Epílogo

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⚠️Lean la nota al final del epílogo⚠️

Muchos años después...

Llevo la copa de vino a mis labios y me deleito con el sabor dulce y picante de una excelente cosecha. Como siempre, este tipo de eventos nunca decepciona. El pequeño sorbo de alcohol me saca un suspiro de alivio al estar sola por lo menos unos pocos minutos mientras reparo los alrededores.

Sonrio de lado al ver al hijo de Vlad tomando una copa de champán cuando nadie le ve. Tiene trece años, con una complexión y mentalidad de un adolescente de dieciséis, pero aún así lo tiene prohibido. Suelto una risita cuando me ve viéndole y le guiño un ojo con complicidad, lo cual lo hace suspirar de alivio.

—¿A quien le guiñas? — gruñe Zeus, y otro suspiro escapa de mis labios porque es obvio que mi soledad caducó tan rápido como empezó.

—Hola, mi amor — le sonrío, emocionada de verle luego de dos meses. Mi niño está a punto de cumplir dieciocho y de terminar su carrera universitaria, y no lo veo mucho porque se ha mudado a Oxford mientras sus padres, su hermano y yo seguimos en Grecia.

Ya no es un niño, pero no evito el impulso de rodear su alta y musculosa complexión con mis cortos brazos, obligándole a agacharse perceptiblemente para que pueda rodearle el cuello y dejar un beso en su frente. Su expresión seria nunca cambia, pero su mirada se suaviza en tanto sus manos me pegan a él cálidamente y me devuelve el abrazo.

—¿Cómo estuvo el vuelo, cariño? Mira que apuesto que estás — le aparto un mechón de su ondulado cabello rubio que ha dejado crecer desde la ultima vez que le he visto.

—¿A quien le has guiñado el ojo? — me devuelve la pregunta y yo ruedo mis ojos porque ni bien se aparta del abrazo empieza a mirar hacia todos lados con su característica castaña mirada de asesino en serie. Igual a sus padres.

—¿A quien le ha guiñado el ojo? — se une sorpresivamente Magnus y suelto una risita cuando me rodea en un abrazo posesivo. Deja un sonoro beso en mi frente y luego otro en mi mejilla, antes de dejarme en el suelo con suavidad.

—Hola a ti también, osito — lo molesto con el sobrenombre que tanto odia y que le puse desde que era pequeño porque vivía abrazándome todo el tiempo. Incluso aunque odiara que lo tocara cualquier persona, aunque detestara a la gente y evitara a toda costa el contacto físico con sus padres, e incluso su mellizo, para mí siempre había un abrazo.

Siempre me extendía sus pequeños bracitos y me pedía cargarlo. Cuando sus padres estaban de viaje, era el primero de los mellizos en ocupar su lugar en la cama y se pegaba a mi como un pequeño osito cariñosito.

Al contrario, Zeus era todo otro asunto aparte. Frío e intenso. Caprichoso y serio. Si quería mi atención, era mejor que se la diera porque de lo contrario el mundo peligraba. Si quería estar solo, te lo hacía saber y no había nada que pudieras refutar al respecto. Sus intensos ojos grises te podían hacer callar con una sola mirada y estremecer de miedo si así lo quería, incluso de pequeño.

Ambos con cabelleras rubias y rostros apuestos, podrían gobernar el mundo si lo quisieran ahora mismo. Heredaron la belleza exótica de sus padres y sus personalidades fuertes, convirtiéndose en armas tan poderosas como peligrosas que con creces se ganaron el respeto de nuestra secta.

—¿A quien le has guiñado, madre? Nuestros padres no están aquí — cruza los brazos Magnus y vuelvo a rodar los ojos en tanto le doy un sorbo a mi vino. Se molestan cuando no digo nada y se nota cuando me miran fijamente, impasibles, pero a estas alturas ya deberían saber que si hay alguien a quien nunca podrán doblegar es a mi.

—Hablando de sus padres, ¿en donde están? — observo hacia todos lados en el jardín trasero bien iluminado de la mansión Maxwell, en donde pronto se llevará a cabo la sucesión de poder de Jackson y Balthazar a Vlad y Jack, quienes dentro de unos minutos serán los nuevos monarcas de la secta primera.

Morelli [2] ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora