Capítulo 1

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Hermanos.

Tengo cinco años. Eros, mi hermano mayor por dos años, y yo cantamos a todo pulmón en el auto mientras mis padres ríen a carcajadas por nuestra mala imitación de los cantantes de AC/DC y nuestra hermana mayor Atenea rueda los ojos en el asiento de atrás.

En un momento estamos riendo y haciéndole muecas a Atenea para que se ría con nosotros mientras esta trata de esconder su diversión y nos tira manotazos, y al otro el coche en el que vamos se encuentra dando vueltas por la carretera.

Mi cuerpo no sale volando porque mi hermana se aferra a mi brazo con fuerza, pero no logra hacer lo mismo con Eros, quien sale despedido en uno de los tumbos que da el coche y termina en la acera mientras nosotros seguimos girando por el aire.

Todo mi cuerpo arde y grita por que pare el dolor, pero este no menguea y, en cambio, se hace aún pero cuando el coche por fin se detiene y mi cuerpo se estrella contra el techo de este.

Toso cuando la sangre sale de mi boca y gimo cuando pequeños fragmentos de los cristales se incrustan en mis rodillas y palmas. Mi exterior duele por todos lados y mi interior grita aterrorizado cuando capto los cuerpos de mis padres inertes en los asientos delanteros, cada uno con una flecha incrustada en sus cráneos.

Las lágrimas y el llanto escapan de mi boca sangrante y empeoran cuando volteo hacia mi hermana y veo un cristal enorme incrustado en su estómago.

—¡At! — lloriqueo e intento ir hacia ella, pero algo me impulsa fuera del coche y toma mis piernas con una fuerza bruta, sacándome gritos de dolor al sentir como mis huesos truenan.

Todo se vuelve peor cuando visualizo a unos cuantos metros del coche volteado el cuerpo inerte y golpeado de Eros. El humo no para de salir del automóvil y ruego que me suelten cuando vuelvo a ver a mi hermano.

—¡Eros! — grito ahogadamente y zarandeo mis piernas retenidas para ir por el aunque me duela como el infierno, pero el agarre se hace más fuerte y se le suman otro par de manos, obligándome a prestar atención a mi entorno.

Casi una docena de hombres y mujeres tiran de mi cuerpo y me adentran en los bosques de Oregón a la fuerza mientras pataleo y lloro con fuerza pidiendo con toda la inocencia de mi edad que ayuden a mis hermanos, pero ninguno me escucha y más de uno me insulta y me hace más daño, dejando sus dedos marcados en mi piel por los bruscos tironeos.

El dolor emocional y físico es demasiado para mi pequeño cuerpo y, eventualmente, termino perdiendo la conciencia con un último grito que desgarra mis cuerdas bucales.

—¡Eros! — grito y me despierto agitada, con el sudor perlando mi piel y los latidos de mi corazón acelerados debajo de mi pecho. Las lágrimas empapan mis mejillas y abrazo mis piernas a mi pecho con fuerza cuando las ganas de llorar durante horas no me abandonan y no se a qué vienen ya que nunca recuerdo las pesadillas.

La puerta se abre bruscamente cuando un sollozo vuelve a escapar de mis labios y ni siquiera observo quien entró, ya que sé quien es. Tampoco me sobresalto cuando unos brazos se envuelven alrededor de mí y un pecho se pega a mi espalda con suavidad, otorgándome una abrazo que, luego de pocos minutos, logra detener mi llanto.

—Lo siento — susurro entre hipos, sacándole un bufido al chico a mi espalda, quien se ha acomodado de forma en que sus piernas me rodean y me abraza desde atrás, regalándome un calor que agradezco al estar en los últimos días del invierno.

—Sabes que no tienes que sentirlo — susurra contra mi coronilla, antes de dejar un beso allí y posicionar su barbilla sobre mi hombro para verme, seguramente buscando que le hable y que le diga qué fue esta vez.

Morelli [2] ✔️Where stories live. Discover now