de pantalones cortos, sin mangas ni tela por la espalda, ya que se ataba mediante cintas al cuello. Calzaba unas sandalias al estilo romano y llevaba el cabello pelirrojo recogido en un desordenado moño en lo alto de la cabeza. En los brazos lucía múltiples brazaletes de plata y llevaba un par de anillos sencillos, uno de los cuales era su sello. Caminaba con total naturalidad, sin prestar atención a las miradas extrañadas de la gente. Era Elena Williams, que se preguntaba como narices podría encontrar el andén 9 ¾, dónde la habían dicho que debería tomar el tren a Hogwarts a las doce en punto.

Elena había tenido que ir sola a la estación porque su padre tenía una importante reunión en la otra punta de la ciudad a la que debía asistir con su madre, y su hermano había  dicho que él no quería saber nada. Elena no le culpaba, sabía que a su hermano le daba cosa estar entre tantos magos y saber que él no lo era. Así que al final había tenido que ir sola a King's Cross, y estaba más perdida que un pingüino en el desierto, porque no sabía donde coger el tren.

Cuando todo parecía perdido para Elena, vio a una familia con baúles de Hogwarts y lechuzas, y se decidió a preguntar.

-Disculpe -intervino la joven, dirigiéndose a un hombre de ojos verdes muy similares a los suyos y revuelto cabello azabache-, ¿podría por favor decirme como acceder al andén 9 ¾?

-Por supuesto -asintió amablemente el hombre-. Solo tienes que cruzar el muro que separa los andenes nueve y diez.

Al ver la mirada de desconfianza que le dirigía la chica, el hombre rió y dijo:

-Venga, no te preocupes. Si tienes miedo es mejor que lo hagas corriendo. Pasa ahora, nosotros esperaremos.

Elena seguía recelosa, pero al final asintió y echó a correr, pensando en lo locos que estaban los ingleses y esperando un impacto que nunca llegó.

Cuando al fin abrió los ojos, Elena se encontró en un andén que parecía sacado de otra época, con una locomotora de vapor roja que era una auténtica pieza de coleccionista.

-¿Ves? Te dije que no pasaría nada. -La chica oyó una voz a sus espaldas y se giró, encontrándose al hombre que la había indicado como entrar al andén.

El hombre, que la sonaba de algo pero al que no lograba identificar, estaba acompañado por una mujer pelirroja, madura pero hermosa, y tres adolescentes que tenían toda la pinta de ser sus hijos. Uno era un joven muy guapo, alto, con anchas espaldas y musculoso, de pelo negro revuelto y ojos color avellana. Elena pensó que estaba muy bueno. Y que, muy a su pesar, no había tíos así en Beauxbatons.

Ojos verdesWhere stories live. Discover now