CAPÍTULO 33

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Fallout-UNSECRET,Naoni

Tal vez he quedado como una imbécil todo este tiempo o es que era demasiado obvio como para verlo a simple vista. Es como cuando estás buscando tu teléfono móvil y resulta que lo has tenido en la mano todo el tiempo. Estoy tan inmersa en las aguas que a veces me cuesta ver las cosas desde otra perspectiva. Todas mis búsquedas por saber quién es Nikolai Volkov o su hijo no dieron ningún tipo de resultado, es como si estuviesen muertos. Y ni eso, los muertos también dejan sus huellas antes de irse.

No fue hasta esa pequeña frase que salió de sus labios que una pequeña luz empezó a encenderse en mi cabeza. Si hay alguien en esta parte de la sociedad que puede conocerlo, ese es Sullivan. Así que no dudé ni un momento en intentar arreglar las pequeñas rencillas que surgieron entre nosotros y como era de esperarse; no me salió barato. Al final la información manó como una fuente de los labios del viejo Sullivan, con la condición de una buena cantidad de dinero.

Las sensaciones que me sacudieron fueron tantas que me llevó días aclararme y cuándo llegó la noche de la cena, sabía lo que quería hacer. Su cara, su forma de mirarme sin poder creérselo, el tenerlo tendido debajo de mí completamente a mi merced. Me gustó demasiado.

He sopesado la idea de devolver el dinero y renunciar al trabajo, pero lo terminaré. No por mi orgullo como araña sino por esas chicas. Después de ver sus rostros, sus cuerpos demacrados y el estado deplorable en el que las mantienen cautivas, no puedo apartar la vista a un lado.

—¿Estás lista? —pregunta John a mi espalda. —Podemos ir otro día si te encuentras demasiado cansada para esto.

—No. —niego con la cabeza y agarro el pequeño ramo de flores. —Hoy es perfecto, vayamos hoy.

John se aparta, dejándome pasar primero y luego dejo que me abra la puerta trasera del vehículo familiar. No tarda en ocupar el asiento del conductor y conducirnos hasta el cementerio donde descansa Cordelia. No se tarda mucho desde casa, pero un pequeño atasco nos mantiene parados en mitad de la autovía.

—¿John?

—¿Si?

—Vi las fotos que tienes de mi madre en casa. —ladeo un poco la cabeza mientras asoma una sonrisa débil. —Se me hizo extraño. Yo apenas conservo ninguna de ella.

—Katherin...

—No te preocupes, lo entiendo.

Yo jamás podría juzgarlo. Aunque mantenga esas fotos y no sea capaz de odiarla. A veces yo misma, cuando las lágrimas pican en mis ojos, me cuestiono si lo que siento hacia ella es odio. Tal vez sea una cosa completamente diferente.

El coche se detiene en mitad de un recinto lleno de cipreses y el suelo cubierto de grava. John sale antes que yo y me abre la puerta, sujetándome por el codo. Agarro las flores de nuevo y las llevo hasta mi pecho mientras ascendemos hasta las verjas dobles que se abren ante nosotros. El panteón familiar se encuentra algo más alejado del resto de tumbas que salpican el suelo. Cordelia fue la primera en ocuparlo y el origen de que se levantara dicho panteón. Poco después la acompañó mi madre. Y algún día me reuniré con ellas allí, para compartir lo que sea que haya después de la muerte.

Saco la pequeña llave del bolsillo trasero de mis pantalones y la introduzco en la cerradura, sintiendo las manos resbaladizas por un sudor frío. La llave gira, mostrando el interior polvoriento. El aire está cargado de ese olor característico de los sitios que permanecen mucho tiempo cerrados y del resquicio de las últimas flores. El suelo lo cubre una pequeña capa de polvo que se dispersa con cada pisada de nuestros zapatos.

Llego hasta donde las letras doradas en relieve dicen Cordelia Montgomery Shepard y paso mis dedos por el grabado sintiéndome de alguna forma mucho más cercana a mi hermana. Evito mirar hacia las letras grabadas a mi derecha, como si pudiese golpearla de alguna manera con mi indiferencia.

El Juego de la ArañaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora