E S P E C I A L #1

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2020
Massimo

Deambulo por los pasillos de uno de mis tantos hoteles en Ibiza. Las fiestas no son nada fuera de normal en las calles de este lugar, pero ningún otro club tiene lo que yo manejo y experimento. Ninguno tiene lo que se esconde debajo de la fachada del club de noche más lujoso y salvaje del mundo.

El club "Morelli's Edén".

Observo a través de los ventanales tintados como dos mujeres son azotadas con látigos, fustas, cinturones. Todo rozando el límite entre el placer y el dolor. Superándolo algunas veces, pero sin ser nada que esas mujeres u hombres no soporten o quieran.

El sexo es lo que viene luego de ello, pero es algo a lo que no me he unido nunca. Solo a la parte de infringir dolor. Porque esa es mi forma de sobrellevar todo esto que mi interior carga y que no puede materializarse. No siento dolor, pero si placer al inflingirselo a alguien más.

Mi cuerpo corpóreo vive en una constantes frialdad desde la primera vez hace casi tres años, cuando nuestra secta nos materializó por primera vez. Sin embargo, es solo eso, frialdad. No puedo experimentar mis sentidos, porque no los tengo, no siento dolor, calor, satisfacción, nada. Solo esta frialdad que no se irá hasta que mi destinada me dé un hijo.

Mentira. También está ese foco casi inxestintente de placer que me recuerda que los demonios somos seres lujuriosos e impuros. No podemos sentir nada fuera de ello y que no sea con nuestra destinada, pero si este hambre lascivo que no se quita. O por lo menos que no se quitará hasta qué Artemisa crezca para mi.

Es solo una picazón que no se quita, pero que en algo ayuda a sobrellevar esta frialdad de vida de la que me quedan dieciséis años por vivir hasta que mi destinada cumpla la mayoría de edad. Mi hermano lo achispa follandose a todo lo que camine para poder llenar ese hueco que tenemos sin ella, aún sabiendo que nunca va a experimentar el extasis, el clímax de ello.

Yo, sin embargo, yo avivo mi llama con el dolor. Mi polla nunca tocará a otra que no sea mi humana, pero mis manos las uso para darme un poco de alivio para esperarla, para aprender por ella y para ella lo que tendré que hacer para complacerla. Aprendo lo que a las humanas les gusta. Pero también las uso para avivar el pequeño foco de mi interior que me recuerda que estoy vivo, tal vez no convencionalmente, pero vivo al fin y al cabo.

—Están listas, mi amo — un humano musculoso y vestido de cuero me baja la cabeza y yo no lo determino mientras me adentro en la habitación en la que otro humano ha preparado a dos sumisas para mi.

Están atadas, porque nunca pueden tocarme. Nadie. Soy el único que toca, experimenta y da dolor o placer. Nadie disfrutará de mi cuerpo si no es mi destinada y ellos lo saben. Las mujeres callan su deseo por mí porque el castigo será peor, pero puedo verlo en sus ojos, en la forma en que sus yugulares tiemblan al verme entrar, en que sus bocas salivan como perras y sus centros se aprietan.

—Todas suyas, amo — hace una reverencia Dorian y se larga, dejándome con las mujeres que saben que no me tienen ni que mirar.

No, ellas no son mías. Nadie es mío, solo Artemisa.

Pero eso no quiere decir que no pueda jugar con ellas. Sonrío de lado y tomo lo que quiero mientras la noche comienza. Mientras busco experimentar aquel mísero sentimiento de placer que nunca me da satisfacción, pero que por lo menos me da algo hasta que llegue ella.

La fusta se siente fría en mis manos, como todo lo que toco, todo lo que siento. Pero un pequeño foco de calor se expande por mis venas cuando rozo la punta sobre la espalda de la sumisa uno, erizando la piel desnuda a medida que avanzo. Es su chillido de dolor lo que aumenta gradualmente el ardor satisfactorio en mis venas y no me detengo hasta que su piel queda roja y su sexo gotea.

Morelli [2] ✔️Where stories live. Discover now