CAPÍTULO 24

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I'll make you love me-Kat Leon

Narrado por Aiden

Lo primero que noto al despertarme es el calor del sol en la cara y el peso de Katherine recostada sobre mi pecho. Mis manos no pueden resistirse a acariciar los mechones rebeldes que descienden por su espalda. Los acaricio y enrollo entre mis dedos para luego acabar pasando la yema por la suavidad de su espalda.

Sabía que estar con ella iba a ser bueno, lo que no pensé es que fuese a ser tanto. Esa mañana en su casa, me levanté temprano y no me regodee mucho en las sabanas. No confiaba mucho en mí mismo, en ser capaz de resistirme a acariciarle la piel o besarle las comisuras de la boca, así que me fui. Hoy es distinto, hoy estamos aquí desnudos y sin fingir no desearlo.

Escucho su respiración profunda que se acompasa con los latidos de mi corazón en calma. Me encanta poder verla dormida, vulnerable, porque eso significa que aunque ella no lo crea, una parte de ella confía lo suficiente en mí como para dejarse llevar por la inconsciencia.

¿Querer su confianza me hace una mala persona?

Es probable que sí, dadas las circunstancias que me han llevado a entrar en su vida.

Con ese pensamiento me deshago del enredo de sábanas y deposito la cabeza de Kath en la almohada con cuidado de no despertarla. Me pongo en pie y la observo un último momento antes de dirigirme hasta el baño.

Cuando observo mi reflejo, este es un desastre. Tengo los labios hinchados, además de unos cuantos moretones de la noche en la que casi secuestran a Katherine. Aunque si me fijo bien, tengo nuevas marcas. La arañita resulta que es bastante traviesa y agresiva. Tengo todo el torso cubierto de chupetones donde se ven claramente pequeñas motas de sangre además de tener arañazos en el pectoral y en la espalda.

Genial, ¿Cómo explico esto ahora? Si lo ve Nicole, temo que monte un espectáculo que acabe en asesinato pasional.

Es muy probable que Katherine lo haya hecho a propósito. Maldita pelinegra.

—Insufrible y brutal, como siempre. —Siseo.

Se me escapa una risa baja.

Enciendo la ducha y espero hasta que el agua está tan caliente que el espejo ya está cubierto de vaho. Me dejo bañar por el chorro de agua caliente y mentiría si dijera que no me escuecen los arañazos de esa pequeña salvaje.

Que bien sabe lo que está mal.

Quiero aprovechar el por ahora que tenemos, antes de ser barrido por la onda expansiva de mis actos.

Los mechones apelmazados por el agua se me pegan a la frente y dejo que regueros de agua circulen por mi cuerpo. Apoyo los brazos contra la ducha y cierro los ojos mientras pienso. Me gustaría ser sincero, me gustaría que esa pizca de confianza que he visto en ella, me la haya merecido de verdad.

Aún queda algo más por confirmar y temo lo que pueda significar para mí cuando eso pase. Me aferro a la esperanza de que no sea, pero pido un imposible. Incógnitas, incógnitas y más incógnitas. Siempre eligiendo el camino difícil, el de los secretos y mentiras.

Noto unas manos rodearme la cintura alejándome de los pensamientos decadentes que revolotean mi mente. Sus dedos acarician la línea de mis oblicuos, fríos en comparación con la temperatura del agua. Siento como su pecho se pega a mi espalda y deposita un pequeño beso sobre mi hombro. Se me curvan los labios en una sonrisa.

Me vuelvo para mirarla a los ojos. Estos me miran, risueños y con brillo. No hay resquicios de esa mirada entrecerrada dubitativa y desconfiada. Me agacho hasta sus labios y la beso, sintiendo como el agua se desliza por nuestros labios.

El Juego de la ArañaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora