Capítulo 11

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Realeza.

A diferencia de mi, que me quedo estática, Malakai logra reaccionar a tiempo para levantarnos a ambos y arrojarnos al agua en el momento justo en que el misil impacta contra la arena y explota con una fuerza que sacude el agua en la que caemos y que calienta la frialdad de esta, haciendo arder mi piel aún debajo de ella.

Mis pulmones protestan cuando el agua entra por mi boca y fosas nasales, pero nada arde más que el terror de no haber visto a Massimo tirarse al agua como nosotros, de no haber podido corroborar si ha podido evitar la explosión.

Por favor, que esté bien. Ruego mientras lucho por volver a la superficie con Malakai a mi lado, quien se niega a soltarme cuando emergemos del agua y comienza a revisarme con desespero, pegándome a su pecho y obligándome a rodear sus caderas con mis piernas.

—¿Estas herida? — jadea mientras ambos recuperamos el aliento y yo solo puedo negar mientras mi pecho arde y mis ojos escuecen por el agua salada que entra por ellos mientras comienzo a buscar frenéticamente por todos lados al rubio que me tiene con el corazón en la boca.

Cuando Malakai entiende lo que busco, sus manos me aprietan a él y se gira en el agua con facilidad, ya que sus pies logran tocar el suelo, pero los míos no y por eso me aferro a su cadera con más fuerza.

—¡Massimo! — gritamos al mismo tiempo Malakai y yo, en mi caso con desesperación y en el suyo con una evidente preocupación que me encoge el corazón al imaginar que él tal vez le vió antes de sumergirnos al agua y qué tal vez no haya sido bueno lo que vió.

El agua se tambalea un poco a nuestros costados y logro ver desde donde estamos como una gran parte de la vegetación de la isla comienza a incendiarse, pero que pronto se apaga gracias a la lluvia que no se ha detenido.

—¿Qué mierda ha sido eso? — gimo y casi lloriqueo cuando nuestro llamado no es respondido y Massimo no parece estar por ningún lado. Las manos de Malakai me aprietan a él y su expresiones es tan sombría y tensa mientras busca a su hermano que parece que no me escucha.

—¡Mass! — grita ronco y nos lleva hasta el borde más cercano del puente, el cual logró sobrevivir casi en su totalidad, permitiéndonos subir a él sin problema.

De pronto soy más consciente de mi completa desnudez cuando el aire frío y la lluvia me abrazan, pero evito pensar en ello cuando Malakai no me determina mientras observa a todos lados, cada vez con más desesperación, cosa que yo también hago.

Vamos, Massimo, aparece, te lo ruego. Suplico al maldito universo y mis ojos se llenan de lágrimas cuando parezco ser escuchada y Massimo emerge del mar a unos cuantos metros de nosotros, jadeando y escupiendo agua cuando se arrodilla sobre el puente de umadera.

—¡Massimo! — lloriqueo y corro hacia él cuando la desesperación por saber que está bien me lleva a abalanzarme a sus brazos en el momento que le tengo cerca, obligándole a abrir sus brazos para atraparme —. No vuelvas a hacernos eso — gimoteo y escondo mi rostro en su cuello húmedo por la lluvia y el agua del mar.

Sus brazos me rodean con fuerza cuando me sienten temblar y mis ojos no dejan de desbordar lágrimas, pero lloro en silencio, permitiéndome disfrutar de la frialdad del demonio que me contiene y que inhala ondo también cuando me tiene contra él.

—Estoy bien. Te tengo, agápi, tranquila — susurra ronco y parece querer tranquilizarme mientras me ajusta a su agarre y Malakai viene hacia nosotros para acariciame la espalda distraídamente en lo que ambos se observan con miradas sombrías.

—¿De donde rayos salió eso? — gimo y me yergo para verles, pero ambos me ignoran cuando los tres levantamos la mirada y vemos otro misil viniendo en dirección a la isla y estrellándose contra una montaña bastante lejana.

Morelli [2] ✔️Where stories live. Discover now