E S P E C I A L #2

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Massimo.

Observo desde los ventanales que dan al jardín del palacio Rimaldi como podan los arbustos y el césped verde para que quede perfecto en tanto los trabajadores se retiran el sudor procedente de la calurosa mañana que recién comienza en Mónaco.

No han pasado ni doce horas desde que llegamos y ya añoro volver a la finca Morelli al ver demasiado personal que no conozco y en el que no confío para estar tan cerca de Artemisa.

Artemisa.

Su nombre hace eco en mis pensamientos y vuelve a colarse en mi cabeza como siempre, obligándome a dejar el despacho magno que le perteneció a mi padre años atrás y que ahora le pertenece a mi sobrino. Muchas veces he estado aquí y pocas veces me he permitido usarlo, ya que detesto el olor a cuero y a aristocracia que desprende.

Nunca tuve especial afinación por nuestra procedencia real, nunca me encantó la idea de ganarme un poder tan grande tan solo por haberlo heredado. Por ello, durante todos estos años, me he ganado el poder y el miedo de las personas por mi propia mano. Mi nombre es temido por toda Europa y respetado por toda persona que lo reconoce.

El poder que emana mi apellido no es nada en comparación al que emanan mi nombre y el de mi hermano gracias al terror y a la dictadura que hemos infundido durante años codo con codo. Nos alejamos de Mónaco para hacernos leyendas en Grecia sin necesidad de un título que no nos ganamos y, ahora, podemos decir con orgullo que somos dos de los demonios más poderosos y temidos del mundo.

Inflo mi pecho de orgullo, porque la recompensa de todos estos años en oscuridad se escabulle entre los pasillos, perdida, sacándome una pequeña sonrisa cuando capto su calor moviéndose de un lado a otro sin rumbo fijo. Su pequeño cuerpo llama al mío y la hago chillar cuando la encuentro al girar un pasillo y la estampo contra la pared.

Mis labios toman los suyos y ella jadea cuando bajo mis manos a su culo y la elevo de forma en que sus llenos pechos se aplastan al mío y su cálido centro me abraza la ereccion que no me ha dejado pensar con claridad desde que la sentí despertarse mientras la vigilaba desde el despacho.

Al ver que soy yo, Artemisa suspira de alivio contra mis labios y rodea mi cuello para seguirme el beso con el que le devoro la boca. Sus piernas rápidamente rodean mi cintura y yo gruño contra sus labios cuando sus dedos se hunden en mi cabello y me pegan a ella con esa adictiva posesividad que estoy seguro que no sabe que expresa.

—Deberías estar en cama — le reprendo ronco entre besos en tanto mis manos le amasan el culo y las suyas me pegan con desespero a mi cuello para evitar que pueda abandonar su boca.

—Los extrañaba — responde jadeando y sin intención de abandonar mi boca. Mi miembro se engrosa cuando sus caderas se mueven y su intimidad se frota contra la cresta palpitante de mi falo dentro de los pantalones que estoy deseando bajar para hundirme en su interior.

Mi pecho se expande por sus palabras y mis labios se vuelven salvajes por el tirón que le da a mi idiota corazón aquella confesión que para ella puede parecer de lo más normal, pero que para mi es como escuchar el canto de la victoria, porque ella parece tan necesitada de mi como yo lo soy de ella.

—Y estaba aburrida —admite y me mordisquea el labio inferior para detener el beso en busca de recuperar la respiración que comienza a faltarle y que ahora toma en bruscas bocanadas mientras nos miramos a los ojos.

Mi nariz acaricia la suya en un cursi mimo que no puedo evitar en tanto le amaso el culo y respiro por la boca para evitar inhalar el glorioso aroma a hembra excitada que desprende y que tiene a mi polla palpitando de ansias de atención.

Morelli [2] ✔️Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz