CAPÍTULO 36

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Gangsta's paradise-2WEI

Narrado por Aiden

5 horas de secuestro...

A pesar del aire frío que avecina la llegada cada vez más próxima del invierno, mi cuerpo se encuentra empapado por el sudor. Las cintas que cubren mis nudillos han comenzado a teñirse de rojo, pero eso no me detiene. Golpeo una y otra vez el saco de boxeo que tengo delante.

Estoy furioso con Nikolai.

Estoy furioso con la estirpe Montgomery.

Y, sobre todo estoy furioso conmigo.

Nunca debería haberme acercado tanto a ella, no debería haber tolerado que se me grabara tanto en la piel. Desde el primer momento debería haber seguido en las sombras y haber mandado a otro en mi lugar. Todos esos meses espiándola, ya me avisaron del poder que podría darle sobre mí.

Y ahora es tarde, sino lo fuera no sentiría estas ganas de ir a por ella y secuestrarla para hacer que me escuche. Estoy enfermo, joder.

Asiento otro golpe, tan fuerte que siento como la piel de los nudillos se me abre aún más produciéndome mucho más escozor. El saco de boxeo se raja, derramando la arena en un fino hilillo sobre el suelo.

—¡дерьмо!

<<¡Mierda!>>

—Con este ya van tres, Aiden. —dice Michael. —Y temo que pronto serán cuatro.

Me tiende una toalla que no dudo en tomar. Me limpio el sudor de la cara mientras siento los músculos de los hombros tensados.

—¿Qué quieres decir?

—Aiden, creo que es mejor esperar hasta que estés un poco más tranquilo.

—Michael, habla.

Tiro la toalla a mis pies y aprieto los dientes, esperando a que diga lo que tiene que decir.

—Se trata de esa chica, Katherine.

—Habla.

—Hace unas horas se ha reportado una explosión por bomba. —me tenso al instante. —Han volado por los aires el club donde trabaja la araña, el Mantis.

La furia me sacude por completo y sin pensarlo asiento un golpe en el saco de boxeo, arrancándolo de sus enganches y dejando que caiga al suelo donde termina de verterse todo el relleno de su interior.

La sangre me bombea con fuerza, haciendo que apenas pueda escuchar nada más que no sean los latidos de mi corazón. Aprieto las manos en dos firmes puños e intento soltar bocanadas de aire lentamente para no perder aún más el control.

Comienzo a darle la espalda a Michael pero me detiene colocando su mano sobre mi hombro. Me deshago de él con un movimiento brusco.

—Hemos peinado la zona con nuestros hombres de incógnito, no hay rastro de ella.

—¿Habéis comprobado los hospitales?

—Estamos comprobando todos los movimientos que se registran en ellos.

Esta vez sí me deja marchar cuando me lo propongo. Me da igual lo que ellos hayan hecho, tengo que comprobarlo por mí mismo, verlo con mis propios ojos. Cojo uno de los muchos Jeeps que tenemos aparcados fuera del hangar y empiezo a dirigirme a la ciudad a toda velocidad. Los baches del terreno hacen que el vehículo se sacuda sin parar, pero no le presto atención.

El trayecto se me hace eterno y me reprendo a mí mismo por haber estado estos días tan alejado de ella. No debería haberle dado lo que quería, tendría que haber insistido, obligarla a escucharme.

El Juego de la ArañaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora