CAPÍTULO 26

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Let him burn-The Relentless

En cuanto sé que me hallo en Seattle, me empiezo a sentir mucho más útil. Conduzco hasta el club una vez he dejado a Cassie en casa. Mi cuerpo está cansado del vuelo y de todas las emociones contenidas durante los días en San Diego. Siento que hay cosas que han cambiado, entre ellas mi relación con Aiden.

Estaciono el coche y me dirijo a la puerta trasera. Una vez dentro camino decidida hasta el despacho y hago llamar a Ashton y a Mitch.

Debemos comenzar a movilizarnos, esto debe de llegar a su fin ya. Me niego a demorarme más.

—¿Me has llamado?

Ashton asoma la cabeza de una forma completamente adorable, con las gafas de pasta sobre su cabeza. Asiento con la cabeza y con un gesto de mano le indico que pase.

—No cierres, también he hecho llamar a Mitch.

—¿Qué tal los días en San Diego? —Dice mientras toma asiento.

—Interesantes supongo. —Me encojo de hombros. —Quería comentarte que ya no será necesario que sigas intentando meterte en el teléfono de Aiden.

—¿Cómo?

—Ha sabido desde el primer momento nuestras intenciones, seguir intentando meternos en su teléfono o espiarlo es un gasto de tiempo y recursos innecesario. —Sonrío y comienzo a pasar la punta de los dedos por el filo del escritorio. Doy con mi objetivo. Arranco el micrófono. —Esto explica porque se adelantaba a nuestros movimientos.

—Hemos sido descuidados.

En ese momento Mitch entra al despacho y toma asiento junto a Ashton.

—La culpa es mía, he sido descuidada, he subestimado al contrincante y he pensado que soy la única que emplea estos juegos. —Machaco el micrófono en el suelo hasta que solo es un amasijo de polvo y pequeños cables. —Aiden ya no es vuestro problema, es el mío. Estoy lo suficientemente cerca como para averiguar por mí misma lo que necesito.

—¿No crees que pueda hacerte daño? —Pregunta Mitch mientras cruza las piernas.

Tal vez antes hubiese podido barajar esa posibilidad, ahora estoy casi segura de que nunca me pondría una mano encima. Llámame ingenua, pero sus caricias no pueden mentir respecto a eso.

—No, estoy segura de que no supone una amenaza física. —Martilleo en el escritorio con los dedos. —¿Ha habido algún cambio respecto a Roy o el club?

—Ahora que lo mencionas, ha mantenido algunas llamadas telefónicas en el despacho. Parece que se prepara para un evento con sus socios. —Se coloca las gafas de pasta antes de seguir hablando. —También ha tenido conversaciones con más chicas. En los vestuarios comienza a haber cuchicheos, están abandonando muchas su puesto.

—¿Abandonando o desapareciendo? —Preguntamos Mitch y yo a la vez.

—¿No es lo mismo? —Replica.

Se me revuelve el estómago al pensar en lo que pueda haberles pasado a esas chicas.

—Planeo colarme esta noche en su despacho, quiero ver que esconde en su ordenador, en sus cajones...

—Estás loca, Katherine. —Espeta Mitch.

Ash se vuelve y lo mira con los ojos a punto de salirse de las órbitas. Normalmente Mitch no me contradice, es Dash quien parece haberse tomado ese papel como propio.

—Hay alguien dentro que puede ayudarme, solo necesito una distracción.

—Me parece demasiado arriesgado, no sabes que puede hacerte ese hombre si te atrapa.

El Juego de la ArañaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora